Manifestantes frente a la ONU acusan de brutalidad al gobierno chino

Un nuevo libro del papa Francisco contiene dos palabras que merecen una profunda gratitud por parte de los musulmanes perseguidos, dijo un inmigrante del Turkestán Oriental controlado por China en una protesta reciente contra el gobierno comunista en Manhattan.

Mir-Aziz Baihadjaev de Brooklyn participó en la protesta contra las presuntas violaciones de los derechos humanos del gobierno chino. Mir-Aziz agradeció al papa Francisco por describir recientemente a los uigures como “pueblos perseguidos”. (Fotos: Bill Miller)

Mir-Aziz Baihadjaev, un empresario de Brooklyn, es miembro de la minoría uigur del Turkestán Oriental, una de las regiones autónomas del gigante asiático.

El pasado 10 de diciembre llegó con otros uigures a un parque aledaño a la sede de las Naciones Unidas para unirse a los manifestantes del sur de Mongolia, Hong Kong, Tíbet, Kazajstán y Taiwán. Juntos, con manifestantes chinos a favor de la democracia, criticaron la represión del gobierno contra amigos y familiares en sus países de origen. Varios pidieron la independencia de sus regiones de China.

Las presuntas violaciones incluyen restricciones a la libertad religiosa y políticas represoras que, según funcionarios estadounidenses, son nada menos que un “genocidio”.

El Santo Padre se refirió a esta persecución en su libro “Soñemos juntos: El camino a un futuro mejor”. El Papa incluye a los “pobres uigures” entre los etnias reprimidas por grupos o gobiernos debido a sus creencias religiosas. El libro llegó a las tiendas el 1 de diciembre.

“Pienso a menudo”, escribió, “en los pueblos perseguidos: los rohingya, los pobres uigures, los yazidi —lo que ISIS les hizo fue realmente cruel— o los cristianos en Egipto y Pakistán muertos por bombas que estallaron mientras rezaban en la iglesia”.

El reconocimiento del Papa a los uigures se ganó el eterno agradecimiento de Mir- Aziz Baihadjaev.

“Me parece algo asombroso”, dijo. “Estoy sinceramente agradecido con él, personalmente, y creo que haré extensiva la gratitud de toda mi gente por crear conciencia”.

Los críticos de los tratos del Papa con China, incluidos algunos católicos chinos, desearon que hubiera rechazado más la insistencia del gobierno en nombrar obispos católicos en China.

Baihadjaev dijo que está al tanto de lo que llamó “obispos estatales” y siente empatía por los católicos chinos.

Pero, agregó, el papa Francisco “reconoce lo que está pasando y ve el mal principal, independientemente del grupo al que se dirija”.

La inclusión por parte del Papa de los uigures entre otros grupos atrajo la atención instantánea de los periodistas de todo el mundo. Muchos informaron que era la primera vez que se refería a la persecución religiosa en Turkestán del Este.

Eso, a su vez, provocó un gran revuelo en Beijing. El vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores, Zhao Lijian, dijo que la inclusión del papa Francisco de los uigures en una lista de pueblos perseguidos era “totalmente infundada”.

Los miembros del Senado de los Estados Unidos han dicho que han visto información que sugiere lo contrario. El Comité de Relaciones Exteriores presentó una resolución a tal efecto el 27 de octubre. Esta medida bipartidista está copatrocinada por los senadores John Cornyn, republicano por Texas, y Robert Menéndez, demócrata por Nueva Jersey.

Según el comité, el Partido Comunista de China desde 2017 “ha detenido cerca de 1,8 millones de musulmanes turcos, en su mayoría uigures, en campos de concentración sin hacerles el proceso adecuado”.

El comité también señaló que “los uigures detenidos son torturados, obligados a repudiar sus creencias religiosas y prácticas culturales, coaccionados a laborar en programas de trabajo forzoso y, en algunos casos, violados y sometidos a esterilización involuntaria y extracción de órganos”.

La resolución responsabilizaría a China en virtud de la Convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio, de 1948. Si el Congreso y el presidente lo aprueban, se comenzaría a coordinar una respuesta internacional para detener la persecución.

“No cabe duda de que la República Popular China está cometiendo un genocidio contra los uigures”, alegó Menéndez. “Detener un genocidio es consecuente con nuestra seguridad nacional y nuestros valores, y el primer paso es levantarse y decir la verdad”.

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La protesta se llevó a cabo en la plaza Dag Hammarskjöld, a pocos pasos del edificio de la sede de la ONU. El evento fue organizado por el Congreso Regional de Jóvenes Tibetanos de Nueva York y Nueva Jersey, y coincidió con el Día de los Derechos Humanos, que se celebra cada año el 10 de diciembre, para conmemorar la fecha en 1948 en que la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Gani Stambek, presidente y fundador de FreeKazakhs, con sede en Nueva York, insta a los demás manifestantes a no renunciar a separarse de la República Popular China.

Tenzin Nordon, vocero del Congreso de la Juventud Tibetana local, estuvo entre los muchos oradores en el evento multicultural que contó con cantos, banderas y pancartas.

Tenzin instó a las Naciones Unidas a “llamar a contar al gobierno chino por sus prácticas autoritarias de censura y represión que condujeron a la pandemia (COVID-19) que hoy mantiene paralizado al mundo entero”.

“Ya es hora”, agregó, “que las Naciones Unidas y la comunidad internacional rechacen el modelo de vigilancia y represión del gobierno chino” que todos los grupos representados en esta protesta “han sufrido durante tanto tiempo”.

Gani Stambek, presidente y fundador de FreeKazakhs, con sede en Nueva York, instó a todos a mantenerse firmes y no renunciar a separarse de la República Popular China. Relató cuántos kazajos han muerto en la lucha por ese objetivo.

