Columna del Obispo

Tercera encíclica del Papa: Qué hacer para que el mundo sea un lugar mejor

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS EN CRISTO:

La Tercera Encíclica de nuestro Santo Padre, el papa Francisco, titulada “Fratelli Tutti” es una extensa y compleja observación sobre la realidad actual y el lugar de los cristianos en el mundo. Mi intención con mi columna del mes es ofrecerles una especie de menú de lo que dice el Santo Padre en su Encíclica, que deberían leer en su totalidad. Pueden encontrarla en el sitio web del Vaticano.

El antipasto del menú serán mis comentarios a las palabras del papa Francisco.

Me resultó una lectura muy interesante y es una exposición de la cosmovisión del Santo Padre tal como la ve a través de nuestra fe cristiana, y lo que podemos hacer para conseguir que el mundo sea un lugar mejor.

Las sombras de un mundo cerrado

En el primer capítulo, el papa Francisco habla de las nubes negras que se ciernen sobre el mundo de hoy. Hay muchas que no necesitamos enumerarlas; sin embargo, conocemos la difícil situación que estamos atravesando. Los caminos de la esperanza que nos sacarán de estas nubes negras son el amor, la justicia y la solidaridad. Estas tres virtudes se mencionan a lo largo de la encíclica, lo que nos da una idea de la doctrina social de la Iglesia aplicada a situaciones concretas.

La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos, como dice el Santo Padre. Vemos la desesperación, la polarización y la desigualdad que existe entre las personas. Esto es lo que nosotros, como cristianos, debemos abordar, como ciudadanos no solo de nuestro propio país, sino también como ciudadanos del mundo. El camino que debemos recorrer es el de la cercanía y, como lo llama el Santo Padre, “la cultura del encuentro”.

Un extraño en el camino

El fundamento bíblico de nuestra enseñanza social nos recuerda lo que aprendimos en el Antiguo Testamento con la historia de Caín y Abel, cuando Dios le pregunta a Caín: “¿Dónde está tu hermano?”, después de que Caín escondiera el cuerpo de Abel tras cometer un fratricidio. En el Nuevo Testamento, se le hace la misma pregunta a Jesús, y él la responde con la parábola del Buen Samaritano. Mi vecino es aquel que necesita mi amor.

Están los que agreden a los demás, los que siguen de largo, los que lastiman y se marchan. Todas estas personas en este mundo complicado en el que vivimos están presentes, pero si de verdad somos hermanos y hermanas, como dice el papa Francisco en Fratelli Tutti (que incluye tanto al género masculino como al femenino), ¿qué vamos a hacer? Ciertamente somos más que vecinos. Se interpreta que los vecinos son los que viven junto a nosotros, pero los hermanos son reconocidos por la filiación universal que viene de Dios. La parábola del Buen Samaritano se repite día a día en nuestro mundo. Aunque muchos no serán indiferentes, nuestro objetivo es repetir la lección de la parábola una y otra vez.

Pensar y gestar un mundo abierto

Entonces, el Santo Padre intentó imaginar un mundo abierto porque todos somos hermanos y hermanas, como nos dice Jesús en el Evangelio de Mateo 23-8. “Todos ustedes son hermanos y hermanas”. El llamado universal a la fraternidad requiere que estemos abiertos a que otros sean llamados seres humanos, que nuestro amor exija una mayor capacidad de acogida, con un amor que sea capaz de traspasar fronteras sobre la base de la amistad social. Promover el bien significa fomentar valores que promuevan el desarrollo humano integral. El Santo Padre ha utilizado este término muchas veces. El desarrollo humano integral significa que toda persona es valiosa y tiene derecho a vivir con dignidad, y todas nuestras necesidades sociales deben respaldar este hecho básico.

Un corazón abierto al mundo entero

¿Cómo es posible que esto suceda? Bueno, debemos tener el corazón abierto al mundo entero con acciones que favorezcan la fraternidad universal. Lo logramos acogiendo, protegiendo e integrando a los migrantes y a todos los marginados, teniendo más conciencia de que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos, forjando un vínculo global, judicial, político y económico que favorezca al desarrollo de todas las personas en solidaridad. Un corazón abierto significa que debe ser amable, no solo haciendo cosas buenas, sino más bien descubriendo el valor de la persona a quien le brindamos nuestra amabilidad. Esto significa utilizar el don del encuentro para forjar la solidaridad, lo que nos permite ser auténticamente amables unos con otros.

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La mejor política

El Santo Padre plantea una política mejor, que verdaderamente promueva el bien común, que no busque meramente ganar votos, que sirva como vía de crecimiento personal, que promueva una economía, que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial, una que sea previsora y capaz de un diálogo interdisciplinario nuevo y esencial. Estas características no son tan frecuentes en la política actual. El papa Francisco pide una renovación del orden político cuya alma es la caridad social.

