BENSONHURST – Monseñor Ron Marino, párroco de la Basílica Regina Pacis, ha aprendido que si ofrece un mayor número de misas, los feligreses llegarán. Y también lo harán los monaguillos.
Monseñor Marino dice que la asistencia a las misas dominicales -celebradas en inglés, español y chino- está creciendo tanto que en abril se añadió una segunda misa en español, cuando gran parte del mundo católico aún celebraba la misa por Internet.
Junto con el crecimiento de las misas, dijo, surgió la necesidad de más monaguillos. En los últimos años, explicó, la parroquia estimaba su equipo en una media de 10 monaguillos, la mayoría de entre 7 y 18 años. Sin embargo, el equipo dio un salto este año, cuando otros 35 monaguillos se unieron a sus filas.
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“Las actividades juveniles que tenemos, y la amistad con otros chicos que son oficiales [en el equipo de monaguillos], les atrae”, dijo monseñor Marino. “Les encanta. Es diferente a cualquier otra cosa que hagan, y tiene que ver con Dios. Nada de lo que hacen tiene que ver con Dios; son todos chicos de la escuela pública. Eso es algo muy importante de lo que estoy orgulloso”.
Explica que la parroquia no tiene escuela ni academia, por lo que sus programas para jóvenes son una herramienta crucial para incorporar a los monaguillos. Los participantes aprenden a fijarse metas para avanzar en el rango de aprendiz a monaguillo regular y monaguillo maestro. Este último grupo lleva sotana roja.
La afluencia de monaguillos podría atribuirse, en parte, al aumento de la inmigración procedente de países asiáticos o regiones de habla hispana.
Un estudio del Pew Research Center en 2018 mostró que más de 6 millones de inmigrantes vivían en el área metropolitana de Nueva York. También en 2018, el Consejo Americano de Inmigración informó que los tres principales países de origen de los inmigrantes en el estado de Nueva York fueron República Dominicana (11% de los inmigrantes), China (9%) y México (5%).
El obispo auxiliar retirado Octavio Cisneros dijo que no se sorprendió al escuchar sobre las crecientes filas de monaguillos en Regina Pacis, y está seguro de que sus padres los motivan.
“Es un honor que los niños estén en la mesa del Señor”, dijo el Obispo Cisneros, nativo de Cuba. “Es una característica cultural. En los hispanos, siempre los ves: familias que vienen con los niños”.
“Y recuerda que para los inmigrantes, la Iglesia significa mucho porque la Iglesia es donde se sienten en casa”, dijo. “Puedo decirlo personalmente. Cuando llegué a Estados Unidos, apenas sabía inglés. Así que me sentí realmente perdido”.
El obispo Cisneros dijo que la sensación de separación se desvanecía cuando iba a misa -que entonces se celebraba en latín, como en Cuba-. “Me sentí como en casa”.
Monseñor Marino dijo que su parroquia trabaja mucho en la divulgación, pero son diferentes las fórmulas que funcionan para atraer a diversas culturas a la misa.
“En la comunidad hispanohablante, los mayores agentes de convocatoria, por así decirlo, son los mismos hispanos que invitan a otros a venir”, dijo el párroco. “A los que hablan chino los atraemos por otros medios”.
Explicó que en China, muchos católicos no asisten a misa porque el gobierno controla fuertemente la religión y realiza una vigilancia en las iglesias.
Cuando vienen a Estados Unidos, siguen temiendo el mismo control gubernamental. Pero eso se disuelve cuando finalmente entran en la basílica durante las colectas de alimentos, dijo Monseñor Marino. Señaló que hace ocho años, había 10 feligreses que hablaban mandarín, pero ahora hay unos 100.
Dijo que la incorporación del padre Joseph Lin al personal hace casi un año ha facilitado los programas de divulgación en chino, especialmente la celebración de la misa de la 1:30 en mandarín, donde una docena de monaguillos se unieron a su ministerio durante un domingo de octubre.
Algunos de estos jóvenes describieron su parroquia como una “comunidad”. Servir en ella, dijeron, es un privilegio.
