DANIEL BLAKE, un artesano carpintero de 59 años que vive la soledad de su reciente viudez, sufre un grave infarto.
Su cardiólogo le prohíbe trabajar, y debe depender, por primera vez en su vida, de la ayuda del estado.
El servicio de seguridad social, mediante la aplicación burocrática de un cuestionario, y sin consultar a su médico, lo declara apto para el trabajo y le exige, para recibir un subsidio, que busque activamente un trabajo que no existe en la ciudad atenazada por la crisis económica, y que su precaria salud tampoco le permitiría desempeñar.
Daniel deberá apelar ese dictamen absurdo, pero las deudas que se acumulan le obligan a cumplirlo.
Como nunca ha usado una computadora, enfrenta muchas dificultades para completar las solicitudes necesarias, que
ahora deben llenarse en línea, y choca continuamente con la obstinada rigidez de unos funcionarios que insisten en tratarlo como un caso y no como una persona.
En esos trajines conoce a Katie, una madre soltera que ha tenido que mudarse con sus dos hijos de Londres a Newcastle, la ciudad de Daniel, donde no conoce a nadie.
Daniel, que se da cuenta de que la situación de ellos es aun más precaria que la suya, los ayuda como puede, remendando las insuficiencias de su deteriorada vivienda, haciéndoles juguetes a los niños y tratando de proteger a Katie de la degradación moral que la acecha.
El ya octogenario realizador inglés Ken Loach, junto con su guionista habitual, Paul Laverty, nos entrega un nuevo drama de denuncia social, que ubica a sus personajes en el escenario de la Inglaterra industrial que conoce tan bien. Lo que pudo ser una maniquea aproximación al eterno tema del ciudadano enfrentado a la maquinaria del estado, se salva por la profunda humanidad de que Loach dota a este obrero humilde que se resiste a ser despojado de su dignidad, pero es capaz de hacer un alto en su propia lucha para ayudar a la joven madre que ha encontrado en su camino, tal como el buen samaritano del relato del Evangelio.
Es especialmente significativo que la película enfoque la situación del obrero privado de su trabajo sobre todo desde la perspectiva de la lesión a su dignidad humana, tan enfatizada por el papa Francisco. “Soy un ser humano” protesta Daniel en la declaración que escribe para su apelación y que lee Katie.
Yo, Daniel Blake le valió a Ken Loach su segunda Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2016, diez años después de ganar la primera con El viento que acaricia el prado (The Wind that Shakes the Barley, 2006). Yo, Daniel Blake ganó también el premio SIGNIS a la mejor película europea y el premio del público en los festivales de Locarno, San Sebastián, Estocolmo y Vancouver, entre otras cerca de 40 nominaciones y premios en diversos en festivales internacionales.