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Monseñor Nicholas DiMarzio, séptimo obispo de Brooklyn

BROOKLYN, Nueva York—. El 1º de agosto de 2003 Mons. Thomas Vose Daily anunció que su renuncia como obispo de Brooklyn, enviada diez meses antes cuando cumplió la edad reglamentaria de 75 años, había sido aceptada por El Vaticano. Desde entonces, Mons. Daily fue obispo emérito de Brooklyn hasta su muerte el 14 de mayo de 2017.

La instalación de Mons. Nicholas DiMarzio como séptimo obispo de la diócesis tuvo lugar dos meses después, el 3 de octubre de 2003, en la Basílica Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Nicholas Anthony DiMarzio nació y creció en Newark, New Jersey, y su infancia transcurrió justo cruzando la calle de la Basílica Catedral del Sagrado Corazón. Fue el primer hijo de un total de tres del matrimonio entre Grace y Nicholas DiMarzio. Sus abuelos paternos y maternos inmigraron a los Estados Unidos desde el Sur de Italia.

Su llamado “no fue una gran revelación sino más bien un deseo”, dice el Obispo, quien explica que siempre estuvo muy involucrado en la vida parroquial, viendo de cerca la vida consagrada y el ejemplo de sacerdotes y religiosas, por lo que supo temprano que quería seguir ese camino.

Mons. DiMarzio lee Nuestra Voz regularmente y habla español con fluidez. Este próximo 3 de octubre cumple 15 años como obispo de Brooklyn. (Darío López Capera/Nuestra Voz)

“La vida consagrada me atrajo desde niño, luego fui a la escuela secundaria y empecé seriamente a pesar en esa posibilidad y al terminar me matriculé en el seminario en Newark”, dice.

Asistió al Seminario de la Inmaculada Concepción en Darlington, Nueva Jersey, y fue ordenado sacerdote en 1970.

Mons. DiMarzio recuerda que cuando el Nuncio Apostólico le notificó su asignación como Obispo Auxiliar de Newark en 1996, lo hizo citando en italiano una de las frases de San Francisco de Sales que dice ‘no pidas nada, no rechaces nada’, lo cual básicamente es un llamado a cumplir la voluntad de Dios.

“A los tres años recibí otra llamada del Nuncio para decirme que sería el Obispo de Camden, New Jersey, y a los cinco años recibí otra para decirme que vendría aquí”, dice Mons. DiMarzio, quien, pese a que aún tenía muchos proyectos en curso en la Diócesis de Camden, aceptó con humildad y alegría este nuevo llamado como séptimo Obispo de Brooklyn.

Mons. DiMarzio con el Papa Francisco.

“Es como estar en el ejército. Dices ‘Si Señor’ y no pones condiciones”, bromea el prelado, agregando: “Realmente me hizo feliz venir aquí, y de eso ya van a hacer quince años”.

Mons. DiMarzio dice que quisiera ser recordado desde su faceta pastoral. “Aunque ciertamente administrar los recursos es una labor importante, desde el momento que llegué el evangelio que habla de ‘remar mar adentro’ me ha inspirado; porque nos enseña a esforzarnos más, incluso cuando estamos cansados o decepcionados porque no sucede lo que esperábamos. Sigue adelante, intentándolo y creciendo, sal de la comodidad de la orilla y adéntrate en la profundidad de las aguas, de donde podrás sacar más peces”.

Mons. DiMarzio mira al pasado con la satisfacción de ver cumplidos en el presente la mayoría de sus sueños de seminarista. “Cuando eres joven tienes sueños sobre lo que quisieras hacer, lo cual es importante, pero con los años te das cuenta de que algunos pueden cumplirse y otros, que no eran muy realistas, nunca pasarán. Cuando eres mayor eres más realista con tus propios límites, pero soñar es necesario para todos, porque si no soñamos no alcanzamos nada”, dice.

Desde sus diferentes asignaciones pastorales ha logrado su principal anhelo: servir a los inmigrantes. “Durante todo mi sacerdocio he trabajado en asuntos de inmigración y ha sido un regalo de Dios poder hacerlo”, dice la máxima autoridad eclesiástica de Brooklyn, quien a diario era testigo de la lucha de sus abuelos por salir adelante.

Durante su ministerio, el Obispo de Brooklyn ha levantado su voz en defensa de la dignidad y los derechos de inmigrantes y refugiados, problemática que ha puesto sobre la mesa en diferentes debates y escenarios nacionales e internacionales. Mons. DiMarzio ha fundado y administrado programas de ayuda para refugiados e inmigrantes tanto en EE.UU. como alrededor del mundo.

Entre de las cosas más satisfactorias de ser Obispo, para él, “es poder visitar tanta gente, celebrar la Eucaristía con ellos, hablar con ellos”, dice el prelado mientras me comenta que existe un libro titulado “El papel de los Obispos Retirados” que piensa leer cuando llegue el momento, porque por lo pronto, como él dice, se ha hecho mucho pero aún queda mucho por hacer.