Monseñor Alfonso Cabezas nació en la ciudad de Neiva, Departamento del Huila, Colombia, en diciembre de 1943 y creció en un hogar de sólidos valores católicos junto a sus dos hermanos y tres hermanas.
“Mis padres eran cercanos a la parroquia, fueron buenos católicos y atentos a las celebraciones ordinarias y colaboradores con la catedral de Neiva. Procuraban ir a la santa misa y rezar el Santo Rosario todas las noches […] todo eso ha influido en la maduración de unas virtudes cristianas”, asegura Monseñor.
Cuando tenía 8 años recuerda que su primo Ricardo Cabezas, quien servía como diácono, lo invitó a una misa que un sacerdote fue a celebrar a Neiva y nunca olvidará que gracias a él pudo acompañarlos de cerca durante la eucaristía.
En 1956, al iniciar la escuela media y secundaria que en Colombia se conoce como el bachillerato, ingresó al Seminario Menor de los Padres Vicentinos en Santa Rosa de Cabal, Departamento de Risaralda. “Así fue transcurriendo la vida, fui haciendo un discernimiento, fui creciendo en ese llamado de nuestro Señor y se fue consolidando, yo en medio de la oración y del acompañamiento de las amistades que me rodeaban”, recuerda el prelado.
En 1961 ingresó al Seminario Mayor donde cursó filosofía y teología y concluyó sus estudios en 1968 cuando fue ordenado diácono transitorio por San Pablo VI que viajó a Colombia en el mes de agosto para asistir a la Asamblea del Episcopado Latinoamericano.
En 1969 recibió la ordenación sacerdotal de manos del arzobispo de Popayán, Monseñor Samuel Silverio Buitrago. “Después a trabajar se dijo alternando en los seminarios y en las misiones”, comenta.
De las primeras misas que ofició recuerda haberse sentido asustado “pero también muy emocionado, eso es lo que le queda a uno, ese misterio que comencé a celebrar desde esa primera misa. Las primeras eucaristías que uno celebra son emocionalmente impactantes y bonitas para uno y para los familiares, son experiencias únicas en la vida”.
En el ejercicio de su ministerio en Colombia sirvió en los seminarios de Popayán (Cauca), Garzón (Huila), Seminario Arquidiocesano de Ibagué (Tolima) y Seminario de Filosofía de los Padres Vicentinos en Medellín (Antioquia). También dirigió el noviciado y el seminario teológico de los vicentinos.
Monseñor Cabezas ha servido como misionero durante algunos periodos. Su primera experiencia fue con la comunidad indígena Páez en el Cauca y luego con la población afrocolombiana del bajo Cauca, lugares históricamente azotados por el flagelo de la violencia.
En 1984 fue asignado a servir como Visitador Provincial de la Comunidad de los Padres Vicentinos, cargo que ocupó por tres años. Posteriormente San Juan Pablo II lo nombró Obispo Auxiliar de Cali en 1988 y entre los años 1994 y 2002 fungió como Obispo de Villavicencio.
“Fui a trabajar a Villavicencio donde se concentraba una fuerza de guerrilleros de las FARC y de las Autodefensas, sumada a la presencia de la fuerza pública y el Ejército. Esa lucha en una diócesis que comprendía en ese entonces 80 mil kilómetros cuadrados. Estar uno en medio del fuego cruzado para salir a visitar parroquias rurales y muy distantes donde se llegaba en carro, avioneta, lancha, bus o lo que fuera”, recuerda Monseñor.
Con la violencia llegó el fenómeno del desplazamiento masivo de las zonas rurales a las ciudades. “Fueron momentos muy difíciles y de mucho desgaste pero Dios en su bondad permitió que esa diócesis creciera en medio de tanto sufrimiento y se fundó en 1993 el seminario donde tenemos buenas vocaciones y se han ordenado más de cien sacerdotes, lo cual es una bendición en medio de las tribulaciones y el sufrimiento del pueblo”, asegura.
En 2003, fue por un año a las misiones en Ruanda, Burundi y Este del Congo. Su paso por el continente africano estuvo marcado por frecuentes hechos de violencia. “El superior general de los vicentinos consideró que no era prudente quedarme allí y fue cuando me pidió que viniera a trabajar con la comunidad hispana en Brooklyn y Queens”, explica Monseñor.
Y es que desde aquí Monseñor Alfonso Cabezas continúa sirviendo a las misiones del África “consiguiendo lo que ustedes conocen como el ‘Fondo para las Chivitas’ para comprar animalitos para la gente más pobre de estos países”, afirma el religioso al tiempo que explica que su búsqueda de recursos también está destinada a apoyar un seminario que nació en Ruanda en 2003 para servir a las vocaciones vicentinas de Burundi, Ruanda y del Este del Congo.
Además, este prelado colombiano organiza dos banquetes anuales para recaudar fondos para la construcción de un nuevo seminario con mayor capacidad para alojar más seminaristas pues afortunadamente los frutos vocacionales allí son cada vez más. “La Diócesis muy amablemente nos ha colaborado, a través del Señor Obispo, y de Monseñor Charles, encargado de las misiones”, asegura Monseñor Cabezas.
Normalmente Monseñor viaja a estos países africanos durante el verano. “Allá la situación está mucho mejor sobre todo en Ruanda porque en Burundi y en Este del Congo lamentablemente la violencia ha seguido a raíz de las minas de coltán, oro y diamantes; lo que atrae la codicia de las grandes internacionales del dinero y hay también muchos grupos armados que todavía hacen sufrir a la población”, asegura.
Monseñor Alfonso Cabezas sirve a la Provincia de Estados Unidos de la Congregación de la Misión cuya base se encuentra en la iglesia San Juan Bautista, mientras vive en la residencia parroquial de la iglesia de Nuestra Señora del Buen Consejo, ambas ubicadas en Bedford-Stuyvesant (Brooklyn).
De la comunidad hispana de Brooklyn y Queens opina que “los hispanos tenemos ese cristianismo, catolicismo y religiosidad popular. Es un gran desafío para la iglesia ver cómo lograr que las segundas y terceras generaciones de hispanos católicos en los Estados Unidos no se desconecten de su fe a causa de este ambiente tan secular que los rodea”, reflexiona.