La pandemia del COVID-19 es la causa de dos grandes pesares para los laicos de la Diócesis de Brooklyn.
Primero, porque sienten la pérdida de familiares, amigos y clérigos. Y, en segundo lugar, también lamentan cómo las medidas de salud pública obstaculizan las alegrías comunitarias de los miembros de movimientos eclesiales activos en la diócesis.
Su trabajo voluntario no se ha interrumpido, ayudando a la Iglesia en su misión de proclamar el Evangelio, pero ahora necesitan adoptar nuevas medidas, como mantenerse a dos metros de distancia, usar mascarillas faciales y limitarse a la adoración y la oración a través de Internet. Muchos de los voluntarios mayores que no se sentían atraídos por la tecnología digital de repente se convirtieron en verdaderos expertos en redes sociales.
Cruz-Teresa Rosero, coordinadora de Renovación Carismática Católica, es maestra de español jubilada que solo tenía una cuenta en Facebook cuando la pandemia llegó a las costas de Estados Unidos en marzo.
“No sabía nada sobre Zoom”, dice refiriéndose a la plataforma de videoconferencia más popular. “Pero la pandemia nos sacudió. Un día nos despertamos y ya no pudimos ir más a la iglesia. Tuvimos que agenciárnosla para averiguar cómo hacerlo. Entonces vi que la gente usaba Zoom y me dije: ‘Bueno, déjame aprender cómo se usa esto’. Durante 25 años enseñé en las escuelas públicas. Ahora soy maestra de tecnología”.
La Renovación Carismática Católica y el Camino Neocatecumenal se encuentran entre los 30 movimientos eclesiales aprobados por la diócesis. Entre estos también se encuentran: Apóstoles de la Palabra; Movimiento de Cursillo de Cristiandad; Movimiento de los Focolares; Rosario por la vida; Encuentro Matrimonial Mundial y Youth 2000, por mencionar algunos.
En estos grupos, el clero católico es consejero espiritual, pero los voluntarios son quienes hacen el trabajo. Los ministerios incluyen evangelización, fomento del crecimiento espiritual y misiones. Están activos en los vecindarios locales y de todo el mundo.
Estos son los mejores ejemplos de la vitalidad de la Iglesia moderna, dice Mons. Jonas Achacoso, quien oficia como enlace del obispo con los movimientos eclesiales de la Diócesis de Brooklyn.
“Ellos dan vida a nuestras parroquias”, expresa sobre los voluntarios. “Son los que realmente llenan los salones de las parroquias cuando se reúnen para diferentes ministerios”.
Mons. Achacoso está de acuerdo en que el COVID-19 obligó a los miembros de los movimientos a mantener sus contactos “virtualmente”, incluida la transmisión digital en vivo de los seminarios.
“Ahora todo está online”, dice. “Es la moda que impuso la pandemia. No es necesariamente lo más óptimo, pero es el llamado de los tiempos. Ha sido la mejor alternativa, aunque la gente está ansiosa por volver a estar juntos. Aquí es donde realmente vemos la unión, la comunidad y las amistades en la Iglesia”.
Mons. Joseph Malagreca, párroco de la Iglesia de la Santa Cruz en Brooklyn, también es director espiritual de los miembros hispanos y haitianos del movimiento diocesano Renovación Carismática Católica. Recordó su propia búsqueda acelerada de habilidades digitales.
“Puede que el mundo virtual no sea nuevo”, exclama, “¡pero yo sí me estoy estrenando en él!”
Sin embargo, desde marzo, Mons. Malagreca ha aprendido a “transmitir en vivo” la misa manejando una docena de ángulos de cámara con controles instalados en el altar.
- RELACIONADA: Estudiantes de las universidades católicas locales se preparan para comenzar su semestre de otoño
“Me siento cómodo haciéndolo”, dice, “aunque sinceramente, no tan cómodo como se sentiría un chico de 25 años. Yo visito el mundo virtual, ellos viven en él”.
Pero la tecnología también ha proporcionado nuevas percepciones sobre quién consume contenido digital y qué cantidad consume. Por ejemplo, Mons. Malagreca dice que las herramientas de análisis de redes sociales registraron 3000 visitas a principios de este mes de un congreso carismático para miembros haitianos. Según él, fue casi tan animado como un evento presencial.
“El movimiento”, explica, “se concentra en la realidad de que todo católico puede experimentar el poder del Espíritu Santo, manifestado por los dones del Espíritu Santo, incluyendo profecía, hablar en lenguas y sanidad. Entonces, digamos que puede ser muy fervoroso”.
“En algún momento de marzo o abril, comenzamos a escuchar el término ‘eventos híbridos’, un reflejo de la idea de que podría haber presencia física para algunas personas, pero otras tenían que asistir virtualmente”, añade.
Ahora, a medida que las restricciones para asistir a misa comienzan a disminuir, Mons. Malagreca prevé más eventos que permitan una asistencia en persona limitada, pero con todos los demás participando a través de las redes sociales.
A Cruz-Teresa Rosero le preocupa que a pesar de las ventajas de la tecnología, aún se desconoce mucho acerca de cuántas personas continúan involucradas con la Renovación Carismática y el resto de la diócesis.
“Todavía tenemos que saber cuántas personas murieron a causa del virus”, dice. “Sabemos, con solo escuchar sus historias, que muchas personas todavía necesitan de nuestra oración. Algunos están en las redes sociales, pero otros no. No estábamos preparados para esto. Si lo estuviéramos, podríamos haber tomado su información de contacto. Los líderes y coordinadores, todos seguimos aquí, en Zoom, pero hasta que volvamos a estar juntos, no sabremos exactamente cómo está el resto de los miembros. Ojalá podamos reunirnos en dos o tres meses”.
Esta puede ser una expectativa optimista. La realidad es que para que muchos de los movimientos eclesiales puedan reanudar sus actividades regulares sin restricciones puede pasar mucho tiempo.
El Camino Neocatecumenal, por ejemplo, se considera una comunidad en sí misma. Orienta a los adultos después del bautizo en una formación más profunda de la fe. Es particularmente efectivo para las personas que alguna vez abandonaron la Iglesia, pero quieren volver a sus enseñanzas y su hermandad.
El padre Nicolás Apollonio siguió el “Camino” desde su Italia natal hasta el sacerdocio.
Ahora es párroco de St. Gabriel en East Elmhurst, asistió al Seminario Redemptoris Mater de Newark, New Jersey, que también produjo dos incondicionales en el Camino Neocatecumenal: el padre Jorge Ortiz-Garay y el padre Gioacchino Basile.
El padre Ortiz-Garay, en marzo, se convirtió en el primer sacerdote fallecido por COVID-19 en los EE.UU. La enfermedad también robó la vida del padre Basile días después. Ambos sacerdotes sirvieron en la Diócesis de Brooklyn.
El padre Apollonio dice que sus vidas inspiran a los feligreses pastorales, sin importar el costo. Los comparó con San Damián de Molokai, el sacerdote belga que murió de lepra mientras servía a los afectadas por la enfermedad en Hawai a fines de la década de 1880.
“¿Quién querría morir por un leproso?”, se pregunta el padre Apollonio, “pues eso fue lo que hizo, y Cristo murió por todos. De la misma manera Gioacchino y Jorge amaron a sus feligreses hasta sus últimos días.
“Estamos siguiendo todas las pautas para el distanciamiento social. Pero, dondequiera que esté, si está bautizado, su vida es una liturgia.
Estamos llamados a ser sal, luz y levadura, y si lo somos, la Iglesia no puede detenerse, ni siquiera en los momentos más difíciles”.