CHALATENANGO, El Salvador (CNS) – Representantes de la Conferencia de Obispos Católicos de EE.UU. celebraron una misa el 20 de enero pasado en la tumba de las dos mujeres estadounidenses de la Congregación de Hermanas Dominicas de Maryknoll sepultadas en El Salvador -donde fueron asesinadas en 1980- y reconocidas en ese pais como “mártires” y “modelos” para la Iglesia Católica.
La tumba de las hermanas Maura Clarke e Ita Ford sirvió de altar donde concelebraron el obispo auxiliar retirado de la diócesis de Brooklyn, Mons. Octavio Cisneros, el padre Leo Pérez de los Oblatos de María y el obispo de Chalatenango, Mons. Oswaldo Escobar Aguilar.
Los representantes estadounidenses están de visita pastoral en El Salvador para reunirse como Subcomité de la Iglesia en América Latina de la USCCB, del que el obispo Cisneros es presidente.
“Para mí es un placer estar aquí, y celebrar esta Eucaristía, porque ambas eran de mi diócesis”, dijo el obispo Cisneros a un pequeño grupo de sacerdotes que se reunieron cerca de las tumbas.
Las hermanas Ford y Clarke estaban sirviendo en una misión durante una época de lucha civil en El Salvador en 1980 cuando, junto con la hermana ursulina Dorothy Kazel y la misionera laica Jean Donovan, también de Estados Unidos, fueron torturadas, violadas y asesinadas por las fuerzas militares salvadoreñas el 2 de diciembre de 1980.
El obispo Escobar dijo al Catholic News Service el 21 de enero que los obispos salvadoreños están trabajando en la causa de canonización de estos “amigos/compañeros mártires,” que incluirá a las cuatro mujeres, así como a otros sacerdotes nacidos en el extranjero, como un grupo de jesuitas nacidos en España asesinados en 1989 y otros católicos salvadoreños asesinados durante la guerra civil de ese país.
Siguiendo la costumbre de Maryknoll de que las hermanas sean enterradas donde sirvieron, los cuerpos de las hermanas Ford y Clarke se encuentran junto a los de otras víctimas de la guerra en el cementerio de Chalatenango, donde los católicos celebran una fiesta de los mártires locales el día en que murieron las mujeres, aunque aun no hayan sido reconocidas como mártires oficialmente por la Iglesia.
El obispo Cisneros colocó el Libro de los Evangelios y la Eucaristía sobre sus tumbas, decoradas con azulejos en forma de palomas blancas. Una tercera misionera estadounidense de Maryknoll, la hermana Carla Piette, que murió en Chalatenango durante una inundación, también está enterrada allí.
“Fue muy significativo tener aquí a un obispo de Brooklyn y de la zona de donde eran estos mártires”, dijo el obispo Escobar a CNS. “Creo que el Espíritu Santo abre el camino para causas que antes parecían cuesta arriba o llenas de obstáculos. Fue hermoso que pudiéramos celebrar de manera extraoficial, no prevista, días después de que la conferencia episcopal salvadoreña, en su última reunión del 19 de enero, decidiera comenzar a trabajar en una causa para los compañeros mártires de San Oscar Romero”.
Monseñor Cisneros dijo que, para la mayoría de la gente, es difícil entender la palabra de Dios, que detalla lo que la gente necesita para una vida feliz – humildad, misericordia, perdón, paz, justicia y entrega de la vida – porque va en contra de lo que otras fuerzas le dicen a la gente que necesita para ser feliz.
“El mensaje de Cristo nos dice lo contrario”, dijo. “Y es tan difícil de entender, pero hay hombres y mujeres que, con la ayuda de la gracia, pueden entenderlo como lo entendieron Maura, Ita, Jean y Dorothy”.
Las mujeres eran conocidas por poner a salvo a los salvadoreños heridos, incluidos muchos niños, entre los pueblos donde prestaban servicio, llevándoles comida, medicinas, una sonrisa, un abrazo, seguridad, durante las dificultades. Como eran de Estados Unidos, podían viajar con más libertad por las carreteras controladas por las fuerzas militares salvadoreñas y, según muchos, con más seguridad.
Pero durante un viaje desde el aeropuerto, donde Donovan y la hermana Kazel habían recogido a las hermanas Ford y Clarke después de una conferencia, los soldados detuvieron la furgoneta en la que viajaban, y no se volvió a ver a las mujeres con vida. Sus cuerpos fueron localizados más tarde en una fosa poco profunda. Algunos funcionarios del gobierno estadounidense parecían despreciar el crimen, casi sugiriendo que las religiosas y Donovan estaban involucrados en actividades subversivas.
El obispo Cisneros dijo que cuando la gente intenta seguir el Evangelio, “habrá críticas” y, en el caso de las mujeres, “sufrieron críticas, diciéndoles que eran comunistas, que pertenecían a ciertas ideologías”.
“Pero el Evangelio no es una ideología, el Evangelio es un camino divino de amor”, dijo durante su homilía. “Cómo sufrieron, no sólo por las armas que les arrebataron la vida, sino con las críticas de tantos… cuando empezamos a insultar a la gente, eso dice más de nosotros que de ellos”.
El padre Pérez, que es director de la colecta de la USCCB para América Latina, dijo que estaba contento de participar en la misa.
“No queremos que sea la última vez que llevamos la Eucaristía a las hermanas”, dijo. “Qué feliz e histórico fue”.
El obispo Escobar dijo que se han celebrado misas en el lugar donde están enterradas, pero que las tumbas no habían sido utilizadas, según su conocimiento, como altar.
“Tenía el sentido de cómo celebraban los primeros cristianos”, dijo, y añadió que era aún más especial porque estaba presente un obispo de su parte del mundo.
“Que sean modelos para todos nosotros, para los sacerdotes, los obispos, los laicos, de cómo llevar nuestras vidas enfocadas en otra dirección”, dijo el obispo Cisneros. “Que este sea un momento de gracia para nosotros, para vivir en santidad”.