El pasado 30 de abril se celebró una misa diocesana por las víctimas del terremoto de Ecuador y sus familiares. Monseñor Nicholas DiMarzio, obispo de Brooklyn, celebró la Eucaristía acompañado por monseñor Octavio Cisneros, obispo auxiliar de nuestra diócesis, así como sacerdotes y diáconos de otras parroquias.
Hacia las 4:00 p.m. comenzaron a llegar a la parroquia Santísimo Sacramento, en Jackson Heights, Queens, feligreses ecuatorianos y de otras naciones. Una multitud colmó el templo para honrar la memoria de quienes perecieron en la catástrofe del 16 de abril. El terremoto tuvo una magnitud de 7,8 y asoló la costa norte del país, dejando un saldo de más de 660 muertos y un número indeterminado de heridos, así como casi 30 mil personas sin hogar y que aún se encuentran en campamentos de acogida.
“Es un drama conocido por los pueblos latinoamericanos porque hemos tenido terremotos en San Salvador, México, Guatemala, Chile, Colombia. Todo el mundo sabe lo que es la incertidumbre, el caos y el abandono”, afirmó poco antes de la misa el padre Carlos Quijano, párroco del Santísimo Sacramento, donde existe una numerosa comunidad ecuatoriana.
Así mismo, el padre Quijano resaltó la solidaridad de su comunidad parroquial que unas semanas atrás organizó una colecta para ayudar a los hermanos ecuatorianos y donde, aunque algunos de ellos no eran ecuatorianos, muchos se sumaron e hicieron su contribución.
“Yo creo que ellos han sentido que en medio del dolor y la tragedia ellos pueden hallar en la iglesia [del] Santísimo Sacramento, y en todas las demás parroquias de la diócesis, un lugar para elevar sus oraciones para recibir el consuelo de saber que Dios está con ellos, con sus parientes. Más de un feligrés me ha dicho: «perdí mi familiar, a mi mamá, a mi papá». Es muy difícil, porque la gran mayoría de ellos no pueden viajar porque si van no pueden regresar. Eso le agrega cierta orfandad y agrega al duelo una dosis de intranquilidad porque su corazón y su cuerpo quisiera estar allá. Si tuvieran sus documentos tomarían el primer vuelo para poder acompañar a sus familias pero, sin poder, entonces les queda orar por su mamá, su papá o su familiar que ya está en un mejor lugar”, afirma el padre Quijano.
Por su parte la Diócesis de Brooklyn, siguiendo la guía de su monseñor Nicholas DiMarzio, obispo de Brooklyn, organizó una colecta el pasado 15 de mayo, Día del Pentecostés. El dinero recaudado será destinado a la iglesia en Ecuador y a las víctimas de la catástrofe.
“Si no hablamos de esperanza, somos un pueblo que no tiene futuro; si no hablamos de la esperanza, no podremos darnos cuenta de lo que significa la Buena Nueva. Si no hay esperanza, ¿cómo podemos esperar la nueva ciudad de Jerusalén? ¿Qué futuro tendremos nosotros al salir de este valle de lágrimas? Si no tenemos esperanza, ¿cómo podemos amar? Porque la esperanza es la raíz donde está sembrado el amor”, dijo en su homilía monseñor Cisneros, quien compartió un profundo mensaje de amor y esperanza en estos momentos de dolor y pérdida.
“Hermanos ecuatorianos, yo no tengo palabras para eliminar el dolor y el sufrimiento del pueblo ecuatoriano. También yo cuestiono humanamente la furia de la naturaleza, pero como hombre de fe sí puedo acompañarlos junto con Juan el apóstol, el discípulo amado, y María la madre de Jesús, acompañarlos al pie de la cruz que es donde brota la esperanza
y donde entenderemos nuestras propias cruces, nuestros sufrimientos y el significado verdadero del amor”, dijo el Obispo Auxiliar de Brooklyn quien también es el vicario de Asuntos Hispanos de la Diócesis de Brooklyn.
Monseñor Cisneros advirtió que “el amor y esperanza tienen un enemigo, ¡cuidado! Se llama indiferencia, el pasar de largo sin molestarnos […] el papa Francisco ha hablado de lo que él llama la globalización de la indiferencia, ‘yo no tengo nada que ver con eso’, encerrado en mi mundo personal, ese es el pecado que lucha contra el amor y la esperanza”.
“Aquí no todos son ecuatorianos, aquí hay de todas partes de Latinoamérica. ¿Por qué? Porque somos iglesia, porque no somos indiferentes y queremos unirnos a nuestro pueblo ecuatoriano, porque somos uno en el dolor, ya en otro momento seremos uno en la alegría. Estamos aquí porque tenemos esperanza, una esperanza que nos la da Jesucristo a través de la Iglesia y los sacramentos […] somos una iglesia misionera, que se une a sus hermanos, que proclama que Cristo es la esperanza y el amor”.
Al finalizar la misa, la asambleísta Ximena Peña, representante de la comunidad ecuatoriana en Nueva York y Nueva Jersey, se dirigió a los presentes. Agradeció tantos gestos de solidaridad por parte de toda la comunidad, y en especial de los latinos, frente a esta tragedia que sacudió a su natal Ecuador.