YA HEMOS PASADO LA CUARESMA y volvemos a comer carne, tomar café, comer dulces y habrá quienes se pongan al día con Facebook ya que se habían propuesto no conectarse por estos 40 días. Mi pregunta es, ¿y ahora qué? ¿Mi vida vuelve a su normalidad, haciendo lo que hacía, comiendo lo que comía, viviendo como vivía?
Si es así, ¿para qué resucitar? Quizás sería mejor una cuaresma eterna, tal vez así comamos menos y oremos más. ¿Qué crees?
Propongo que nuestras vidas después de la resurrección den poderosa y contundente evidencia del poder de Dios. No es posible que una mujer o un hombre que ha muerto y resucitado con Cristo hable, piense y actúe igual que antes.
Veamos lo que sucedió con Lázaro cuando Jesús lo resucita. Jesús se acerca a la tumba de Lázaro, cuyo cuerpo emitía ya el típico olor desagradable de la descomposición.
“Marta, la hermana del muerto, le dijo: Señor, ya huele mal, porque hace cuatro días que murió”. (Jn 11:39b) No obstante Jesús procede a cumplir con el deseo de Dios en la vida de Lázaro. Jesús se acerca a la tumba y después de remover la piedra grita “¡Lázaro,
sal de ahí!” (vs43)
El que estaba muerto sale de la tumba. ¿Te imaginas? ¡Qué milagro! ¡Jesús tiene poder! Pero espera, algo no está bien aquí, parece ser que aunque ha salido de la tumba hay algo que le impide caminar, hablar, oír y ver claramente. ¿Qué será?
Dicen el Evangelio: “Y el que había estado muerto salió, con las manos y los pies atados con vendas y la cara envuelta en un lienzo.” (vs44a) He aquí el problema, que muchos aunque han resucitado siguen atados y por ende no pueden caminar, oír, hablar o vivir como un resucitado. Después que Jesús resucita a Lázaro y lo libera de la tumba déjenlo ir”. (vs 44b)
Este fin de semana estuve en Puerto Rico compartiendo algo sobre este tema y propuse que nuestras comunidades, ministerios y grupos de oración deberían convertirse en lugares donde los “Lázaros” sean desatados; lugares que reciban a las personas con mucho amor y compasión; lugares que lleven a cada persona a un encuentro real y poderoso con Dios; espacios sagrados en los cuales las personas atadas y llenas de vendas por heridas del pasado puedan recibir sanidad, restauración y amor.
Hay que llevar a cada Lázaro a un encuentro con Jesús por medio de la confesión y la Eucaristía, sacramentos que no pueden faltar en el proceso de liberarde sus ataduras a tantos “Lázaros”. Si logramos cumplir con esta meta, misión y mandato de Dios, los “Lázaros” serán canales de bendición y evidencia del poder vivificante de Cristo.
¿No fue eso lo que pasó con Lázaro? Dios utilizó la vida de Lázaro para que muchos llegaran a Él. “Por causa suya muchos judíos se estaban separando de ellos para creer en Jesús”. (Jn12:11) Los resucitados viven de tal manera que aquellos que están lejos de Dios se acercan al saber que aquél que estaba muerto y en descomposición ahora ha RESUCITADO. No dejes pasar este tiempo de bendición. Camina, habla, respira, ama, perdona y vive como un resucitado. Dios se encargará de lo demás. ¡Ya lo verás! Créelo.