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Pagar las deudas antes de decirle ‘Sí’ al Señor

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BROOKLYN, Nueva York–. “Sí, hay una crisis vocacional, pero tenemos que darnos cuenta de que los préstamos estudiantiles son un inhibidor sustancial de nuestras vocaciones y las personas que quieren entregar sus vidas a Dios”, dice Norvilia Etienne, una estudiante universitaria que está cursando el último año de su carrera en el Queens College.

En febrero pasado, esta feligresa de la Sagrada Familia, en Fresh Meadows, solicitó ingresar a la comunidad religiosa de las Benedictinas de María, Reina de los Apóstoles. Después de la evaluación, fue aceptada en la orden. Sin embargo, había una “pequeño” inconveniente: debía saldar cualquier deuda financiera, incluidos los préstamos estudiantiles, antes de poder ingresar como candidata.

“En primer lugar, quiero que la gente sepa que existe este problema”, dice Etienne. “Porque está afectando a muchas personas que quieren convertirse en religiosas”.

Un estudio realizado en 2012 por CARA para la Conferencia Nacional de Vocaciones Religiosas descubrió que mientras la mayoría de los institutos religiosos tienen una política escrita o práctica aceptada sobre la deuda educativa, el 70 por ciento de las comunidades religiosas donde más de tres candidatos tenían deuda educativa informaron haber rechazado a alguien. En el mismo estudio, el 80 por ciento de esas comunidades pidió a los posibles candidatos que retrasaran su solicitud debido a la deuda.

Recibiendo el premio Champion of Life por su activismo pro-vida

No todos los institutos religiosos tienen la capacidad de asumir la deuda educativa de los candidatos, aunque según el mismo estudio, algunos la asumen y la pagan con el tiempo o les piden a los candidatos que aplacen sus préstamos. Un pequeño número paga intereses sobre los préstamos estudiantiles hasta que el miembro profesa votos perpetuos.

Cuando Etienne se gradúe la próxima primavera, la deuda impaga de su licenciatura supondría un obstáculo potencial para unirse a la vida religiosa. Así que sus hermanas benedictinas le presentaron a The Laboure Society, una organización sin fines de lucro que ayuda a las personas que desean unirse a la vida religiosa o al sacerdocio mediante la recaudación de fondos para pagar sus préstamos.

Sentadas en uno de los cubículos de un restaurante en Fresh Meadows, la estudiante universitaria hizo despliegue de todas las características comunes a la mayoría de los estudiantes durante las vacaciones de verano: relajada, tranquila y hambrienta de aventura. Mientras hundía su tenedor en una tortilla vegetariana tan grande como su sombrero, su risa era contagiosa.

“Son $ 60,000 dólares”, me dijo. “Eso es lo que me tiene preocupada. ¡Sería genial si apareciera un benefactor que me escribiera un cheque por esa cantidad para que todo terminara! ¡Y estaría libre para entrar al convento!

Esta es la cantidad que le corresponde recaudar como parte de un fondo colectivo que promedia la cantidad que cada candidato debe esforzarse por alcanzar, independientemente de su deuda. Etienne es una de las 17 estudiantes a las que su comunidad o diócesis religiosa ha aceptado, pero que no tienen la libertad financiera para ingresar. Con la ayuda de The Laboure Society, sus donaciones se repartirán entre la clase y se aplicarán a los préstamos de los estudiantes durante un período de tiempo determinado.

Con Fray Paul, capellán de Queens College.

En un correo electrónico enviado a The Tablet, la Directora de Admisiones de Laboure, Maritza Sánchez, declaró que su organización ayudó a candidatos de diversos orígenes, incluidos médicos, enfermeras, enfermeras, abogados, maestros, terapeutas e incluso artistas.

Uno se pregunta ¿qué pasará por la mente de una estudiante universitario que debe terminar su último año de estudios, y además, recaudar miles de dólares antes de poder entrar a una orden de monjas benedictinas que han ocupado los primeros lugares de la lista de éxitos de Billboard?

La respuesta es simple: esperanza.

“Estoy ansiosa por entrar”, dijo. “Quiero entregarle mi vida a Él y cualquier cantidad que alguien pueda donar será de una gran ayuda”.

Cada vez que la camarera se detenía en la mesa de Etienne, sus modales eran evidentes con cada “gracias” y “por favor” salpicados entre su gran sonrisa. Uno nunca sospecharía que, escondido en lo profundo de esa joven vivaz y segura, había un deseo de dedicar toda su vida a Jesucristo como monja de clausura, orando en particular por más vocaciones al sacerdocio.

“Quiero que mi vida no tenga sentido si no existe un Dios, por lo que la única forma en que mi vida podría tener sentido es que exista Dios”, explica. “Para ser honesta, no lo sabía antes, pero lo cierto es que vida de clausura no tendría sentido si no existiera Dios. Así de simple. Esa es la verdad”.

