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“Santos empresarios” podrían salvar la Iglesia

Nueva York—. El catolicismo enfrenta su mayor crisis desde la Reforma Protestante, según un exseminarista jesuita convertido en empresario, y necesita desesperadamente de “santos empresarios” para salvar a la Iglesia.

El libro de Chris Lowney podría traducirse como “Liderazgo compartido: Cómo revitalizar la Iglesia católica”. (CNS)

Chris Lowney, autor de Everyone Leads: How to Revitalize the Catholic Church y presidente de Catholic Health Initiatives, uno de los sistemas hospitalarios más grandes de los Estados Unidos, hace un llamado a todos los católicos para que “se hagan responsables de parte del problema y sean parte de la solución”, desde las decenas de millones de católicos que han abandonado la Iglesia hasta el cierre de parroquias y escuelas católicas en las últimas décadas y la escasez mundial de sacerdotes.

En un evento el pasado jueves por la noche en el Centro Sheen de Pensamiento y Cultura —una iniciativa de la archidiócesis de Nueva York—, Lowney estuvo acompañado por la hermana Terry Rickard, presidente de RENEW Internacional, que promueve la renovación espiritual enfocada en las comunidades, y el padre George Farrell, pastor de St. Joseph’s en North Plainfield, Nueva Jersey, cuya parroquia participa en la programación de RENEW, para una conversación sobre cómo la “creatividad y el compromiso” pueden reactivar a la Iglesia de abajo hacia arriba.

Evitando deliberadamente los problemas neurálgicos que suelen surgir en este tipo de conversaciones, los panelistas se mantuvieron alejados de los debates sobre el liderazgo femenino y la ética sexual y se concentraron en cambio en las preocupaciones prácticas.

La hermana Rickard se refirió a una larga lista de cosas que, según ella, podrían implementarse en un período de pocas semanas, para hacer que las parroquias sean más acogedoras, y que incluyen cambios simples, como mejores anuncios para que la comunidad sepa que la Iglesia está abierta, saludos más amistosos del recepcionista parroquial e instalaciones más limpias.

La conclusión para Rickard es que las parroquias deben ser tratadas de la misma manera que las familias que desean hacer de sus hogares un lugar de reunión y bienvenida.

A partir de su experiencia de once años en una parroquia étnica y socioeconómicamente diversa, Farrell insistió en que los pastores deben estar presentes en todas las misas dominicales, aunque no estén presidiendo la celebración, para dar la bienvenida a los feligreses. También dijo que los sacerdotes deben aprender a pronunciar “homilías que importen”, señalando que depende de los sacerdotes no solo aprender cuestiones complejas de teología, sino también traducir ese conocimiento en aplicaciones útiles para su rebaño.

Tanto Rickard como Farrell dijeron que la Iglesia estaría mejor servida si las parroquias no obligaran a las familias a “ganarse el sacramento”, particularmente el bautismo y la confirmación, a través de interminables papeleos y conferencias ofrecidas en ambientes poco acogedores.

En cambio, ambos dijeron que estas oportunidades deben aprovecharse como “momentos evangélicos” para que las familias puedan tener “una oportunidad de encontrarse con Cristo”.

Para Lowney, Rickard y Farrell son ejemplos de formas en que la Iglesia puede abrazar lo que el Papa Benedicto XVI llamó “corresponsabilidad”, donde el liderazgo en la Iglesia Católica no se centra solo en la jerarquía, sino en todos los católicos bautizados.

En una entrevista con Crux, Lowney aseguró que “la Iglesia Católica no tiene realmente la cultura de liderazgo que se necesita para superar los desafíos que enfrenta de hoy en día”.

“Cuando digo eso, no me refiero a que las 200 personas principales no tienen la cultura correcta”, sostuvo, “sino que los otros mil millones de personas presumen que el liderazgo no tiene nada que ver con ellos y simplemente esperan por las orientaciones de sus superiores”.

Lowney también reflexionó sobre los paralelismos entre el llamado a la santidad como se expresa en la reciente exhortación apostólica Gaudete et Exsultate del Papa Francisco y su propia visión del liderazgo que involucra a todos en la vida de la Iglesia.

“La gente generalmente percibe la santidad en un sentido bastante inalcanzable y pietista, y por lo que he visto, el Papa está tratando de cambiar esa idea un poco”, dijo Lowney.

Si bien sostiene que “hay un aspecto profundamente devoto” de la santidad, Lowney dijo que el papa Francisco demuestra que también es “un llamado a estar presente en el mundo”.

A cinco años del comienzo del papado de Francisco, Lowney dice que aunque el Papa fue elegido bajo la urgencia de realizar una reforma —con la tarea de limpiar la curia romana— Francisco es consciente de que “las reformas estructurales y organizativas ocupan un segundo lugar”, y que la necesidad más inmediata es un cambio de cultura.

Para Lowney, la abrumadora mayoría de los católicos solo está buscando tener una experiencia positiva de la Iglesia, y eso a menudo se encuentra por primera vez a nivel parroquial.

“Millones de personas han dejado la Iglesia Católica, y ninguna lo hizo porque el banco Vaticano fuera un desastre”, dijo a Crux. “Y no van a regresar porque este se arregle… lo más importante está sucediendo frente a nuestras narices, y nos quedamos entretenidos mirando hacia otra parte”.

En algunos lugares, Francisco ha sido duramente criticado por no entender el mundo de los negocios o darle muy poco uso. Para Lowney algunas de esas críticas pueden ser justas, pero a menudo no dan en el blanco.

“Él [Papa] ha pasado gran parte de su tiempo trabajando y relacionándose con personas marginadas por la economía global”, dijo Lowney. “Creo que está cien por ciento en su derecho de pensar que este estilo de economía no funciona para millones y millones de personas. Y creo que eso debería ser una espina en el costado de todos los empresarios católicos y otros involucrados en la economía política”.

“Si yo tuviera tanta fe en Dios como la gente la tiene en el mercado libre, sería un místico”, agrega.

Sin embargo, en lugar de quedarse atrapado en la política intraeclesial y el béisbol, Lowney está mucho más interesado en las iniciativas que involucran a miembros de la Iglesia desafiliados ofreciéndoles razones para darle a la Iglesia otra oportunidad.

Un ejemplo —descrito por Lowney como una “jugada brillante”— fue una reunión de jóvenes, del 19 al 24 de marzo, antes del Sínodo de los Obispos de octubre sobre Jóvenes, Fe y Discernimiento Vocacional, donde más de 300 jóvenes de todo el mundo fueron al Vaticano y allí redactaron el documento que finalmente establecerá la agenda para la reunión del otoño.

“Lo que más me impactó es que no era como si se estuvieran quejando”, dijce Lowney, “Básicamente, el tono era ‘déjennos agarrar un pedazo de la soga, que podemos echarles una mano'”.

“Eso es exactamente lo que se necesita”, concluye Lowney, y “eso es exactamente lo que debemos hacer”.