Nuestra diócesis

Mons. Nicholas DiMarzio: medio siglo de servicio fiel

El obispo de Brooklyn y otros nueve sacerdotes celebran su 50 aniversario de ordenación

Mons. Nicholas DiMarzio, quien desde el año 2003 ha pastoreado esta diócesis como séptimo obispo de Brooklyn, celebra sus bodas de oro sacerdotales.

Nacido en Newark, New Jersey, creció justo frente a la Basílica Catedral del Sagrado Corazón y asistió a la escuela secundaria de la Catedral; la escuela preparatoria de San Benito; el Seminario de la Inmaculada Concepción, en Darlington, y la Universidad Seton Hall.

Su vocación al sacerdocio

“Mi vocación realmente surgió de vivir al cruzar de la iglesia. No podía estar más cerca, vivía en la iglesia”, recuerda el obispo DiMarzio durante una entrevista con The Tablet. “En la escuela, las religiosas, el párroco… todos ellos ayudaron a fomentar mi vocación hasta que dije: ‘Esto es algo que yo quisiera hacer’ ”.

“Cuando me gradué de la escuela secundaria, ya había tomado la decisión de entrar directamente al Seminario. Es un proceso. Necesitas pensar las cosas a fondo. Lo otro que me hubiera gustado hacer es estudiar medicina, pero no tenía tan arraigada esa idea como la del sacerdocio”.

Mons. DiMarzio se graduó de licenciado en Teología Sagrada por la Universidad Católica de América, y tiene una maestría en Trabajo Social de la Universidad de Fordham y un doctorado en Investigación y Política de Trabajo Social de la Universidad de Rutgers.

Es trabajador social acreditado, habla con fluidez italiano y español, y tiene dominio del francés.

Mons. Nicholas DiMarzio en sus años de seminarista.

El inicio de una misión de toda la vida

Mons. DiMarzio fue ordenado sacerdote en la Arquidiócesis de Newark el 30 de mayo de 1970, por su arzobispo Mons. Thomas Boland.

Sus tareas parroquiales incluyeron ser vicario parroquial en la Iglesia de San Nicolás, Jersey City, 1970–77; vicario parroquial en la Iglesia del Santo Rosario, Jersey City, 1977–79; administrador y párroco de la Iglesia de San Bonifacio, Jersey City, 1979–80; capellán de la Academia del Santo Rosario, Union City, 1980–84; párroco de la Iglesia del Santo Rosario, Jersey City, 1984–85; vicario parroquial en la Iglesia del Monte Carmelo, Newark, 1985– 88 y 1996; y párroco en la Iglesia del Monte Carmelo, Newark, 1996-99.

“Primero fui enviado a una parroquia de inmigrantes alemanes, pero el sacerdote se dio cuenta de que había muchos italianos en la parroquia”, recuerda.

“Simplemente no eran italoamericanos, sino que eran nuevos inmigrantes porque corría el año 1970. Eran recién llegados que no hablaban inglés. Así que ese fue mi primer descubrimiento al llegar a la parroquia. Y cuando ven a alguien con un nombre italiano, saben que algo de italiano debo hablar”, añade.

“Salí a la calle, eso era Central Ave., y noté muchas vitrinas vacías porque atravesábamos una especie de depresión en esa época. Entonces, alquilé una tienda por 70 dólares al mes y así fue como abrimos la oficina. Pero en cuanto hicimos eso, tomé cursos de inmigración, para aprender sobre las leyes de inmigración porque la gente se nos acercaba a hacer muchas preguntas. De esa manera podía ayudarlos. Había inmigrantes de América Latina. Entonces, en cuanto abrimos, comenzó a entrar gente y todos queriendo ayudar”.

Reconocido experto en política de inmigración, comenzó su ministerio con migrantes en 1976, cuando se desempeñó como director de reubicación de refugiados de la arquidiócesis durante nueve años, tiempo en el que también sirvió durante un período de dos años como director de la Oficina de Migración de los Servicios Católicos Comunitarios (Catholic Community Services) de Newark, hoy Caridades Católicas (Catholic Charities).

En 1985 fue nombrado director ejecutivo del Comité de Migración de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB). Fue nombrado monseñor en 1986.

