CIUDAD DEL VATICANO (Por Carol Glatz/CNS)—. El papa Francisco dijo que en estos tiempos parece que Satanás, “el gran acusador, se ha soltado y se ceba con los obispos. Es verdad, todos somos pecadores, también nosotros los obispos”.
Los obispos tienen que recordar, particularmente cuando están bajo ataque, que tienen que orar, ser humildes, sabiendo que Dios los escogió, y mantenerse cercanos al pueblo, dijo el papa Francisco durante su homilía matutina.
De hecho, un obispo “no busca refugio en los poderosos, en las élites, no. Serán las élites las que critiquen al obispo, mientras que el pueblo le muestra amor a su obispo y lo confirma en su vocación”, dijo el papa el 11 de septiembre.
El gran acusador “intenta destapar los pecados, para que se vean, para escandalizar al pueblo”, él dijo durante su homilía de la Misa matutina en la Casa Santa Marta.
El papa reflexionó sobre la lectura del día del Evangelio según San Lucas (6:12-19), que cuenta cómo Jesús fue a la montaña a orar antes de escoger a sus 12 apóstoles; los primeros obispos de la iglesia. Pero la homilía también reconoció que los obispos nombrados durante el pasado año estaban en Roma para una serie de cursos sobre su ministerio.
Él dijo que era un buen momento para reflexionar sobre lo que hizo Jesús en ese relato del Evangelio —orar, elegir a otros y ministrarle a la multitud— y lo que eso les enseña a los obispos de hoy día.
El orar de Jesús por sus apóstoles significa que Jesús siempre está orando por sus obispos, lo cual es “es el gran consuelo que un obispo tiene en los momentos malos”, él dijo.
Los obispos deben ser también hombres de oración, orando por sí mismos y por el pueblo de Dios, él añadió.
Ya que los apóstoles fueron escogidos por Jesús, no los propios discípulos, “el obispo fiel sabe que él no se ha elegido”, dijo el papa. “El obispo que ama a Jesús no es un ‘trepa’ que ejerce su vocación como si fuese una función”.
En cambio, un obispo abre un diálogo humilde con el Señor diciendo: “Tú me has elegido a mí, que soy poca cosa, que soy pecador”. Saber que Dios fue quien escogió y cuida de sus elegidos le da fortaleza a una persona, él dijo.
Y finalmente, el hecho que Jesús bajara de la montaña para enseñar y sanar al pueblo demuestra que un obispo es un “es hombre que no tiene miedo de bajar a un lugar llano y estar cerca del pueblo”, dijo.
El papa dijo que el gran acusador “da vueltas por el mundo buscando a quien acusar. La fuerza del obispo contra el gran acusador es la oración —la de Jesús por él y la suya propia—, así como la humildad de sentirse elegido y estar cerca del pueblo de Dios sin aspirar a una vida aristocrática”.