“A ver, niños, guarden silencio”. El joven catequista se esforzaba en presentar las enseñanzas cristianas a un grupito de muchachos. Tarea ardua, pero prometedora. No es fácil controlar a unos revoltosos personajillos y menos hacer que presten atención a temas serios. Claro hay que ser un verdadero maestro para adaptarse a su edad juvenil. Y Cristo, sí lo hizo. Nos lo cuenta el evangelio de san Lucas en la parábola los niños caprichosos:
Jesús les dijo: ¿Con quién puedo comparar a los hombres del tiempo presente? Son como niños sentados en la plaza, que se quejan unos de otros: ”Les tocamos la flauta y no han bailado; les cantamos canciones tristes y no han querido llorar”.
Jesús dirige la parábola a la “gente de hoy”, es decir, al pueblo de Israel. Comienza con una pregunta. Es la forma que usaban antiguamente los rabinos al inicio de una lección. De esta manera atraían la atención de los presentes. Luego, describe la vida de un pueblo donde hay niños jugando en las calles. Es sorprendente ver el espíritu de observación del Señor. De una sencilla vista de chicos saca unas sabias lecciones. El Maestro los ve gritando y vociferando. Unos alzan la voz, otros protestan. Pues si tocan con la flauta canciones alegres, nadie quiere bailar. Pero si entonan canciones tristes, no lloran. Jesús les reprende porque nada les satisface. ¡Qué difícil es acertar con estos niños caprichosos!
A veces uno pierde la paciencia. Pero ésta no es la lección de la parábola, pues el evangelio le añade esta segunda parte: Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y dijeron: Está endemoniado. Luego vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: Es un comilón y un borracho, amigo de cobradores de impuestos y de pecadores.
En la segunda parte la interpretación cambia. El Señor quiere responder a la pregunta de los discípulos de Juan: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Jesús aprovecha el ejemplo de los niños y lo aplica a los fariseos. Les dice: Ustedes se comportan exactamente como esos niños dominantes, peleones y odiosos. Culpan a sus compañeros porque no se alegran con sus cantos ni lloran con sus tristes melodías. Con nada están satisfechos. Son como los aguafiestas. Todo lo que hacen es dar órdenes y criticar. Para ustedes el Bautista es un loco, porque ayuna; mientras ustedes tienen sus grandes fiestas. A mí me reprochan, porque como, bebo y soy amigo de los publicanos; mientras ustedes discriminan e insisten en la estricta separación de los pecadores. Son incapaces de perdonar, y rechazan el evangelio. Así, ustedes se quejan y actúan como los niños de la calle; ni juegan, ni dejan jugar.
Esta breve parábola no la comprende todo el mundo. Ya lo había profetizado Isaías: “Sus oídos no saben escuchar, sus ojos están cerrados. No quieren ver con sus ojos, ni oír con sus oídos y comprender con su corazón”. Uno podría considerar la primera parte y ver si somos capaces de analizar la vida y sacar conclusiones como lo hizo Jesús. O, reflexionar sobre su segunda parte y ver si discriminamos o aceptamos a los demás como son. ¿Cuál es el mensaje de Jesús que sacas de esta parábola?