“En 1985, justo cuando terminé el doctorado, supe que necesitaban un nuevo director para la oficina en Washington. Entonces, le pregunté a mi obispo: ‘¿Puedo presentar una solicitud?’ Acababa de instalarme en una parroquia”, recuerda Mons. DiMarzio.

“Él me contestó: ‘Postúlate. Si te llaman, te autorizaré a ir’. Me eligieron… y tuve que abandonar la parroquia. Pasé seis años en Washington, D.C. y luego regresé a New Jersey”.

Durante este tiempo creó la Red Católica de Inmigración Legal (Catholic Legal Immigration Network Inc.), conocida como CLINIC, por sus siglas en inglés, una corporación de servicios legales a través de la cual las diócesis ofrecen ayuda a nuevos inmigrantes para su reubicación, de la que más tarde sería su presidente durante seis años.

Ordenación episcopal

De regreso a Newark, en 1991, fue nombrado vicedirector ejecutivo de Servicios Católicos Comunitarios (Catholic Community Services), y al año siguiente se convirtió en director ejecutivo, posición que ocupó durante cinco años. También se desempeñó como Vicario de Servicios Humanos y vicepresidente de la junta de Archidiocesan Cathedral Healthcare Systems, supervisando sus hospitales.

En 1996, el papa Juan Pablo II lo elevó al rango de Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Newark. Desde 1998 hasta 2001 presidió el Comité de Migración de la USCCB.

En 2000, fue nombrado miembro del Consejo Pontificio para la Atención Pastoral de los Migrantes e Itinerantes.

Sexto obispo de Camden

El 8 de junio de 1999, fue nombrado sexto obispo de Camden, New Jersey. Allí estableció una Oficina de Ministerios Étnicos, una Oficina del Ministerio Católico Negro y una Oficina del Ministerio Hispano. También creó un apostolado para la comunidad haitiana y fundó dos misiones para servir a las comunidades coreana y vietnamita.

Séptimo obispo de Brooklyn

El 1 de agosto de 2003, Mons. DiMarzio fue nombrado Obispo de Brooklyn y el 3 de octubre de ese mismo año fue instalado en la Basílica de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en Sunset Park.

Al llegar a la diócesis, explicó que gran parte de su ministerio se centraría en una frase simple del Evangelio.

“En el Evangelio de Lucas 5 Jesús dice que hay que ‘Remar mar adentro’, y es lo que he aplicado a mi ministerio episcopal”, dice. “Es ese momento donde la gente se frustra, porque han probado diferentes vías. ‘Por más que lo intentamos durante toda la noche, no pescamos nada’, se quejan al sacerdote. Se han rendido. ‘¿Qué hacemos? ¿Qué más tenemos que hacer?’ Bueno, inténtalo de nuevo. Vuelve a echar la red. Confía en que Dios nos proveera la pesca, el crecimiento que necesitamos si seguimos intentando ser fieles a nuestras responsabilidades”, dice.

“La gente se da por vencida. Se deprime. No quieren probar nada. Desde que llegué aquí, de eso es de lo que siempre hablaba. Incluso durante mi instalación, volví sobre el mismo tema de revivir la Evangelización, seguirlo intentando. Nos esforzamos más por hacer lo que hemos hecho. No podemos hacer muchas cosas nuevas, pero hacemos lo que se supone que debemos, con más entusiasmo. Y eso es Evangelizar”.

Mons. Nicholas DiMarzio en una de las mesas de trabajo de la Comisión #7 dedicada a Inmigración y pastoral de emigrantes, un tema particularmente sensible para el obispo de Brooklyn. (Joaquin Badajoz/ Nuestra Voz)

Obispo de los inmigrantes

Una de las primeras cosas que hizo como obispo de Brooklyn fue hablar en la Marcha de la Libertad de los Trabajadores Inmigrantes, en Meadows Park, Flushing.

En noviembre de 2003, se unió a la comunidad musulmana de Brooklyn en una celebración del Ramadán, en Sunset Park, y asistió al Quinto Congreso Mundial del Consejo Pontificio para la Atención Pastoral de los Migrantes e Itinerantes en Roma.