“Es como un honor”, dijo Roy Wu, de 17 años. “He sido extremadamente bendecido por tener grandes amigos, una gran comunidad, y creo que servir en el altar es la manera de devolver al Señor, especialmente por lo que Dios nos ha dado”.
Wu hizo sus comentarios mientras algunos de los monaguillos colgaban sus sotanas después de su ministerio en una misa en inglés. Pero el atuendo no tardó en ser usado por un segundo grupo, que incluía algunas chicas, para la misa en mandarín.
Algunos pidieron ayuda para atar sus cíngulos alrededor de la cintura. Wu y algunos de los monaguillos experimentados les ayudaron amablemente. Algunos eran tímidos, pero casi todos se apresuraron a sonreír y bromear con sus compañeros.
Los jóvenes ayudantes cumplieron solemnemente con sus obligaciones en todas las misas. Más tarde, algunos describieron su fascinación por los rituales que ayudan a realizar. El principal es la Liturgia de la Eucaristía, la parte de la misa en la que la fe enseña que el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
“Jesús está ahí, y espiritualmente en nosotros”, dice Johan Reyes, de 14 años. “Me gusta mucho hacer esto porque te acerca a Dios y te da paz interior”.
A Wilmer Uguna, de 18 años, no le sorprende que los servidores más jóvenes encuentren paz en su trabajo. Monseñor Marino promovió a estexperimentado monaguillo a entrenador principal. Pertenece a la parroquia desde hace 14 años y ahora es estudiante de primer año en el Hunter College.
“Cuando vienen aquí, definitivamente sienten tranquilidad”, dijo Uguna refiriéndose a sus aprendices. “Ahora que la escuela es más difícil para ellos -sobre todo porque es online- tienen muchas preocupaciones. Por eso, cuando vienen aquí, por fin se sienten en paz. Pueden dar un paso al costado y conectarse con Dios”.
Uguna se apoya en Wu y otros maestros de ceremonias para enseñar a los aprendices más jóvenes.
“Intento tener un mano a mano también con ellos”, dice Uguna sobre los aprendices. “Repaso los términos, como el cáliz o el copón. Pero los maestros de ceremonias se aseguran de que todo se desarrolle correctamente en el altar y guían a los alumnos durante la misa”.
Juan Vázquez, de 15 años, es un maestro de ceremonias que aspira a entrar algún día en el seminario para prepararse para el sacerdocio. Lleva la mitad de su vida como monaguillo.
“Sigo disfrutando de esto, de poder ayudar en la comunidad”, dijo. “Disfruto ayudando a los sacerdotes y me encanta el concepto de estar en la iglesia. Es interesante; llegamos a hacer ciertos rituales que algunas personas no hacen o que algunas personas olvidan.”
Anthony Panjon, de 13 años, también encuentra interesante el trabajo.
“Y es bastante divertido”, dice. “Pero lo hago sólo porque quiero hacerlo. No me han obligado a estar aquí. Quería hacerlo”.
Bristol Guarchaj, de 13 años, dijo que se convirtió en monaguillo en su país natal, Guatemala. Continuó sirviendo después de que su familia llegó a los Estados Unidos hace cuatro años.
“Siempre quise hacer esto”, dijo. “Mis hermanos mayores lo han hecho desde que eran niños, y ahora son lectores. Pero yo quiero quedarme con Dios, y ayudar a los demás”.
Monseñor Marino dijo que los monaguillos son libres de ofrecerse como voluntarios cuando lo deseen. Por ejemplo, una docena de monaguillos se pusieron sotana para la misa china del 17 de octubre.
“No los asignamos”, dijo. “Simplemente se presentan”. Los primerizos disfrutan de su primera experiencia en el altar, y “se quedan”.
“En una época en la que la gente tiene miedo de que los niños estén cerca de los sacerdotes, 40 y pico de ellos no tienen miedo de ser monaguillos aquí”, comentó monseñor Marino. “Eso significa que 40 y pico de padres no tienen miedo”.
“Eso es lo que me gusta”, dijo. “Y lo demostramos”.