Santo del mes

Santa Francisca Romana

Fue canonizada por el Papa Pablo V el 29 de mayo de 1608. Para conmemorar los 400 años de canonización de esta santa, con ocasión del jubileo del 2008-2009,  el Papa Benedicto XVI visitó el Monasterio de Santa Francisca Romana el 9 de marzo de 2009. Dijo en su discurso que ella era “la más romana de todas las Santas”. Y el Cardenal San Roberto Belarmino, que apoyó su canonización en 1608 declaró: “La proclamación de la santidad de Francisca será de admirable provecho para clases muy diferentes de personas: las vírgenes, las mujeres casadas, las viudas y las religiosas”.

Francisca nació en Roma alrededor del año 1384. Fue esposa, madre, viuda y apóstol seglar. Creció en medio de la comodidad de la riqueza de sus padres y de la profunda fe que sus padres tenían. A la edad de doce años expresó sus deseos de ser religiosa, pero sus padres le buscaron un novio y la casaron a los trece años con Lorenzo Ponziano, comandante de las tropas papales en Roma.

Vivió con su esposo casi cuarenta años. Enfrentó serias crisis que marcaron su alma.   Como madre sufrió el gran dolor de perder dos de sus tres hijos que murieron muy jóvenes a causa de la peste negra o bubónica que asoló Europa a mediados del siglo XIV y que se cree llevó a la muerte a más de un tercio de la población europea y a unos 45 millones de personas en el mundo conocido de entonces.

Francisca no se sumió en el dolor. Su vocación de seguir a Jesús la impulsó, junto con su cuñada Vannossa, a salir a socorrer a los enfermos. La oración y su ángel de la guarda fueron su fortaleza.

Francisca vivió también el dolor de ver la Iglesia dividida debido a la crisis del Cisma de Occidente que tuvo lugar entre los años 1378-1417. Un Papa en Roma y otro en Aviñón, Francia, apoyados por emperadores y partidarios, se disputaban el Papado. Lorenzo, el esposo de Francisca que apoyaba al de Roma, fue herido en una primera guerra y saqueado su palacio en una segunda. Francisca y su familia perdieron su riqueza. Ella no se dejó doblegar y siguió ayudando a los enfermos.

Con sus seguidoras fundó en 1425 la Congregación de Oblatas Olivetanas de Santa María la Nueva, y después de la muerte de su esposo ella misma entró en la Congregación tomando el nombre de Romana.

Murió el 9 de marzo de 1440. Sus restos mortales fueron expuestos durante tres días en la Iglesia de Santa María la Nueva, que después llevaría su nombre. Es venerada entre los benedictinos como patrona de todos los oblatos de la orden.

Celebramos su fiesta el 9 de marzo.