El obispo fue el único residente en Estados Unidos dentro de los 19 miembros de la Comisión Global sobre Migración Internacional, auspiciada por el Secretario General de las Naciones Unidas y varios gobiernos. Comenzó su trabajo en diciembre de 2003 y concluyó el 31 de diciembre de 2005, luego de completar un informe titulado “Las migraciones en un mundo interdependiente: nuevas orientaciones para actuar”.

Relevancia nacional

De 2004 a 2007, Mons. DiMarzio presidió el Comité de Política Nacional de la USCCB. Durante su mandato, el comité enunció “Formando Conciencias para Ciudadanos responsables”, publicado en 2008, un llamado a la responsabilidad política de los obispos católicos de la nación.

También fue presidente del Comité de Migración de los Obispos, miembro de la junta directiva de los Servicios de Auxilio Católico (Catholic Relief Sevices, CRS por sus siglas en inglés), presidente de su comité de finanzas, y miembro del Bishops’ Task Force on Catholic Bishops and Politicians.

La lucha contra el abuso sexual

En sus 17 años como obispo de Brooklyn, se ha destacado como un firme defensor de aquellos que han sido víctimas de abuso por el clero y férreo promotor de las escuelas católicas, así como de los derechos de los inmigrantes. Guio a la Diócesis a través de reformas estructurales de sus parroquias y organizaciones diocesanas.

Brooklyn está en constante transformación

“Brooklyn está cambiando constantemente. No se pueden establecer demasiadas metas a largo plazo, o de lo contrario vas a sentirte decepcionado”, dice el obispo.

“Los vecindarios cambian, la gente cambia, básicamente hay menos católicos. Menos católicos vienen a la iglesia, menos católicos viven aquí. Cada año se matriculan 1,000 niños menos en las escuelas (que representan entre el 60 y el 70%), porque se mudaron fuera de la ciudad. No es que las escuelas fueran malas; pero la familia se va a otro lugar porque no podían darse el lujo de vivir en la ciudad. Querían mejores viviendas. No tienes la respuesta a eso. Pero eso siempre será un problema”.

Mons. DiMarzio ha sido un gran activista en favor de los derechos de los inmigrantes, algo que para él ha sido un regalo de Dios. (Darío López Capera/ Nuestra Voz)

Mirar en retrospectiva

El obispo reconoce que ha encontrado una enorme satisfacción en sus 50 años como sacerdote. “Sin arrepentimientos. En realidad, he sido bienaventurado. Ha sido un ministerio feliz, doloroso a veces, y otras cosas, pero no puedo decir que no fue satisfactorio, que no sentí que logré algo. Sabes, no puedes juzgarte a ti mismo, pero no me lamento de nada”, dijo.

¿Cuál ha sido su mayor satisfacción?

“Obviamente, la celebración de la liturgia, trabajar con la gente, visitar las parroquias, hablar con la comunidad, eso es lo más agradable”, explica. “El papeleo, no es algo que se disfrute. La administración es una parte necesaria, pero no placentera. No es algo que me de satisfacción”.

Jubilación

¿Cuáles son sus perspectivas de jubilación?

“El retiro no es algo que estoy deseando”, confiesa. “Sé que así es la ley. Pero, cuando estás en el mejor momento de tu carrera, es difícil retirarte. Se necesita mucho tiempo para poder decir que sé más o menos de qué se trata este trabajo, y cómo hacerlo. Pero entiendo que nadie puede trabajar toda la vida. Cuando tienes 75 años ya no tienes la energía de cuando tenías 65. Ya no es igual, aunque haces las cosas, te cuesta más, estás cansado, no lo puedes evitar”, añade.

“Una vez más, lo dejo en manos de Dios. Estaré disponible para ayudar al obispo que me suceda, si necesita algún consejo. Por lo tanto, no voy a renunciar a ser obispo ni a ser persona. Como he dicho, quiero trabajar más en asuntos de migración. Ser útil en algo que me inspire, y en eso podría aportar”.

Mons. DiMarzio había planeado celebrar su 50 aniversario con una Misa de Acción de Gracias en la Concatedral de San José, pero tuvo que ser pospuesta debido a la pandemia del COVID-19.