MÁS DE 400 PERSONAS participaron en la misa de difuntos por el padre Dagoberto Noguera, sacerdote de Brooklyn que fuera brutalmente asesinado el pasado 10 de marzo en su casa de Mamatoco, un barrio de la ciudad de Santa Marta, capital del departamento del Magdalena en Colombia.
El padre Noguera había nacido en Ecuador, pero había estudiado en Colombia donde recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1985. Llegó a la Diócesis de Brooklyn en 1990 y desde 2002 estaba oficialmente incardinado en la diócesis. Estaba retirado desde 2014 por problemas de salud. Tras su jubilación, había regresado a vivir a Colombia, donde fue asesinado el mes pasado.
Como Jesús, “sufrió una muerte injusta, brutal, trágica”, dijo el padre Robert Czok durante su homilía, que predicó en español y en inglés, en la iglesia de St. Anthony- St. Alphonsus, en Greenpoint, el pasado 23 de marzo. Monseñor Octavio Cisneros, obispo auxiliar de Brooklyn, celebró la Eucaristía. El padre Kavungal Davy, párroco de St. Anthony-St. Alphonsus, y otros siete sacerdotes concelebraron la misa con él.
Ante un acto tan horrible, dijo el padre Czock, buscamos respuestas, pero tenemos que darnos cuenta de que la única respuesta ante el sufrimiento y el dolor es Cristo crucificado.
Ernesto Cordero, quien ha sido miembro de la parroquia de St. Anthony-St. Alphonsus por 35 años, fue amigo del padre Dagoberto. “Siempre nos estaba ayudando, empujándonos para que fuéramos mejores”, dice Cordero. “Se sentaba en la escalera y saludaba a todos los que entraban con una sonrisa. Era un sacerdote muy especial. Esto ha sido una sorpresa, algo inesperado. Él iba a venir de visita el mes que viene.”
Se cree que el padre Noguera fue atado, golpeado y finalmente estrangulado por dos desconocidos que entraron en su casa en Colombia con la intención de robar. Se ha informado que sus dos asesinos son refugiados venezolanos que viven actualmente en Santa Marta. Durante los últimos meses el padre Noguera, quien usaba una silla de ruedas, había estado distribuyendo comida y artículos de primera necesidad entre los refugiados venezolanos que viven en su barrio.
“El padre Dagoberto estuvo aquí seis años”, dijo el padre Davy. “Se fue de la parroquia en 2012, pero cada año venía a visitar a la comunidad hispana. Celebraba misa conmigo y luego salía a visitar enfermos. Siempre estaba dispuesto a ayudar a todo el que lo necesitara”. “Él tuvo un rol fundamental para lograr la unidad de todos los grupos de la comunidad hispana. Estaba deseoso de verlo en abril, pues él había planeado una visita para entonces, pero la muerte llegó antes”.
Al final de la misa Mons. Cisneros rindió tributo a su hermano en el sacerdocio. “Él imitó a Cristo hasta el último momento de su vida, pues Cristo también sufrió una muerte violenta”, dijo el obispo. “Hasta el instante último fue un testimonio vivo, un testimonio verdadero del amor de Cristo”. Después de la misa, Liliana Noguera, sobrina del padre Noguera, dio un conmovedor testimonio sobre su tío. Tanto Noguera como su esposo estaban visiblemente emocionados.
“Le doy gracias a Dios porque me dio el privilegio y la oportunidad de, junto con mi hijo y mi esposo, poder compartir con él todo este tiempo en Nueva York. Me siento bendecida porque de mi familia soy la única que pude estar más tiempo con él; conocerlo más como ser humano y como sacerdote”, dijo Noguera. “Era una persona muy entregada a la Iglesia y al servicio a los demás”.
Ann Mitchell, una parroquiana de St. Anthony-St. Alphonsus, dijo que ella conoció al padre Noguera muy de cerca desde que llegó a la parroquia. “Era un hombre maravilloso”, dijo ella. “Yo hablo inglés; él hablaba ‘colombiano’, [pero] cada vez que hablaba con él me entendía. Fue muy bueno conmigo”.