Del laboratorio «Adventus», la vacuna de la Esperanza

Adviento –adventus, en latín- significa venida, llegada, y el comienzo de este tiempo litúrgico, ha coincidido con la especulación fáctica de la llegada de una vacuna contra el coronavirus, trayendo esperanza nueva a la humanidad que aún se ve sumida en una pandemia que no conoce límites ni fronteras, que ha obligado a cambiar nuestra rutina diaria y, tristemente, ha dejado a muchos sin vida, sin trabajo, sin futuro ni esperanzas.

El Adviento viene a ser, en este contexto, una suerte de remedio para aliviar nuestro cansancio o desazón por la potencialidad de un virus que a todos atormenta. Este nuevo tiempo litúrgico no se nos presenta vacío ni mucho menos como la antesala material a las Fiestas de Navidad… El Adviento contiene en sí toda una fuerza de esperanza que va significada en la ritualidad de las celebraciones dominicales, por la Palabra de Dios y sus motivaciones, y que también se caracteriza por ubicarnos en un espacio diferente, de cara al Señor que viene.

El Adviento viene con su vacuna, su remedio de esperanza, que excede cualquier especulación humana y científica, porque tiene su fuerza en Dios… En un mundo cada vez más abstraído de la religiosidad y la trascendencia, en la esperanza de los trabajos en diferentes laboratorios junto al trabajo en equipo y mancomunado de especialistas, subyace algo muy propio del Adviento: Esperar, con una esperanza activa y dinámica, porque la liberación pronto vendrá.

Aun cuando cada realidad tenga sus diferencias, en definitiva, la ciencia se abre esperanzada a una experiencia vital que va más allá de la pura casualidad y de lo fortuito de los acontecimientos de este mundo material.

Cada uno, en su vida, y cada comunidad, según su particular realidad, deben dejarse anunciar un nuevo Adviento en el marco de esta pandemia que hizo del 2020 un año tan diferente como inolvidable. Al Señor que viene vayamos nosotros a encontrarlo con confianza, sujetando aquellos proyectos que quedaron en el camino, pero abriéndonos a una novedad que no nos deja indiferentes. «El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe y por el amor demos testimonio de la esperanza dichosa de su Reino…», son las palabras que reza el celebrante en la Misa, según el III Prefacio de Adviento propuesto para esta primera parte del tiempo litúrgico que comenzamos.

No desmerezcamos el Adviento. Aceptemos confiados la potencialidad de este tiempo de gracia, de cambio, de espera… Que el miedo y la inseguridad por lo que pueda venir no le quite fuerza a la esperanza cristiana del Señor que vendrá, en un continuo presente, siempre luminoso, capaz de dispersar las densas nubes de oscuridad que sobre el mundo aún sobrevuelan.

Audiencia General: compartir para sostenernos en la esperanza

En su última Audiencia General pronunciada desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, el Papa Francisco, nos invitó a reflexionar sobre la situación crítica que viven muchas personas y comunidades a raíz de la pandemia, y como es un deber cristiano compartir los bienes para sostenernos en la esperanza, reconociendo que la creación no es un bien privado sino que nos fue dada por Dios para ser administrada en beneficio de todos.

La desigualdad social

El Santo Padre nos advierte del peligro que el lockdown  nos haga pensar que si nosotros tenemos nuestra vida mas o menos en orden, también los otros se encuentran necesariamente en similares condiciones, permaneciendo indiferente a muchas situaciones de precariedad: “Algunos pueden trabajar desde casa, mientras que para muchos otros esto es imposible. Ciertos niños, a pesar de las dificultades, pueden seguir recibiendo una educación escolar, mientras que para muchísimos otros esta se ha interrumpido bruscamente.”

Una economía enferma

La denuncia del Pontífice se fundamentó en la ausencia de los valores humanos fundamentales en los planes económicos que provocaron una injusta distribución de las riquezas acumulada en pocas personas y un uso desproporcionado y dañino de los recursos naturales: “Esto es estadística pura. ¡Es una injusticia que clama al cielo!”

