Cuando caminamos por las estaciones del metro de Nueva York sabemos de antemano que escucharemos música en vivo en algún momento de nuestro viaje. En ocasiones las tonadas nos evocan momentos vividos en nuestros países de origen, y en ese instante aparecen la alegría y luego algo de nostalgia.
Sin embargo, muchas otras veces a nuestros oídos llegan sonidos nuevos que sabemos corresponden al folclor de otros países, acordes que aunque no reconocemos, son un deleite y un privilegio que es posible para los usuarios de este sistema de transporte masivo en la ciudad más multicultural del mundo.
Eso fue justo lo que sentí una noche en la estación de Jackson Heights, un sonido diferente de tambores y cascabeles. Me acerqué para escuchar atentamente y de paso tomarme un descanso de ese ritmo afanoso e irracional que se contagia en el metro y que más parece una evacuación de emergencias.
Justo al lado de una escalera eléctrica estaba William Ruiz, sentado y tan concentrado que parecía abstraído del gentío que pasaba frente a él. Escucharlo es suficiente para saber que con su música le rinde honor a su herencia y a sus raíces taínas puertorriqueñas, aunque nació y creció en Dumont, condado de Bergen (Nueva Jersey) en diciembre de 1978.
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Históricamente la tribu Taína tuvo su origen antes de 400 a.C y aunque fueron descendientes de los indios Arawak de Venezuela, gradualmente se desplazaron hacia las Antillas y se mezclaron con los pueblos ya establecidos en el Caribe.
Fue así que a la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo, esta tribu ya tenía asentamientos en Jamaica, oriente de Cuba, Puerto Rico, Islas Vírgenes, las Bahamas y la isla La Española; misma que hoy comprende el territorio de Haití y República Dominicana.
Para William Ruiz sus primeras influencias musicales fueron grabaciones afro-puertorriqueñas y afrocubanas de la década de 1940.
Cuando cumplió 10 años, William se enamoró de los instrumentos de percusión y con práctica, estudio y dedicación fue perfeccionando su arte, hecho que lo ha llevado a prestigiosos escenarios como el Lincoln Center y Naciones Unidas.
Entre los instrumentos que interpreta se encuentran el hang drum (handpan), el djembe, tambor de lengüeta (log drums), conga, bongó, platillos, mayohuacan, tambor de hendidura (slit drum), ghungroo (cascabeles metálicos para manos y pies) y batería, entre otros.
William ha logrado integrar la influencia de nativos americanos, indígenas caribeños, asiáticos y africanos a sonidos tribales. Con su música e improvisaciones honra el legado de sus antepasados, la grandeza de la naturaleza y el sentimiento de paz que de alguna manera logra llevar a quienes se permiten un momento para escucharle.
Al mismo tiempo que participa del programa Music Underground de la Autoridad Metropolitana de Transporte (MTA), William se desempeña como facilitador de círculo de tambores o de percusión, la cual es una técnica terapéutica que hace uso de instrumentos de percusión para liberar el estrés y promover la comunicación entre miembros de familia, amigos u organizaciones.
Hasta ahora este artista, ganador de Taino Awards en 2011, ha producido tres álbumes: Spirits are Watching, Rhythm Horse y Dancing Iguana.