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V Encuentro: Una nueva era para la Iglesia en Estados Unidos

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GRAPEVINE, Texas—. Tres mil delgados de la pastoral hispana, en representación de 165 diócesis de Estados Unidos, se reúnen este fin de semana en Grapevine, Texas, para el V Encuentro Nacional de Pastoral Hispana/Latina.

Los delegados provienen de diferentes diócesis, movimientos eclesiales, escuelas, universidades y otras organizaciones católicas. Fueron seleccionados de entre más de un cuarto de millón de personas que participaron en el proceso reflexión que durante dos años se llevó a cabo a nivel parroquial, diocesano y regional. Se espera que más de 100 asistan encabecen las delegaciones de sus diócesis al Encuentro.

El evento, como estos números indican, será un momento histórico para los hispanos católicos de Estados Unidos, pero no sólo para ellos. El V Encuentro será un punto de inflexión para la Iglesia Católica en Estados Unidos, aunque muchos aún no se den cuenta de ello.

En la Iglesia del Santísimo Sacramento, en Jackson Heights, y las demás parroquias de la diócesis, los fieles están orando por los participantes y el trabajo que se está llevando a cabo en el V Encuentro este fin de semana en Texas. (Matthew O’Connor)

Cuando se celebró el Primer Encuentro en 1972, en Estados Unidos vivían unos 10 millones de hispanos y había sólo un obispo hispano en todo el país: Mons. Patrick Flores, en ese momento obispo auxiliar de San Antonio, Texas.

En 1974, la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) estableció el Secretariado de Asuntos Hispanos. Ese fue uno de los frutos del Primer Encuentro Nacional. No fue hasta 1987 que la USCCB adoptó un Plan Nacional de Pastoral Hispana.

Para los obispos de Estados Unidos, los hispan los pasaron de ser un misterio o una preocupación pastoral a ser una fuente de renovación y esperanza.

Cuando Steve Bannon, el ex estratega de la Administración Trump criticó los esfuerzos de la USCCB a favor de la ley DACA, dijo que la motivación de los obispos en realidad era la supervivencia: “Necesitan a los inmigrantes ilegales para llenar las iglesias. Es obvio”.

Aunque su razonamiento es mezquino, es cierto que los inmigrantes provenientes de América Latina —tanto los legales como los indocumentados— han sido una inyección de sangre nueva para la Iglesia en los Estados Unidos.

En 1991, casi nueve de cada diez católicos en Estados Unidos era blanco. Hoy esa cifra está cerca del 55 por ciento. En Estados Unidos viven actualmente unos 55 millones de hispanos y el 68 por ciento de ellos son hispanos.

Según un estudio de Pew Research Center de 2014, la población latina de Estados Unidos es mayor que la población de todos los países de América Latina con excepción de Brasil y México.

Hoy en día cerca del 40 por ciento de los católicos de Estados Unidos son hispanos. Entre los “millennials”, son el 54 por ciento. Y casi el 60 por ciento de los católicos menores de 18 años son hispanos.

Quizás lo más impresionante sea que el 71 por ciento del crecimiento de la población católica en Estados Unidos desde 1960 se ha debido al influjo hispano.

Estos números son impresionantes y frecuentemente citados pero, ¿la importancia de los hispanos católicos se reduce a sus números? Esa es la pregunta que el V Encuentro debe responder.

América Latina y Estados Unidos: paralelos

Existen algunos paralelos interesantes entre los hispanos como parte de la Iglesia en Estados Unidos y el América Latina como parte de la Iglesia Universal. Con más de 425 millones de católicos, en América Latina vive el 40 por ciento de los católicos de todo el mundo: la misma proporción que representan los hispanos en la Iglesia en Estados Unidos.

Por buena parte del siglo XX, América Latina era considerada por Roma de la misma manera que el episcopado de Estados Unidos ha visto por mucho tiempo a los hispanos: eran los que llenaban los bancos de la iglesia, pero no tenían un papel significativo en el liderazgo de la Iglesia. Como dijo el pensador uruguayo Alberto Methol Ferré, hasta los años sesenta la Iglesia latinoamericana en una “Iglesia reflejo”, una iglesia que “reflejaba” las ideas recibidas de Europa, que era la “Iglesia fuente”.

Las cosas comenzaron a cambiar a partir de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín, Colombia, en 1968, y la tercera, celebrada en Puebla, México, en 1978. Pero sería la V Conferencia del CELAM, que tuvo lugar en 2007 in Aparecida, Brasil, el momento en que la Iglesia latinoamericana llegó a su punto de inflexión.