Administradores de la Providencia

El Papa advierte sobre una mala interpretación del mandato divino de “cultivar y cuidar la Tierra” como una “carta blanca” para hacer cualquier cosa. En cambio, este doble mandato se debe entender como una relación de reciprocidad entre los hombres y la Casa Común: “una relación de reciprocidad responsable  entre nosotros y la naturaleza. Recibimos de la creación y damos a nuestra vez. Cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla.” Advierte Francisco que los bienes nos son dados como “administradores de la Providencia” y no como dueños absolutos: “Administradores. “Sí, pero el bien es mío”. Es verdad, es tuyo, pero para administrarlo, no para tenerlo egoístamente para ti.” Por eso, continúa el Obispo de Roma, la “regla de oro y primer principio del ordenamiento social”, establece que la propiedad privada está subordinada al destino universal de los bienes, y por lo tanto la autoridad política tiene el derecho y el deber de regular en función del bien común el ejercicio legítimo del derecho de propiedad.

Recuperar la “imagen de Dios”

La obsesión por poseer y dominar empanan en el hombre la imagen de Dios llevándolo al individualismo. Para restaurar esa imagen de Dios que todos tenemos, el Papa nos invita a mirar la experiencia caridad y creatividad que vivieron los santos y las primeras comunidades cristianas.

Pensar en los niños

“Y para finalizar, pensemos en los niños. Leed las estadísticas: cuántos niños, hoy, mueren de hambre por una no buena distribución de las riquezas, por un sistema económico como he dicho antes; y cuántos niños, hoy, no tienen derecho a la escuela, por el mismo motivo. Que esta imagen, de los niños necesitados por hambre y por falta de educación, nos ayude a entender que después de esta crisis debemos salir mejores. Gracias.”

Audiencias con presencia de fieles

Finalmente se informó que a partir del próximo miércoles 2 de Septiembre, y siguiendo el proceso de reapertura iniciado en Italia, volverán las Audiencias Generales con presencia de fieles, pero de momento no serán en la Plaza de Pedro, sino en el Patio de San Dámaso.

 

Semana de oración por la unidad de los cristianos

La oración de Jesús “Qué todos sean uno…” (Juan 17,21) ha hecho eco en un nivel oficial entre los cristianos del mundo entero que buscan la unidad a través de un movimiento llamado Ecumenismo. Todas las Iglesias que proclaman a Jesús como Hijo de Dios se han comprometido a orar en unidad al menos una vez al año en una Semana de Oración. En el hemisferio norte, esta semana tiene lugar del 18 al 25 de enero, como propuso en 1908 el reverendo Paul Watson para cubrir el periodo entre la fiesta de san Pedro y la de san Pablo. Mientras en el hemisferio sur, se celebra en torno a otras fiestas, como la de Pentecostés.

Los textos bíblicos y las oraciones para la semana son preparados por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias (CMI).

Para el 2020,  se escogió a las Iglesias cristianas de Malta para redactar el material para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. En septiembre 2017, la Conferencia Episcopal Católica Romana, con el arzobispo Charles J. Scicluna de Malta y el obispo Mario Grech de Gozo, y Cristianos Unidos en Malta (Consejo Ecuménico de Malta), encomendaron a Mons. Hector Scerri formar un Comité Ecuménico de Redacción para preparar los materiales para el 2020.

El 10 de febrero muchos cristianos en Malta celebran la Fiesta del Naufragio de San Pablo, dando gracias por la llegada de la fe cristiana a estas islas. “Los nativos nos mostraron una humanidad poco común; encendieron una hoguera a causa de la lluvía que caía y del frío, y nos acogieron a todos.” (Hechos 28,2) Este versículo recuerda la llegada de Pablo a Malta, cuando es llevado a Roma como prisionero (Hechos 27, 1ss). Una tempestad los sorprende en alta mar. El miedo, las dificultades y falta de unidad surgen entre los doscientos setenta y seis pasajeros. Pablo se convierte en una figura de calma y de paz. Él está seguro que Dios tiene un plan para él y este se llevará a cabo aún en medio de la tormenta e inclusive del naufragio.  El barco se hizo pedazos pero todos desembarcaron. Luego se enteraron que la isla se llamaba Malta.