“Este es un precio que nuestra nación tiene que pagar para lograr la independencia”, gritó Gani Stambek. “¡No nos rindamos y sigamos luchando!”

Segunda ola de contagios en Asia: ¿qué podemos aprender?

Muy poco duró la tranquilidad en Asia, donde millones se preparaban para regresar a la normalidad después de meses de rigurosos confinamientos y severas medidas de distanciamiento tras el azote inicial del Coronavirus.

Y es que, al llegar la hora de reabrir aeropuertos y otras vías de ingreso a las regiones bloqueadas, un creciente número de viajeros procedentes del extranjero trajeron consigo un oleaje de nuevos contagios.

Niños usando máscaras conducen en un auto de juguete durante el brote de COVID-19 en Shanghai el 19 de marzo. (Foto del CNS / Aly Song, Reuters)

En China, se contabilizaban más de 700 casos importados a finales de abril y en Singapur, donde se había logrado minimizar el contagio a principios de año, se reportaban ahora mil casos, con un 60 por ciento de ellos aparecidos en las ultimas semanas.

En Corea del Sur, donde la primera ronda de contagio pudo controlarse con pruebas nasales masivas y medidas rígidas de contención, los funcionarios han decidido no relajar las prohibiciones, con el fin de mantener aplanada la segunda curva de nuevos infectados con el mortal virus.

En el Japón, el brote fue lento a principios de 2020, pero los casos se dispararon a raíz de la falta de medidas de emergencia para distanciar a los habitantes y mantenerlos en cuarentena en sus hogares.

Finalmente, en el territorio de Hong Kong, el segundo oleaje de contagio comenzó en marzo, luego de que abrieron sus fronteras, y regresaron personas de Europa, donde aún el virus estaba en todo su fulgor. En esos días, también descubrieron otras sepas locales de transmisión  provenientes de un popular barrio en el que muchos habían comenzado a frecuentar bares y discotecas.

La solución en Hong Kong fue exhaustiva. Los funcionarios cerraron las fronteras nuevamente para no residentes, permitiendo excepciones únicamente para visitantes de China continental, Macao y Taiwán, siempre y cuando no hubiesen viajado a otros países en los 14 días previos a la entrada al territorio. Y luego de ingresar, los visitantes se deben someter a una cuarentena de 14 días adicionales.

Hong Kong además prohibió reuniones de grupos de más de cuatro personas en todo lugar y ordenó el cierre de gimnasios, locales de juegos y salas de cine.  Los restaurantes tuvieron que limitar el número de comensales y se instituyó el protocolo de tomarles la temperatura antes de entrar al establecimiento y de facilitarles gel de alcohol para desinfectarse las manos. Los bares también tuvieron que cerrar.

En Taiwán se prohibió la entrada de extranjeros con la excepción de diplomáticos, y todo el que llegue a la isla es sometido a una cuarentena de 14 días. A fines de abril, la isla tenía tan solo 400 casos, de los cuales 338 venían del exterior. Las autoridades planean mantener bloqueada la entrada hasta que la pandemia se controle en otros lugares del mundo.

“Sabemos que lo peor ha pasado”, dijo a la prensa el ministro de salud de Taiwán, Chen Shih-chung, añadiendo que “aún tenemos que mantenernos en guardia, aunque nos sentimos muy contentos de no tener nuevos casos”.

Voluntarios en trajes protectores desinfectan un complejo residencial el 22 de febrero en Wuhan, China, el epicentro del brote de coronavirus. (Foto del CNS / China Daily vía Reuters)

En Singapur se han tomado severas medidas para aislar a los trabajadores migrantes, a quienes se les atribuye el segundo oleaje de contagios. Las autoridades de salud instalaron cuatro gigantescas facilidades para acuartelar a mas de 50 mil de estos jornaleros enfermos, mientras mantiene a otros no infectados separados en otros cuarteles para que puedan seguir haciendo sus labores esenciales para la economía.

Hans Kluge, de la oficina europea de la Organización Mundial de la Salud (OMS), advierte a los países de occidente que cuando se concluyen las medidas restrictivas y el confinamiento en casa, los lugares públicos podrían convertirse de nuevo en focos de infección.

“Esto no es una carrera de corto plazo, sino un maratón, y una vez se levanten las medidas restrictivas podría haber un segundo o tercer pico de casos”, comentó Kluge ante los medios.

Pero ¿cuándo podría producirse este segundo brote de contagios? Aunque mucho se especula de que la pandemia se reduciría en los meses de verano por el calor, nada se ha probado. Los estudios científicos realizados hasta la fecha muestran que el coronavirus sobrevive más tiempo en temperaturas bajas, y que, a más de 95 grados Farenheit, la concentración del virus se hace 10 veces menor que a una temperatura media de 68 grados, cuando puede durar hasta tres días en algunas superficies.

Los científicos sugieren que la segunda ola de infecciones será inevitable en el otoño, cuando se levanten del todo las medidas de distanciamiento y haya pasado el verano. Por esta razón, investigadores del Colegio Imperial en Londres, sugieren a los gobiernos que aprovechen la ‘pausa’ entre las olas de contagio para tomar medidas de prevención, preparar el sistema de salud y sanitario con equipo de protección en grandes cantidades y hacer todo lo necesario para que la segunda curva de infecciones sea menor a la que vivimos actualmente.

Aunque los expertos señalan que las vacunas tardarán en llegar, nos dejan entrever en varios laboratorios la posibilidad de que, para el otoño, puedan ya existir otras soluciones que logren controlar el Coronavirus.