Por lo que se pide, la repuesta afirmativa en tiempo presente sería: “Te lo prometo”. Obviamente, si la condición fuera en el tiempo futuro, la respuesta sería: “Te prometo que lo dejaré”. ¿Hay alguna diferencia entre las promesas hechas en tiempo presente y en futuro?
He visto un poco la impresionante y romántica boda del príncipe Harry y Meghan Markle. Del evento, me impresionó la manera de la boda anglicana de hacer las promesas en el tiempo futuro. De hecho, en una de las preguntas, los novios hicieron sus promesas diciendo “I will”. Esto contrasta con la boda católica en la que se pregunta y se responde en presente “I do”. Estamos tan acostumbrados del “Sí, quiero” que parece inquietante escuchar respuestas de otro tipo como “Sí, querré” o “Sí, voy a querer”.
El contraste del ritual anglicano y católico podría ser un trampolín de un interesante estudio y discusión sobre la valoración de las condiciones y promesas matrimoniales. Sin pretender que sea esto un análisis exhaustivo, quisiera hacer un perfil al contraste.
A primera vista, la promesa hecha en el tiempo futuro deja una incertidumbre porque nadie tiene todo el control sobre lo que pueda suceder en el futuro. Sabemos muy bien que la vida da muchas vueltas y el cumplimiento de la promesa futura será siempre incierto. Así la valoración de la sinceridad de la promesa estaría colgado en el aire del porvenir. Por otro lado, sí tiene su propia lógica porque todas las promesas tienen su cumplimiento en un tiempo posterior al presente.
En cambio, la promesa hecha en el tiempo presente se valora no por el cumplimiento en el futuro sino por la autenticidad y sinceridad con las que la promesa fue hecha en su tiempo. Esta es la perspectiva de la promesa hecha en la boda católica que requiere el consentimiento matrimonial en el tiempo presente. O sea el “aquí y ahora”. Así, no se deja pendiente la verificación de la sinceridad por el cumplimiento en el futuro.
Para ilustrar lo dicho, tomamos por ejemplo las condiciones y promesas entorno al matrimonio. La novia puede exigir promesas como, “Me casaría contigo si me prometes que vas a dejar de fumar, o de tomar, o de ser mujeriego…”. Las exigencias pueden ser también del novio: “Me casaría contigo si me prometes que dejarías de ser gruñona, terca y egoísta”. Las promesas de “Sí, mi amor, te lo prometo…” se valorarían por la sinceridad con que se hizo en su tiempo, no con el cumplimiento de la promesa en el futuro.
Ahora bien, en la promesa de dejar de fumar, puede pasar que el que promete cayese corto de lo prometido en el mismísimo día de la boda, cuando abundan en el festejo bebida y porro. ¿Quedaría el matrimonio invalidado por el incumplimiento de lo prometido? No, el matrimonio es valido si la promesa se hizo con sinceridad cuando se hizo. Otra cosa es que no haya cumplido la promesa. En este caso, la cuestión ahora ya no sería la falsedad de la promesa sino la fragilidad de quien la hizo.
¿Qué podemos decir sobre las promesas más estrambóticas? Algunos románticos son capaces de prometer el sol, la luna o el cielo entero. Las promesas de este tipo son solo exageraciones sin peso, en presente y en futuro, en relación a la validez del matrimonio.
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MONS. JONAS ACHACOSO es Vicario Judicial Adjunto de la Diócesis de Brooklyn; Juez del Tribunal Diocesano y Vicario de la parroquia Queen of Angels.