Recordando este hecho el tema general de este año es: «Nos trataron con una solicitud poco común». Las reflexiones para el Octavario giran alrededor de este hecho. Los temas son:

Día 1: Reconciliación: Tirar la carga por la borda. 

Día 2: Iluminación: Buscar y mostrar la luz de Cristo. 

Día 3: Esperanza: El mensaje de Pablo.

Día 4: Confianza: No teman; crean.

Día 5: Fortaleza: Partir el pan para el viaje.

Día 6: Hospitalidad: Mostrar una solicitud poco común.  

Día 7: Conversión: Cambiar nuestros corazones y nuestras mentes.  

Día 8: Generosidad: Recibir y dar.

Para las celebraciones se sugiere poner una barca como símbolo del viaje tempestuoso que los cristianos hacemos en búsqueda de la unidad. Se nos pide que reflexionemos en las cargas que hemos ido acumulando a través de los siglos. Es preciso buscar el perdón mutuo, la reconciliación y la aceptación.

Permanece y sin desanimarte

Una mujer reza durante la Misa del Miércoles de Ceniza el 14 de febrero, en la capilla del Monasterio franciscano de Tierra Santa en Washington. (CNS photo/Bob Roller)

El desánimo ataca nuestras vidas cuando todo lo que queremos o esperamos parece estar tardando o, peor, parece que nunca llegará. La semana pasada recibí un correo de una madre desesperada por su hijo, que alguna vez fue obediente y sano, ahora está viviendo una vida alejada de Dios.

No saben cómo mi alma se conmovió al leer este correo. Me imagino que así como ella hay otras mujeres y hombres atravesando una situación similar. Un hijo con problema de drogas, un esposo con el corazón endurecido, problemas económicos, una hija con depresión…

¿Qué podemos hacer cuando todos nuestros esfuerzos parecen no dar frutos? ¿Qué podemos hacer cuando nuestras oraciones parecen no ser efectivas? Me imagino que la primera reacción es preocuparnos y desanimarnos. Humanamente no hay nada que podamos hacer, pero si hay alguien en quién podemos confiar.

La Palabra de Dios nos dice: “El día en que temo, en ti confío.” (Salmo 56:3) ¡Este debe ser nuestro primer paso! Debemos de confiar aun en medio de nuestro temor y confusión. Confiar que Dios está al pendiente de nuestras vidas. Confiar que nuestro dolor no es un secreto para Dios. Una de las tácticas del enemigo es hacernos sentir totalmente abandonados por Dios hasta el punto de caer en depresión o desesperación. Al leer esto te animo en este momento a hacer una pausa y orar esta oración:

“Dios mío confío en ti. Perdóname por dudar y dejarme llevar por mi dolor. En este momento coloco en tus poderosas manos mi situación y confusión en especial te pido por ________ (pon aquí tu problema o el nombre de la persona por la que pides). Sé que estás pendiente de mí y que nada es imposible para ti. Gracias mi Dios por recordarme que me amas y que caminas conmigo aún cuando no te siento o te veo. Transforma mi corazón y lléname de nuevas fuerzas. Esperaré en ti y en tu palabra hasta ver con mis propios ojos tu gloria en mi vida. Amén.

Te aseguro que Dios ha escuchado tu oración y está haciendo todo lo necesario para que esa tormenta en la que te encuentras llegue a su fin. Mientras tanto, procura permanecer en la palabra de Dios y en su santa presencia. ¡No hay tormenta que dure para siempre, en medio de ella Dios protege y cuida de ti!

DIOS NOS DICE EN SU PALABRA:

“Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán las aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas” (Is 43:2) Sé que no será fácil, pero te aseguro que tampoco será imposible. ¡Confía, cree, espera y permanece! ¡Dios nunca duerme! ¡Dios nunca falla! ¡Créelo!

