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BROOKLYN, Nueva York—. Los Millennials son conocidos por establecer tendencias sociales, y lo último implica su enfoque hacia el matrimonio.
Si bien muchos optan por vivir juntos en lugar de casarse, un nuevo estudio encuentra que aquellos que eligen decir “Sí” están haciendo que sus matrimonios funcionen y se divorcien menos que las generaciones anteriores.
Los datos del censo muestran que las tasas de divorcio en Estados Unidos cayeron un 18 por ciento de 2008 a 2016, según un nuevo estudio realizado por el profesor de sociología Philip Cohen de la Universidad de Maryland. Los patrones de edad muestran que los millennials están impulsando la tendencia, a pesar de que también se van a casar a edades mayores y en menor número que sus padres y abuelos.
Otros factores relacionados con menores probabilidades de divorcio en el estudio incluyeron el número de años de casados, un nivel de educación superior, un estado de nacimiento extranjero y una identidad blanca o hispana.
Los recién casados Jerry y Meg Rodriguez de Queens encajan a la perfección en varios de ellos, pero dicen que la razón principal por la que funciona su matrimonio es porque está basada en su fe católica.
“Sabíamos que estábamos firmando una relación de por vida”, dijo Jerry, de 29 años. “Un voto tiene para nosotros como católicos un significado especial; es algo irrompible”.
Jerry es director de educación religiosa en B.V.M. Help of Christians, Woodside, y ministro de jóvenes en St. Joan of Arc, Jackson Heights, mientras que Meg, de 32 años, es ministra de campus en la Universidad de St. John, Jamaica, y ministra de jóvenes en la parroquia de St. Kevin, Flushing.
A diferencia de otros en su generación que maduraron en medio de la separación de los padres y el divorcio, ambos crecieron en familias católicas estables: Meg en Rockland, N.Y. y Jerry en El Salvador, y se conocieron a través de su relación con los salesianos de Don Bosco.
Fueron amigos por tres años antes de comenzar su noviazgo. Y cuando tomaron la decisión de llevar su relación a otro nivel, la abordaron con una clara intención.
“Comenzamos nuestro noviazgo con vista al matrimonio”, dijo Jerry.
Por eso invirtieron más de cuatro años saliendo para discernir si Dios los estaba llamando a caminar hacia el matrimonio o ir por caminos separados, dijeron. Pasar tiempo de calidad con parejas casadas, y asistir a Pre-Cana una vez que se comprometieron, les ayudó a aprender sobre los sacramentos más allá de los votos.
“El matrimonio sacramental es más que firmar un documento y presentar la declaración de impuestos juntos”, dijo Jerry.
Su extenso noviazgo también tenía un aspecto práctico. Como muchos de sus compañeros, retrasaron su viaje al altar hasta que terminar sus estudios.
“Cuando comenzamos a salir, estaba a punto de ser comenzar el tercer año de la universidad”, dijo Jerry. “Sabíamos que teníamos que esperar (para casarnos) al menos hasta que terminara la universidad”.
“Sabía que quería que él terminara sus estudios, y quería hacer mi maestría”, explica Meg, quien recibió su título de master una semana después de su boda.
La pareja dijo que era importante para ellos presenciar su “sacramento de compromiso” de uno al otro delante de Dios. Encuentran fortaleza al saber que mientras oran por sí mismos, sus familiares y amigos también están “orando para que tengamos un matrimonio fiel con Dios en el centro”.
Pero también conocen a muchas parejas no casadas que han decidido vivir juntas —y quizás probar las aguas antes de decidirse a dar un paso más allá—, en lugar de hacer un compromiso matrimonial.
“Trabajo con muchos estudiantes universitarios y el compromiso es un gran problema”, dijo Meg. “Siempre están buscando el siguiente o el mejor negocio. Eso es un gran desafío para los millennials”.
Jerry cree que eso se debe a que los millennials y la próxima generación tienen una mentalidad de red de seguridad.
“Piensan, ‘quiero tener una red de seguridad. Si tengo que separarme, puedo hacerlo cuando quiera”, dice, y eso impide que las personas formen relaciones auténticas.
Todos los matrimonios pasan por momentos duros, discusiones, facturas que pagar y, finalmente, niños que recoger, dice Jerry. “Esos aspectos prácticos siempre están ahí”.
Pero en el centro de su voto matrimonial está “el verdadero deseo de alcanzar la santidad a través de nuestra vocación”, explica Jerry. El anhelo de que él y Meg alcancen la santidad y el cielo algún día es lo que motiva su vida matrimonial.
“Para nosotros, todo se remonta a Dios”, agrega Meg, recordando que si Dios quiere dos personas juntas, las bendecirá con todo lo que necesiten.