YONKERS — Están respondiendo al llamado de Dios, pero no contestan ningún otro.
Como parte de su formación, los seminaristas de primer año en la Diócesis de Brooklyn deben entregar sus teléfonos celulares durante cinco días a la semana —lo que significa que no pueden hacer ni recibir llamadas, enviar mensajes de texto ni visitar Instagram, TikTok u otras redes sociales.
Los celulares se retiran a los seminaristas el domingo por la noche y no se les devuelven hasta el sábado por la mañana.
La norma, vigente desde septiembre de 2023, busca ayudar a los seminaristas a evitar distracciones y a concentrarse en la oración, la contemplación y sus estudios, explicó el padre Christopher Bethge, director de vocaciones de la diócesis.
Al no pasar varias veces al día por el feed de Instagram, un seminarista puede discernir con mayor claridad si realmente está llamado al sacerdocio, agregó el padre Bethge, quien señaló que la inspiración para esta medida vino del papa Francisco.
Hace dos años, el difunto pontífice pidió que los seminaristas tuvieran un tiempo especial, conocido como año propedéutico, al inicio de su formación, dedicado a un discernimiento vocacional intenso. Como resultado, muchos seminarios ahora prohíben el uso de celulares entre semana, incluido St. Joseph’s Seminary and College en Yonkers, que forma a los sacerdotes para la Diócesis de Brooklyn.
“En un mundo donde estamos tan acelerados, a veces adictos al celular, creo que esta prohibición busca ponerlos en la mentalidad de que la gente necesita un sacerdote que los vea, que esté enfocado en ellos, y no distraído por lo que ocurre en internet”, explicó el padre Bethge.
Kevin-Michael Kamel, de 23 años, quien ingresa a su tercer año en St. Joseph’s, formó parte de la primera clase en vivir bajo esta norma tecnológica. Entró al seminario en 2023.
“Fue un shock al principio”, recordó, señalando que tuvo que arreglárselas sin su inseparable teléfono durante la semana.
Sintió la ausencia de inmediato.
“Lo primero que eché de menos fue no poder jugar videojuegos”, dijo Kamel, feligrés de la parroquia Inmaculada Concepción en Astoria.
También tuvo que prescindir de enviar mensajes, escuchar música, ver videos o investigar temas de clase. Pero, tres meses después, comenzó a notar algo distinto: un sentido interior de calma y la certeza de que no necesitaba tanto al celular como pensaba.
“Definitivamente tuve uno de los mejores crecimientos espirituales de mi vida”, aseguró. “Aprendí muchísimo. Y en medio de la lucha, obtuve un gran sentido de oración y de comprender la voluntad de Dios”.
El padre Willie Purcell, director nacional de vocaciones en Irlanda, comentó recientemente al Times of London que muchos jóvenes adultos consideran superficiales las conexiones en redes sociales y buscan relaciones interpersonales más profundas.
“Creo que la generación online de hoy se está cuestionando cosas a un nivel más profundo para encontrar su lugar en el mundo”, afirmó, señalando que ese deseo de autenticidad ha llevado a muchos a considerar el sacerdocio.
Para el padre Bethge, las redes sociales tienen un costado positivo y otro negativo.
“Creo que siempre son un don y un desafío”, explicó. “Estudié en Costa Rica y aún mantengo amistad con mucha gente que conocí allá gracias a las redes. Ese es un don: permiten la comunicación”.
“Pero también está el peligro de preocuparse demasiado por lo externo”.
El sacerdote señaló que el interés en el sacerdocio ha aumentado y que quizá esté vinculado a la presencia de la Iglesia en redes sociales.
“En Irlanda notan un renovado sentido vocacional. Y aquí también. La elección del nuevo papa ha generado mucho entusiasmo”, dijo. “Creo que la cobertura del cónclave en redes fue de gran ayuda, porque realmente atrajo la atención de la gente”.
Mientras tanto, los seminaristas de primer año siguen soportando la semana sin poder mirar los videos en tendencia de TikTok.
Jason Kim, quien ingresa a su tercer año en Our Lady of Providence Seminary, en Providence, Rhode Island, dijo que al principio fue difícil, pero ahora agradece la experiencia.
“Cuando me devolvieron el celular, me excedí tratando de ponerme al día con todos y revisar las noticias. Pero con el tiempo me sentí mejor sin él, porque pude concentrarme en mi vida de oración”, contó Kim, de 23 años, feligrés de St. Robert Bellarmine en Bayside.
Al final de su año propedéutico, Kim eliminó sus cuentas en redes sociales.
“Me di cuenta de que realmente no las necesitaba”, dijo. “Es más importante la interacción humana”.