Si te ayudó esa oración o deseas que ore por ti, envíame un correo a cafeconcristo@ gmail.com. Sería un honor para mí poder orar por ti. Te pido por favor que compartas este mensaje con alguien que quizás se encuentre en una tormenta y a lo mejor no recibe este periódico. Dios no sólo quiere bendecirte a ti, también quiere hacer lo mismo por ellos.

Los niños de las deportaciones

MI NIETA, nacida en Estados Unidos, cumplirá 18 años este 2017. Tenía seis añitos cuando su padre fue deportado. Todos los días preguntaba: “¿Dónde está papi?” Con lágrimas le respondíamos: “Él tuvo que salir, mi niña; pero pronto va a llamarte, y te va a escribir”.

A mother and daughter in Los Angeles react after the U.S. Supreme Court issued a split ruling June 23 blocking President Barack Obama's executive actions to temporarily stop deportations. (CNS photo/Eugene Garcia, EPA) See ADVOCATES-IMMIGRATION-NEXT July 1, 2016.
Foto: Catholic News Service

Y empezaron a llegar las cartas con caritas y dibujos de animalitos que alegraban brevemente el rostro de la niña, pero que a la misma vez le hablaban de una realidad que tuvo que empezar a absorber a su corta edad: su padre no volvería. Su rostro infantil se fue poniendo triste, y fue creciendo sólo con el recuerdo de esos bellos años infantiles en los que jugaba y bailaba con su papi; pero sin poder tenerlo ni aún en los momentos cumbres como su Primera Comunión.

Ya más grande, ha viajado a visitarlo. Los dos saben que cada momento juntos es breve y que deben llenarlo de alegría, escapando de una realidad que días después se torna en lágrimas de dolor porque la separación es inminente. El tiempo inexorable ha seguido pasando y marcando huellas de dolor y de impotencia. La niñita alegre es hoy una adolescente que tiene miedo de abrirse a los demás; es la jovencita rebelde que pone barreras en sus relaciones aún con los que la amamos incondicionalmente. Es como si tuviera miedo de amar y luego perder lo que ama.

De acuerdo a los sicólogos, los niños que pierden a sus padres —sea por muerte, deportaciones o abandono—, se resienten con ellos y con los demás porque perciben la ausencia del ser que los trajo al mundo como un abandono, aunque no haya sido así precisamente.

Hoy se habla de miles de niños separados de sus padres debido a las deportaciones. ¿Cómo enfrentar tanto drama de dolor; y cómo ayudar? No es fácil hallar respuestas efectivas y adecuadas a estas preguntas.

Desde el punto de vista legal la solución parece más clara. Para evitar que estos niños sean puestos en adopción o en un foster home en caso de que los dos padres sean deportados, se les pide a los padres que firmen con tiempo un poder en el que autoricen a una persona con documentos que se haga cargo de los niños mientras ellos resuelven su situación. Desde el punto de vista humano no hay salida ni solución fácil. Habría que establecer un proceso de acompañamiento, con ayuda de sicólogos, para estos niños. El proceso puede tardar muchos años, como en el caso de mi nieta.

En este proceso he aprendido varias lecciones:

1) Ni culpemos ni juzguemos a nadie. Cuando reprochamos nos llenamos de amargura, nos desviamos del verdadero enfoque que es ayudar a los niños y a las familias que claman misericordia y apoyo.

2) Perdonemos y bendigamos a los que pensamos son los causantes de tanto dolor. Dios nos dará gozo y paz.

3) Contrario al dolor de la muerte que se mitiga, el dolor de la deportación no pasa nunca porque sus efectos permanecen vivos en todos los afectados. Son llagas que crecen.

4) Aprendí que Dios no nos deja solos, que el Cristo del Calvario y de la Resurrección camina con nosotros y nos da la gracia para aprender a vivir con fe y esperanza. Ojalá que todos los niños de las deportaciones y todos sus familiares encuentren su día de Easter, su Pascua de Resurrección, en medio del calvario de sus vidas, convencidos de que Dios camina con su pueblo