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Obispos levantan su voz contra la pena de muerte a raíz de la reanudación de ejecuciones federales

En 2003, Lezmond Charles Mitchell fue sentenciado a pena de muerte tras ser declarado culpable de un caso de doble asesinato.

Las víctimas mortales como resultado del robo de un auto en la reserva Navajo en Arizona dos años antes, fueron una niña de 9 años y su abuela de 63.

Lezmond Charles Mitchell, quien ahora tiene 38 años, es el único nativo americano entre los otros 58 presos condenados a muerte en la Penitenciaría de Estados Unidos Terre Haute, en Indiana. Está previsto que muera por inyección letal el 26 de agosto.

A no ser que se produzcan detenciones o indultos de última hora, Lezmond Charles Mitchell será el cuarto recluso federal ejecutado este verano (tres ocurrieron en julio) y hay otro programado para el 28 de agosto, al que le seguirán dos más a fines de septiembre.

Si bien muchos obispos católicos insisten en que la Iglesia debe oponerse enérgicamente a la pena de muerte, no todos los católicos están de acuerdo, y casi la mitad no comparte este punto de vista.

“Puede comprobarse en diferentes encuestas”, dijo el obispo Frank Dewane de la Diócesis de Venice, en Florida, antiguo presidente del Comité de Justicia Nacional y Desarrollo Humano de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés).

“Según mi experiencia, me topé con personas que no se dejaban convencer fácilmente”, dijo. “Entonces, la Iglesia constantemente tiene mucho trabajo por delante”.

Mons. Dewane señaló que Estados Unidos se encuentra entre una lista cada vez más reducida de países con pena de muerte, incluidos Irán, Irak y Arabia Saudita.

“Somos un caso atípico”, dijo el obispo, “y no estamos en la mejor compañía”.

Más del 70 por ciento de los países del mundo “han abolido la pena capital en la ley o en la práctica”, según el Centro de información sobre pena de muerte en Washington, D.C.

Pero la pena de muerte cuenta con el apoyo del presidente Donald Trump, quien recientemente tuiteó sobre Dzhokhar Tsarnaev, de 27 años, el atacante convicto del maratón de Boston, cuya sentencia de muerte fue anulada el 31 de julio debido a un error del juez que supervisó el caso, durante los procedimientos anteriores.

“Es ridículo”, tuiteó Trump. “Rara vez alguien ha merecido más la pena de muerte que el atacante de Boston, Dzhokhar Tsarnaev. Tantas vidas perdidas… y arruinadas. El Gobierno Federal debe solicitar nuevamente la pena de muerte en una reposición de ese capítulo del juicio original. Nuestro país no puede permitir que la decisión de la apelación se mantenga”.

La oficina del cardenal de Boston, Mons. Seán Patrick O’Malley, declaró en un comunicado que, si bien un nuevo juicio de sentencia podría seguir dando más dolor a las familias de las víctimas y sobrevivientes, “la enseñanza católica no apoya la muerte como un medio para hacer justicia”.

Además, “el incomprensible sufrimiento de tantos causado por este atroz crimen debería ser adecuadamente cumplido con una sentencia de prisión perpetua sin posibilidad de libertad condicional”.

El obispo Dewane dijo que cree que la generación de adultos jóvenes tiende a oponerse a la pena capital más que sus padres y abuelos.

“Ese segmento de la población no ha vivido lo que vieron las generaciones mayores”, expresó. “Estos últimos tienen algo de experiencia en la guerra, gente que regresó diciendo: ‘Tuve que matar a alguien y eso me cambió para siempre’. Y otros que confesaron: ‘Hice lo que tenía que hacer’ ”.

“Pero las nuevas generaciones no tienen ninguna referencia vivencial de ese fenómeno y tienden a oponerse a la pena de muerte”.

Mons. Paul S. Coakley, arzobispo de Oklahoma City, y presidente del Comité de Justicia Nacional y Desarrollo Humano de la USCCB.

Mons. Paul Coakley, arzobispo de la ciudad de Oklahoma, quien actualmente preside el Comité de Justicia Nacional y Desarrollo Humano de la USCCB, explicó por qué cree que existen opiniones divididas.

“Creo que muchos feligreses no entienden ni aceptan la enseñanza católica sobre la inadmisibilidad de la pena de muerte”, declaró el arzobispo Coakley a The Tablet. “Supongo que es comprensible porque nuestra enseñanza ha evolucionado sobre el tema”.

Los obispos Coakley y Dewane recapitularon cómo el papa Francisco, en el año 2015, se hizo eco de los llamamientos de los papas anteriores sobre “la abolición global de la pena de muerte”.

Pero el Santo Padre Francisco fue más allá en 2018, cuando hizo la actualización del Catecismo de la Iglesia Católica. Ahora dice: “La pena de muerte es inadmisible porque es un atentado a la inviolabilidad y a la dignidad de la persona”.

Los obispos concuerdan en que decirle a alguien qué creer no es lo mismo que explicar por qué. Eso requiere tiempo, paciencia, oración y amor.

“Un lugar apropiado para eso es la misa”, dijo Mons. Nicholas DiMarzio obispo de la Diócesis de Brooklyn.

“Esa es una gran diferencia”, añadió el prelado. “Las personas que asisten regularmente a misa, comprenden las enseñanzas de la Iglesia”.

El obispo DiMarzio dijo que es importante tener en cuenta que “el mismo Jesús se sometió a la pena capital”, pero antes de hacerlo, invirtió las enseñanzas del Antiguo Testamento sobre el castigo severo por delitos graves; incluyendo la doctrina de “ojo por ojo”.

“Las enseñanzas del Nuevo Testamento lo contradicen totalmente”, explicó Mons. DiMarzio, “y se debe proteger la santidad de la vida”.

Por ejemplo, en Mateo 5:38-48, Jesús les dice a sus seguidores: “No resistan al malvado” y “Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores”.

Mons. Dewane recordó que el quinto mandamiento, “No matarás” (Éxodo 20:13), es una declaración definitiva de las expectativas de Dios. Y Jesús lo revalida, agregó, en el Nuevo Testamento.

“El respeto que vimos transmitir a Cristo, según se registra en las Escrituras, fue por proteger la vida”, dijo Mons. Dewane. “Fíjense en él resucitando a otros de entre los muertos (Juan 11: 43-44). En verdad, no creo que nadie pueda tener la sensación de que Cristo dijo que estaba bien matar”.

El arzobispo Coakley señaló otro pasaje del Antiguo Testamento (Génesis 1:26-27): “Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza». (…) Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó”.

“Debemos comenzar por nuestra creación”, dijo el arzobispo Coakley. “Esa es la fuente de nuestra dignidad. No nos la da el estado, ni ningún estado puede quitárnosla”.