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Víctimas de abuso sexual comparten con obispos experiencias de rechazo y dolor

BALTIMORE (Por Rhina Guidos/CNS)—. Luis A. Torres Jr. habló ante un grupo de obispos estadounidenses el 12 de noviembre en Baltimore y al hacerlo reveló al mundo la realidad con cual ha vivido desde su niñez, cuando fue abusado por un sacerdote.

“Ya no lo mantengo en privado. Todos los saben”, dijo Torres, abogado y miembro de la junta de revisión laica de la Diócesis de Brooklyn, Nueva York, que examina las normas para la remoción de sacerdotes que han abusado.

Al parecer esta era la primera vez que revelaba la verdad públicamente. Torres también habló del trato que presenció por parte de la Iglesia Católica a los que han dado ese paso al frente, revelando lo que les ha pasado a manos de clérigos.

Luis A. Torres Jr., víctima de abuso sexual clerical, habló ante un grupo de obispos en una capilla durante un día de oración en la Asamblea General de otoño de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) en Baltimore. (CNS/Bob Roller)

“Fui testigo de una iglesia que no entendía o que parecía no importarle o, peor, una iglesia que era activamente hostil contra los niños que habían confiado y sufrido bajo su cuidado”, él dijo. “Una iglesia que profesaba la fe pero actuaba astutamente; una iglesia que aparentemente escuchaba menos las enseñanzas de Cristo que los consejos de los abogados; una iglesia menos interesada en la sanación de los que había herido”.

Torres describió una iglesia más preocupada por la protección de sus bienes que de sus feligreses.

Él le contó su historia al grupo de obispos reunidos para oración en una capilla improvisada en el hotel Marriott Waterfront de Baltimore durante la reunion anual de otoño de los obispos. Aunque sus declaraciones fueron transmitidas por internet, a miembros de la prensa no se le permitió entrada a la capilla.

Al contar sobre su dolor, a veces respirando profundamente, Torres le dijo a los obispos: “Ustedes tienen que hacer mejor”. Y también les dijo que “el corazón de la iglesia está quebrado y ustedes tienen que arreglar esto ahora”.

La historia de Torres fue una de dos experiencias que los obispos estadounidenses escucharon de parte de víctimas del abuso sexual por clérigos por parte de personas que todavía permanecen activas en la iglesia. El otro relato fue de Teresa Pitt Green, quien junto con Torres fundaron Spirit Fire Live, que en su sitio web dice que es un grupo dedicado a “sanación y reconciliación en las relaciones con adultos, familias y parroquias heridas por el trauma del abuso de niños”.

“Se me parte el corazón por ustedes”, Pitt Green le dijo a los obispos añadiendo que “el Señor ha llorado más lágrimas… debido a algunas de las decisiones que algunos de ustedes han tomado. No sé cómo ustedes aguantan”.

Ninguno de los dos fue acusador en su tono, en vez sus declaraciones fueron expresadas calmadamente como reflexiones durante un día de oración para los obispos, en el cual se ofreció una reflexión después de una lectura bíblica. Aunque otras dos reflexiones abordaron lo que los laicos necesitan de los obispos y cómo los obispos pueden ser ministros de sanación, las declaraciones de las víctimas pintaron dolorosamente el panorama que ha traído la Iglesia Católica en Estados Unidos a atender tan urgentemente la crisis de abuso sexual.

Pitt Green habló sobre las manifestaciones de las heridas en los que han sido abusados: suicidios, adicciones, enfermedades mentales crónicas, relaciones problematicas.

“Somos la mercancía dañada de nuestra era”, dijo Pitt Green.

Ella dijo que ha encontrado un camino de regreso a la iglesia y que aplaude las medidas que se han tomado para reducir el abuso sexual de niños en las iglesias, escuelas e instituciones católicas y le agradeció a los obispos haber expresado un deseo de hacer algo al respecto. Pero también reconoció la furia expresada por otras víctimas y sobrevivientes diciendo que “muchos de los que han sido confiados al cuidado de ustedes hacen ruido y están furiosos y lo entiendo”.

Torres luchó para entender y explicarse a sí mismo qué pasó y las distintas manifestaciones del trauma como adulto.

“Lo admito, no lo entiendo, así que entiendo porqué ustedes podrían no entenderlo tampoco. El abuso de un niño es lo más cerca que uno puede llegar al asesinato y posiblemente todavía tener un cuerpo que respira ante uno”, él dijo. “Cuando un niño ha sido abusado, particularmente por alguien en quien confía, uno ha destruido al niño. Uno ha herido mortalmente el alma y el espíritu de ese niño. Esto es particularmente cierto cuando el abuso es por un sacerdote”.

El abuso causa una ruptura en la conexión del niño con Dios y le roba su inocencia, confianza, fe y amor, él dijo.

“Este es verdaderamente el mejor trabajo del diablo”, él dijo. “Es como si el niño hubiese recibido un disparo. A veces la bala agarra al niño enseguida e inmediatamente él cae a través de las drogas, el crimen, el suicidio u otra cosa. Para otros la bala podría no llegar a su destino por muchos años”.

Él le atribuye a la Diócesis de Brooklyn su disposición de permanecer en la iglesia porque a través de su coordinador de ayuda a víctimas esta demostró una “disposición a compartir mi viaje” y restauró la fe “donde una vez conocí la traición”.

Esa traición fue agravada cuando la iglesia trató a las víctimas como cargas, como deshonestas o como que buscaban dinero, él dijo.

“El dolor de esta traición no se limita a las víctimas, sino que también la experimentan las familias de las víctimas, la comunidad eclesial en general y los sacerdotes”, él dijo.

Torres habló sobre la “disonancia” que las víctimas sienten cuando las personas que las animaron a seguir los pasos de Cristo no siguen ese ejemplo.

“¿Cuál hubiese sido la respuesta de Jesús en la misma situación?, él preguntó. “¿Hubiese llamado a sus abogados y denunciado a las víctimas? ¿O hubiese dado vuelta a las mesas en un ataque de rabia y declarado que esto era intolerable en la casa de su padre?”.

Él pidió que las víctimas no fueran vistas como cargas o adversarios.

“Somos sus hijos, somos sus hermanos y sus hermanas, somos sus madres y sus padres. Sus palabras y acciones nos han causado daño adicional y nos han apartado”, dijo Torres. “A través del silencio, la desconfianza y la defensiva nosotros cargamos con la vergüenza de un crimen al cual nuestras únicas contribuciones fueron la confianza, la fe y la inocencia.”

“No estoy enojado, estoy enojado conmigo mismo. Y no sé por qué. Sé que ustedes experimentan mucha de nuestra rabia porque existe”, él continuó. “Pero estoy tan triste y decepcionado y creo que esto es lo que mucha gente siente, víctimas, laicos, sacerdotes, todos”.