En nuestro bello lenguaje, cuando una mujer trae un hijo al mundo, decimos que “da a luz”. Meditar en este concepto nos puede llevar a profundidades divinas. En el vientre oscuro de la madre se alimenta una vida que en su momento debe buscar la luz, empujando hacia afuera en medio de intensos y sangrientos dolores. El libro del Levítico(12,6) nos dice que la que da a luz un hijo, al término de sus días de purificación, deberá ofrecer al Señor un cordero de un año como holocausto, o dos pichones, si es pobre. El sacerdote los ofrecerá y hará expiación por ella, y quedará limpia del flujo de su sangre.
Cumpliendo con esta ley, José y María fueron con dos tórtolas al templo de Jerusalén, 40 días después del nacimiento de Jesús, para cumplir con el rito de purificación de las madres y la presentación de los hijos primogénitos a Dios. La fiesta de la Virgen de la Candelaria se basa en este episodio bíblico (Lucas 2,22-40). La Virgen lleva una canasta con un par de tórtolas mientras sostiene la candela o vela, de la cual toma su nombre.
Recordamos este acontecimiento en el cuarto misterio gozoso del Santo Rosario y lo celebramos el 2 de febrero. El Evangelio nos narra también el encuentro con el anciano Simeón, que proclamó que aquel niño era una luz para todos los pueblos, y con la profetisa Ana, que contaba a todos que aquel niño era el Salvador esperado por Israel.
El culto a esta advocación mariana tiene su origen en las Islas Canarias, desde el siglo XVI, y se ha caracterizado desde entonces por la bendición y la procesión con las candelas. El libro titulado Mente abierta, corazón creyente, que recoge las meditaciones de los ejercicios espirituales dirigidos por el papa Francisco cuando era arzobispo de Buenos Aires, da un gran valor al símbolo de la candela. Explica que hay luz en el templo cuando entra Jesús, porque entra el que es la Luz: “Luz para iluminar a las naciones paganas y gloria del pueblo de Israel”. Y añade: “Es el día de la candela, de la luz tenue, que se convertirá en un gran cirio adornado la noche de Pascua —precisamente en la gran celebración de la Vigilia Pascual o de la Resurrección— y se hará sol resplandeciente al final de la historia. Las personas que llevan las candelas en las manos buscan a través de una lucecita al que es la Luz, es decir, a Jesucristo mismo, Dios y hombre verdadero”.
Jesús es presentado en el templo “porque quiere salir al encuentro de su pueblo”, expresó en su homilía el cardenal Bergolio la última vez que celebró la fiesta de la Calendaria en Floresta, Argentina, el 2 de febrero de 2013. La Presentación del Niño en el Templo, que se celebra con la Fiesta de Nuestra Señora de la Candelaria, “es un gesto importante, porque mientras estaba en el pesebre y en su casa, iban a visitarlo y le llevaban cosas que le hacían falta a la mamá. Es llevado al templo como todo chico judío para cumplir con la ley. Hay algo más, en el templo Jesús arma un alboroto. En el templo este anciano Simeón aparece y dice: «Por fin lo encontré». Y después aparece Ana, esa viejita de 84 años, que sería una de esas señoras que hay en las cuadras que van llevando chimento de un lado para el otro… gritando: «Lo encontré, lo encontré»”.
En esta fiesta, la Madre trae a su hijo en sus brazos. Pidámosle a ella que nos ayude a dejarnos encontrar y alumbrar por la Luz,yasuvez,nosayudeadar luz a otros, llevándoles a la Luz verdadera.