La caridad social es un término que creó el beato papa Pablo VI cuando habló de la “civilización del amor”. La caridad social nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas, consideradas no solo individualmente, sino también en la dimensión social que las une. La verdadera actividad política es importante porque cada persona reconoce su responsabilidad por la vida de los demás. Esta es la vocación de los políticos comprometidos.

Diálogo y amistad social

El diálogo y la amistad en la sociedad son esenciales para la solidaridad. Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos comunes, todo eso se resume en el verbo “dialogar”.

Según la “cultura del encuentro”, cada uno de nosotros puede aprender algo de los demás. Nadie es inservible, nadie es prescindible. Debemos aspirar a una sociedad dialogante, que respete la dignidad humana en todas las circunstancias, integre las diferencias garantizando una paz genuina y duradera, y reconozca los derechos de las personas a sí mismas y los derechos de los demás a ser ellos mismos y a mantener una atmósfera de amistad.

Las actitudes o acciones que no fomentan el diálogo son una agresión y conducen a la humillación y descrédito de los demás. El diálogo social auténtico implica la capacidad de respetar el punto de vista ajeno.

Caminos de reencuentro

El camino hacia la paz sigue los procesos de encuentros renovados, que son muy necesarios. Consisten en la verdadera reconciliación, en proyectos comunes que no nieguen la individualidad de cada uno, en el reconocimiento, protección y restauración de la dignidad de todas las personas, en la opción por los pobres, los desdichados y los descartados, y en comprender y valorar el significado del perdón.

Jesús nunca promovió la violencia o la intolerancia. Los evangelios nos dicen que perdonemos “setenta veces siete” (Mt. 18:22). Si el mundo no puede encontrar el verdadero perdón y la verdadera reconciliación, entonces no se logrará una mejor cultura. La verdadera reconciliación no escapa del conflicto sino que se logra en el conflicto, superándolo a través del diálogo. Es necesario abstenerse de enemistades y odios mutuos; propiciar una honesta discusión de las diferencias, fundada en el amor a la justicia. Perdonar no significa olvido o impunidad. El perdón es precisamente lo que permite buscar la justicia sin caer en el círculo vicioso de la venganza ni en la injusticia del olvido. Los caminos que parten de las sombras no son necesariamente fáciles de alcanzar.

Las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo

Las religiones deben estar al servicio de la fraternidad en nuestro mundo. Esto contradice algunas opiniones populares de que las religiones son la fuente de todos los conflictos en el mundo. La religión debe fomentar la conciencia de que somos hijos de Dios y de que podemos vivir en paz unos con otros. Las diferentes religiones contribuyen a construir la fraternidad a su manera.

Buscar a Dios nos ayuda a reconocernos unos a otros como compañeros de camino y como hermanos y hermanas. La negación de la libertad religiosa y la libertad de conciencia realmente empobrece a la humanidad. La Iglesia debe ser una casa de puertas abiertas, porque la Iglesia es madre. La Iglesia construye puentes, rompe muros y siembra las semillas de la reconciliación.

Entre las religiones es posible un camino de paz. El punto de partida debe ser la mirada de Dios. Porque “Dios no mira con los ojos, Dios mira con el corazón”. La violencia no encuentra fundamento en las convicciones religiosas fundamentales. Y el culto a Dios sincero y humilde da frutos en el respeto a la vida, la dignidad y la libertad de los demás. Los líderes religiosos están llamados a ser auténticos “dialogantes”, a trabajar en la construcción de la paz como auténticos mediadores. La oración y la acción comunes son el fruto de una religión genuina.

Evidentemente, nuestro Santo Padre ha optado por profundizar en el ámbito de la responsabilidad social en un mundo dividido y complicado. Sus palabras vienen acompañadas de un profundo reconocimiento de los problemas del mundo actual, especialmente en la era del coronavirus, que por desgracia ha acentuado la división entre las naciones, destacando que la falta de cooperación puede empeorar la situación de las personas.

Nos hacemos eco y nos unimos para rezar la Oración Cristiana Ecuménica que el papa Francisco nos regala al final de “Fratelli Tutti”.

Dios nuestro, Trinidad de amor, desde la fuerza comunitaria de tu intimidad divina derrama en nosotros el río del amor fraterno.

Danos ese amor que se reflejaba en los gestos de Jesús, en su familia de Nazaret y en la primera comunidad cristiana.

Concede a los cristianos que vivamos el Evangelio y podamos reconocer a Cristo en cada ser humano, para verlo crucificado en las angustias de los abandonados y olvidados de este mundo y resucitado en cada hermano que se levanta.

Ven, Espíritu Santo, muéstranos tu hermosura reflejada en todos los pueblos de la tierra, para descubrir que todos son importantes, que todos son necesarios, que son rostros diferentes de la misma humanidad que amas.

Amén.