Paso a paso y hombro a hombro, los puertorriqueños se han ido levantando de una pesadilla que dejó a la isla sumida en la oscuridad, la devastación y el desasosiego. Los recuerdos de ese 20 de septiembre han quedado grabados en los corazones de todos los boricuas que vivieron el terror en carne propia. “Se me inundó todo y ver como se metía el agua y tú no poder hacer nada es la experiencia más aterradora que he pasado en mi vida… Hoy estoy dándole gracias a Dios por salir viva de esta prueba”, me dijo Marina Román Colón, desde su hogar de Río Piedras, que quedó damnificado y sin agua potable ni luz.
Los boricuas que residen fuera de la isla no sintieron los estragos de María, pero el huracán les dejó el corazón destrozado. “Mi isla, mi bella Puerto Rico. Tal vez hoy no amanezcas igual de hermosa, tal vez tus palmas no estén de pie, tal vez tu sol no será el mismo… Pero de algo si estoy seguro… Volveremos a levantarnos con la ayuda de Dios y de todos unidos como pueblo”, nos dijo Anthony Padilla, desde Orlando, Florida.
“Desgraciadamente, comienza un destino nuevo para muchas personas, incluyéndome a mí, porque no sé, se está comenzando a encontrar a los nuestros que han perecido, no hay nombres, sólo números, es hora de prepararse, Dios es grande. Bendito eres Señor, no somos nada sin Ti”. Así me comentó Ramiro Roldán desde Ohio, horas antes de enterarse que uno de sus primos se había convertido en una de las primeras víctimas mortales de la bacteria que plaga a los ríos del noreste de la isla. Sus ancianos padres están en los campos de San Sebastián, que quedaron gravemente afectados por los vientos y las inundaciones. Ellos están bien.
A esos campos han llegado brigadas de voluntarios y buenos samaritanos provenientes de Estados Unidos, que hombro a hombro con los boricuas, abren paso entre miles de árboles y postes de alumbrado eléctrico caídos. En el área de Guajacata, encontramos al Team Rubicon, que por días se dedicó a remover escombros de canales y túneles para que más de 350, 000 puertorriqueños de cinco municipalidades tuvieran acceso al agua nuevamente.
A ti hermano(a) que estás fuera de mi isla, solo te pido nos tengas paciencia. No nos olvides en tus oraciones al cielo. Entiende que no somos mal agradecidos, tenemos vida, a muchos nos han rodeado ángeles que nos han suplido nuestras necesidades pero sólo los que estamos viviendo esto, sabemos cuán duro es… Por favor, ten un poco de tolerancia si lees que en algún momento nos quejamos. O tal vez lees que desearíamos estar en otro lugar en mejores circunstancias al menos por unas horas…
Nuestra situación es difícil, y aunque tengamos la fe más grande del mundo, también nuestras fuerzas se quebrantan. Sabemos que es un DEBER levantarnos y lo HAREMOS. Pero cuando nuestras fuerzas se debiliten, ayúdanos a seguir adelante y a olvidar, al menos por un momento, las circunstancias que nos rodean.
Calor, escombros, pestilencias, moscas, mosquitos, ruidos aparatosos durante el momento que debes descansar (gracias a los generadores que odiamos y a la misma vez amamos porque nos permiten tomarnos un vasito de agua fría en ocasiones). Salir a buscar alimentos todos los días, gasolina, gastar tus ahorros en imprevistos, tapones por doquier, encontrarte con gente con poca tolerancia en tu camino, largas filas bajo el sol, calor, calor, calor… Repito: NO ES FÁCIL lo que vivimos a diario.
Sé que sufres todo lo que nos pasa y te agradezco tu solidaridad, tu amor hacia los que estamos en este pedacito de tierra que aún podemos llamar PRECIOSA. Gracias, GRACIAS por todo lo que haces. Pero recuerda, somos nosotros los que día a día abrimos los ojos y como una letanía decimos: ¡OTRO DÍA MÁS! ¿Hasta cuándo?”
¡Bendiciones!