El documento final de Aparecida cambió la percepción de muchos cardenales y teólogos, en Roma y alrededor del mundo. Como dice el escritor británico Austen Ivereigh en su biografía del papa Francisco, “Aparecida fue la expresión un una nueva madurez, de una Iglesia local que se había hecho adulta, la “Iglesia fuente” de Methol Ferré”.

El padre James Rodríguez, de Caridades Católicas de Brooklyn y Queens, y ministro en residencia de la parroquia Santísimo Sacramento de Jackson Heights, dirigió a los fieles durante las oraciones para el próximo V Encuentro.

El presidente del comité de redacción del documento final de Aparecida era el arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Mario Bergoglio. Seis años después el arzobispo argentino sería elegido papa. “Ahora el río La Plata y el río Amazonas desembocaban en el Tíber”, dice Ivereigh. “Como Francisco muy pronto haría evidente, Aparecida era ahora el programa para toda la Iglesia”.

El efecto Francisco

La visita del papa Francisco a Estados Unidos en septiembre de 2015 fue un momento histórico para los católicos hispanos. El Papa se hizo echo de sus sueños y angustias en sus homilías y mensajes: “Muchos de ustedes han emigrado a este país con un gran costo personal, pero con la esperanza de construir una nueva vida. No se desanimen por los retos y dificultades que tengan que afrontar. No olviden que, al igual que los que llegaron antes, ustedes traen muchos dones a su nueva nación. ¡No se avergüencen nunca de sus tradiciones!”

Pero el impacto más importante quizás haya sido más sutil. El Papa habló en las lenguas de los inmigrantes hispanos: español e inglés con acento. Él era el símbolo de los nuevos roles que esos católicos están llamados a asumir. Si un cardenal de América Latina podía ser elegido como sucesor de San Pedro, todo era posible para el pueblo de las periferias donde se habla español.

Y sin embargo, quedan muchos retos por delante. Aunque los hispanos son el 40 por ciento de los fieles, sólo el diez por ciento de los obispos de Estados Unidos son hispanos. Este desequilibrio estadístico tiene muchas causas, pero la principal es la escasez de sacerdotes hispanos, que representan sólo el siete por ciento de los sacerdotes del país. Y muchos de esos sacerdotes han llegado de América Latina después de ser ordenados y no hablan el la lengua inglesa perfectamente. La cantera para elegir obispos hispanos en Estados Unidos no se corresponde con la presencia latina en esa iglesia.

Las comunidades de inmigrantes usualmente no producen muchas vocaciones al sacerdocio en la primera generación. Fomentar las vocaciones entre los jóvenes hispanos deber ser una prioridad en cada diócesis de Estados Unidos.

La segunda generación de católicos hispanos ya está aquí. Aunque la prensa y los planes pastorales generalmente se concentran en los retos y dificultades que enfrentan los inmigrantes recién llegados o indocumentados, la mayoría de los católico hispanos —casi el 60 por ciento— nació en Estados Unidos. El inglés está a punto de convertirse en el idioma más común entre los católicos hispanos. Ellos son, más que ninguna otra cosa, estadounidenses. Y la Iglesia Católica en Estados Unidos deber verlos y tratarlos como tales.

En menos de veinte años, la mitad de los católicos de este país serán estadounidenses de procedencia latinoamericana. No son una mera adición a la Iglesia en Estados Unidos. Esta Iglesia es ya más latina que irlandesa o italiana. Y esa tendencia no hará más que profundizarse en las próximas décadas.

Aunque la inmigración y los problemas sociales seguirán siendo un corolario de la palabra “hispano”, tenemos que dejar de pensar en ellos sólo como personas que necesitan una “green card” o lecciones de inglés. Sería más exacto y más justo pensar en ellos como la mitad de la Iglesia en Estados Unidos. Tanto hispanos como los no hispanos muchas veces son incapaces de reconocer esta nueva realidad. Este cambio de actitud debería ser uno de los frutos del V Encuentro.

Al mismo tiempo, las ideas y estrategias que se propondrán en el V Encuentro no sólo responderán a las necesidades de los católicos hispanos, sino también a las necesidades de la Iglesia en Estados Unidos. La porción hispana de esa Iglesia tiene la madurez y la creatividad necesarias para asumir el rol de “Iglesia fuente”.

El V Encuentro debería ser para los Estados Unidos lo que la Conferencia de Aparecida —curiosamente, también la “quinta”— resultó ser para la Iglesia Universal: el momento en que su elemento hispano adquirió definitivamente carta de ciudadanía. Ya es hora de que Rio Grande desemboque en el Mississippi y el Potomac.