ROMA — Aunque coincidió con él en que la crisis del abuso clerical es una “catástrofe”, el papa Francisco rechazó la renuncia que le presentó el cardenal alemán Reinhard Marx como arzobispo de la Arquidiócesis de Munich.
“Me dice que está atravesando un momento de crisis, y no solo usted, sino también la Iglesia en Alemania”, escribió el pontífice en una carta fechada el 10 de junio. “Toda la Iglesia está en crisis debido al asunto del abuso; pero sobre todo, la Iglesia de hoy no puede dar un paso adelante sin abordar esta crisis”.
La “política del avestruz” de esconder la cabeza en la arena no conduce a ninguna parte, argumenta el Papa, y la única forma de abordar la crisis es abordarla “desde nuestra fe pascual”.
La Iglesia católica alemana ha estado luchando durante mucho tiempo para abordar la crisis de abuso clerical, con varios funcionarios de alto rango, incluidos los cardenales Marx y Rainer Woelki de Colonia, acusados de no haber manejado correctamente las acusaciones.
El cardenal Marx, de 67 años, había ofrecido su renuncia al Papa Francisco el 21 de mayo a pesar de estar a ocho años de la edad de jubilación reglamentaria de 75. En su carta, el prelado dijo que quería asumir su parte de responsabilidad por la “catástrofe del abuso sexual” cometido por representantes de la Iglesia Católica.
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El cardenal Marx es miembro del equipo de cardenales que asesoraron al Papa sobre la reforma de la curia romana y durante mucho tiempo ha sido percibido como un aliado del Papa argentino.
Según la ley de la iglesia, un obispo puede ofrecer su renuncia, pero siempre depende del Papa decidir si la acepta o no. A través de la carta del jueves, el Papa dejó en claro que no la acepta.
“Si tienes la tentación de pensar que, al confirmar tu misión y no aceptar tu renuncia, este obispo de Roma (tu hermano que te ama) no te comprende, piensa en lo que sintió Pedro ante el Señor cuando, a su manera, le presentó su resignación: ‘Apártate de mí, que soy un pecador’, y escucha su respuesta: ‘Pastorea mis ovejas’”.
“En primer lugar, gracias por su valentía”, escribió el Papa en una carta escrita en español coloquial argentino, que tiene diferencias gramaticales con el que se habla en otros países, dejando en claro que era de su puño y letra. “Es un valor cristiano que no teme a la cruz, no teme ser humillado ante la tremenda realidad del pecado”.
El Papa le dice a al cardenal Marx que tenía razón al describir la crisis de abusos como una “catástrofe” y reconoció la “triste historia de abusos sexuales y la forma en que la Iglesia los abordó hasta hace poco. Darse cuenta de esta hipocresía en la forma de vivir la fe es una gracia, es un primer paso que debemos dar”.
“Tenemos que hacernos cargo de la historia, tanto a nivel personal como comunitario”, escribió el Santo Padre. “No podemos permanecer indiferentes ante este crimen. Asumir supone ponernos en crisis”.
Reconocer la historia de los abusos, tanto a nivel individual como comunitario, continúa la carta, significa que si bien es correcto interpretar situaciones históricas con la hermenéutica de la época en la que ocurrieron, esto no “nos exime de tomar las riendas y asumirlas como historia del ‘pecado que nos asedia’”.
“Por eso, en mi opinión, todo obispo de la Iglesia debe asumirlo y preguntarse ¿qué debo hacer ante esta catástrofe?”, escibió el papa Francisco.
Hay un número creciente de voces, particularmente entre los expertos en la lucha de la Iglesia contra el abuso sexual por parte del clero, que afirman que la mayoría de los obispos que han estado en el cargo durante más de diez años han manejado mal en algún momento algún caso de abuso.
La Iglesia, insiste el Papa, no se salvará por su propio prestigio, “que tiende a ocultar sus pecados”, ni por el poder del dinero y la opinión de los medios de comunicación, señalando que a menudo “somos demasiado dependientes de ellos”.
“Es urgente ‘ventilar’ esta realidad de abusos y de cómo procedió la Iglesia, y dejar que el Espíritu nos lleve al desierto de la desolación, a la cruz y a la resurrección”, escribió Francisco. “Es el camino del Espíritu que debemos seguir, y el punto de partida es la humilde confesión: nos hemos equivocado, hemos pecado. Ni las encuestas ni el poder de las instituciones nos salvarán”.