CANARSIE — Dylan Dufour viajó miles de kilómetros desde Brooklyn hasta Belice, en Centroamérica, con el objetivo de acercarse más a Dios, y regresó con recuerdos que le durarán toda la vida.
Estudiante de tercer año en la Brooklyn Technical High School, Dylan es miembro del programa de Jóvenes Embajadores de Liderazgo del Vicariato de Asuntos de Católicos Negros y formó parte del grupo de 31 personas que realizó un viaje misionero de ocho días para ayudar a niños de familias en situación de pobreza.
“¡Fue un gran viaje! Me hizo valorar lo que tenemos en común como personas. Y sentí que estábamos construyendo una relación más profunda con Dios al llevar ese espíritu de caridad que Él realmente quiere que llevemos a estos lugares”, dijo Dylan, feligrés de la parroquia Holy Family, que se unió al programa en 2024.
El grupo, liderado por el padre Dwayne Davis, director del programa y párroco de St. Thomas Aquinas en Flatlands, estuvo compuesto por 25 adolescentes y seis adultos acompañantes. Se alojaron en el poblado de San Antonio, en el oeste de Belice, del 28 de junio al 5 de julio, concentrando sus esfuerzos en dos escuelas: San Antonio Roman Catholic School y San Antonio United Pentecostal School.
Los voluntarios trabajaron con empeño construyendo e instalando techos, reparando electrodomésticos en las cocinas escolares y renovando la tierra de los huertos para plantar nuevas cosechas.
Igualmente importante fue la conexión espiritual con los niños, con quienes compartieron lecturas bíblicas.
Para divertirse, jugaron al fútbol con los pequeños. Esa actividad también derivó en un proyecto: los embajadores construyeron barreras en los patios escolares para evitar que los balones rebotaran hacia la carretera y pusieran en peligro a los jugadores.
“Diría que mi mayor recuerdo fue la alegría y el sentido de comunidad de la gente”, contó Dylan. “El segundo día fuimos a un festival, y en esa pequeña comunidad se podía ver cómo todos se unían, llenos de vida y de alegría”.
Para el padre Davis, lo más memorable fue ver el crecimiento espiritual de los jóvenes al mejorar la vida de otros.
“En estos viajes siempre llega un momento en que lo notas en la mirada de un chico: empiezan a comprender de verdad”, señaló.
Cada noche, los adolescentes compartían sus reflexiones sobre la fe en un ejercicio llamado Faith Sharing. Y al final del viaje, cada embajador escribió una página con sus impresiones, conocida como One-Pager.
“Esos escritos me hicieron llorar. Se podía ver una verdadera transformación en sus vidas y cómo se acercaban a Cristo haciendo la obra de Dios”, agregó el sacerdote.
Christelle Couloute, feligrés de Sacred Heart of Jesus en Cambria Heights y estudiante de St. Mary’s High School en Manhasset, describió el viaje como una experiencia reveladora.
“De camino a la escuela cada día veía las casas donde vivían los niños”, recordó. “Algunas estaban muy deterioradas”.
Sin embargo, como Dylan, se impresionó con la alegría de los pequeños a pesar de la pobreza. “Me dio un poco de tristeza por ellos, pero eran tan felices”, añadió.
Christelle, que ingresó al programa en 2023, dijo estar agradecida por la oportunidad: “Este viaje me ofreció una manera de servir a Dios que probablemente nunca hubiera vivido sin el programa”.
El Vicariato creó el programa Jóvenes Embajadores de Liderazgo en 2009 para animar a adolescentes de 14 a 18 años a involucrarse más en sus parroquias y comunidades. Cada año organiza un viaje misionero a un país distinto, cuya elección corresponde a los propios jóvenes.
Joseph Allen, exalumno del programa y feligrés de St. Thomas Aquinas, también participó en la misión a Belice. Estudiante de la Universidad de Boston, comentó que disfrutó tanto de servir como mentor como de reencontrarse con su familia en el país.
“Quería que los embajadores conocieran la comunidad de Belice y cómo nos tratamos como familia en ese país”, dijo Allen, quien participó en el programa entre 2019 y 2023.
A lo largo del viaje, observó signos de crecimiento en los adolescentes, lo que le recordó su propia experiencia:
“El programa me dio más confianza y capacidad de liderazgo. Me ayudó a estrechar lazos con mi parroquia y a comprender mejor lo que significa servir al pueblo de Dios. Y creo que los embajadores también están ganando confianza en sí mismos”.