Para Etienne no fue tan fácil darle el “sí” a una vida aislada del mundo exterior. Inicialmente pensó que su personalidad burbujeante funcionaría mejor como una hermana trabajando en las trincheras de una comunidad específica. Durante meses, pasó incontables horas viendo diferentes videos de monjas en YouTube durante su búsqueda para encontrar la congregación que sería una buena opción. Haya sido una intervención divina, o la inspiración de uno de sus santos favoritos —también de una monja de clausura—, Santa Teresa de Lisieux, Etienne finalmente redujo su selección hasta llegar a las Hermanas Benedictinas. Cuando visitó su casa madre fuera de Kansas City, Mo., una sensación de paz la embargó. Fue entonces cuando supo que estaba en casa.

El camino a su vocación religiosa está lleno de zigzags. Cuando llegó a Nueva York era una adolescente y una inmigrante católica de cuna de la isla caribeña de Santa Lucía. En ese momento, recuerda que sentía que la fe era un gran peso. Su abuela oró durante casi 40 años para que alguien de su familia se uniera a la vida religiosa, pero Etienne no podía sentir empatía. Ella iba a misa todos los domingos por obligación, no porque tuviera una relación especial con Dios.

Aunque su desempeño en los estudios era sobresaliente, a pesar del éxito académico en la universidad, sentía un profundo vacío. Esa persistente necesidad de encontrar un propósito llevó a Etienne a la acción.

Con sus compañeros de Wilberfoce Fellows 2017 – Students for Life of America. (Cortesía Norvilia Etienne)

Durante una reunión de jóvenes adultos en Catholic Underground decidió derramar su corazón en la adoración eucarística. Fue después de ese encuentro personal con Cristo que experimentó un sentimiento de paz. Poco tiempo después, Etienne se encontraba en una peregrinación a la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, Polonia. Allí experimentó el sacramento de la reconciliación con un cardenal que le dijo que el deseo que sentía en su corazón respondía a un propósito y que era su responsabilidad encontrarlo.

Norvilia con su abuela, quien ha sido una inspiración en su vocación religiosa. (Cortesía Norvilia Etienne)

Una afirmación tras otra le fueron confirmando que iba en la dirección correcta. Pronto recibiría un impulso especial de otra mujer especial en su vida.

“Todo se lo debo a Nuestra Señora”, dice. “Voy a poner toda mi vida en sus manos. Esta es una parte muy importante de mi viaje de discernimiento: la consagración a Jesús a través de María guiada por ‘33 días hacia un glorioso amanecer’”, continúa. “Después de consagrarme a Jesús a través de María, empezaron a lloverme las gracias para que pudiera seguir haciéndose la voluntad del Señor”.

Hubieron otros momentos de certeza y algunos de ellos muy interesantes.

“Recuerdo claramente haber pensado: ‘¡Oh no, esa es mi abuela que ha estado rezando para que me haga monja!’

Seguir la voluntad del Señor no solo significó su discernimiento en la vida religiosa, sino que también incluyó la lucha en un frente muy diferente. Al regresar a Nueva York, Etienne conoció a los miembros de la organización pro-vida Students for Life y, aunque un poco vacilante al principio, ayudó a fundar el primer grupo pro-vida de su campus. Sin embargo, la idea pronto se encontró con la oposición de la escuela —la administración no la aprobó.

Selfie con el vicepresidente Mike Pence. (Cortesía Norvilia Etienne)

“Nunca hubiera imaginado que desafiaría a mi universidad fundando un club pro-vida. ¿Yo? No” —dice ella.

No fue hasta que los funcionarios de Queens College recibieron su litigio que la junta aprobó su grupo.

Antes de la demanda, Etienne buscó la guía de otra persona clave en su vida, su director espiritual, el Padre Christopher O’Connor, párroco de María Auxiliadora, en Woodside, quien todavía juega un importante papel en su proceso de discernimiento.

“Lo adoro”, dice.

Un año después, la joven, una vez ansiosa de propósitos, luce calmada, mientras pasa con rato con nosotros en un restaurante de Queens, antes de su próxima reunión con un potencial benefactor. Abrirle su vida a la voluntad de Dios la ha llevado a Polonia e incluso a la Casa Blanca, donde se tomó infinidad de selfies con el vicepresidente Mike Pence, como representante de Student For Life.

Esperamos que en otro año, con la ayuda de la Iglesia a la que quiere servir, y de algunas almas generosas dispuestas a servir de instrumentos de Dios, esté diciendo nuevamente “sí”, esta vez como Norvilia, la novicia.

 

Nota del editor: para ayudar en la recaudación de fondos de Etienne, visite: https://labouresociety.org/norvilia-etienne