Jóvenes de valor

Zaqueo

Cuando Jesús entró a Jericó, Zaqueo —hombre rico y jefe de los recaudadores de impuestos— quería verlo, pero la multitud se lo impedía, ya que Zaqueo era de pequeña estatura. Corriendo, se subió a un sicomoro para poder ver a Jesús. Cuando Jesús llegó al lugar, miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, date prisa y desciende, porque hoy debo quedarme en tu casa”. Entonces él se apresuró a descender y lo recibió con gozo.

Al ver esto, todos murmuraban: “Ha ido a hospedarse con un hombre pecador”. Pero Zaqueo, puesto en pie, dijo a Jesús: “Señor, la mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defraudado a alguien, se lo restituiré cuadruplicado”. “Hoy ha venido la salvación a esta casa”, le dijo Jesús, “ya que él también es hijo de Abraham; porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:1-10).

¿Cuándo fue la última vez que le dijiste a alguien que apenas conoces: “Date prisa, me tengo que quedar en tu casa”? ¿Te atreverías a hacer lo mismo? ¿Qué no nos permite tener la actitud de Jesús en esta cultura en la cual nos encontramos? ¿A qué le tememos?

En el Evangelio según San Lucas hay otros encuentros de personas que quieren ver, como el ciego en el camino (Lucas 18:35-43). El ciego grita para persuadir a Jesús, pero Zaqueo no grita, sino que sube a un árbol. Qué interesante es este gesto de Zaqueo. ¿No crees? ¿Qué lo llevó a subir a un árbol? ¿Cuál era su obstáculo para ver a Jesús?

Titus Bostrensis, obispo de Bostra y padre de la Iglesia, nos dice que la semilla de la fe empezó a florecer en él y que por esta razón quería ver al que nunca vio. Añade que los dos obstáculos no eran tanto la multitud, sino sus pecados y su estatura. En cuanto a la estatura, san Ambrosio nos dice que su deficiencia no era la estatura en cuanto a tamaño, pero su pequeña estatura de fe y su mala reputación.

Vemos que Zaqueo es el que quiere ver a Jesús, pero es Jesús el que lo ve y lo llama. Encontramos en el libro de Lucas que los ricos son los que no tienen entrada (Lucas 18:18- 30). Tanto así que Jesús mismo dice: “¡Qué difícil es que entren en el reino de Dios los que tienen riquezas! Porque es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios” (Lucas 18:25).

A esto los que estaban escuchando preguntan, “¿Y quién podrá salvarse? ”, Jesús responde: “Lo imposible para los hombres es posible para Dios”. Si Zaqueo era rico, ¿por qué Jesús cambia de parecer? No es que Jesús cambie el mensaje, sino que nos muestra que para Dios no hay nada imposible. Jesús nos muestra de manera contundente y evidente que a pesar de lo que dicen, creen o saben los demás de nuestro dudoso pasado, somos importantes para él y que pone su reputación en juego solo por alcanzarnos. Esta verdad toca mi corazón de una manera tan increíble. Dios no espera que cambiemos, pero con su Gracia nos invita a subir al árbol para verlo.

En esencia, Jesús rompe todos los esquemas y se arriesga por personas que los demás ya han dado por perdidas. Jesús le dice a Zaqueo: “¡Debo quedarme! ¡Necesito quedarme!” ¿Por qué? Jesús no necesita nada, más bien su necesidad no es otra que la de demostrarle a Zaqueo que aun para él y su familia hay esperanza. Jesús le dice a Zaqueo: no importa si la casa está lista o no; limpia o no; con comida o no . Yo necesito quedarme contigo. ¡Jesús quiere quedarse contigo! ¿Lo sabías?

El amor verdadero es intrusivo.
El verdadero amor nos llama a bajar de nuestros árboles.
El verdadero amor no mantiene una distancia cortés.
El verdadero amor nos reta.

Sin embargo, Zaqueo necesita dar un paso en la fe y subir al árbol. Tal vez eso es lo que necesita este mundo: árboles. ¿Te has puesto a pensar quién sembró ese árbol? ¿Sabría el sembrador que un día un hombre llamado Zaqueo se subiría al árbol? ¡Dios lo sabía! Dios puso en el corazón de ese hombre o mujer plantar ese árbol que un día sería el vehículo de conexión para ser salvados él y su familia.

¿Cuál fue el árbol que Dios utilizó en tu vida para que pudieras ver a Jesús y experimentar su amor y perdón? ¿Qué sucedería si fuéramos esos árboles que las personas pudieran utilizar para ver a Jesús? ¿Qué tal si tú eres el árbol que Dios ha plantado para que alguien pudiese ver y encontrarse con Jesús? En estos días llenos de violencia, confusión y dolor Dios sigue plantando árboles que sin quejarse dejarán que otros se suban para así dejarse ver por Jesús. Jesús dice: “¡HOY! Hoy tengo que quedarme contigo. Hoy la salvación ha llegado a esta casa”. ¡Esas son muy buenas noticias! ¿No crees? ¡Claro que sí!

Al final del encuentro Jesús quiere comer con ellos. Jesús invita a Zaqueo a bajar del árbol para compartir la mesa. Todo encuentro auténtico, duradero y fructífero con Dios termina en la mesa donde Él nos alimenta. La liturgia con sus rituales no solo nos educa, alimenta y sostiene, sino que nos mantiene conectados con la fuente de vida eterna.

Lo que para los hombres es imposible para Dios es posible. La reconciliación es posible cuando somos capaces de ver en la multitud a los que quizás no encuentran un árbol para subirse y con mucho amor y compasión poder decirle: “ven, date prisa, sube”.

Que en este día seamos personas que radicalmente cruzan esas líneas que nos dividen para invitar a la mesa del Señor a los que se han alejado, a los que son rechazados y los que se han perdido en el camino pues precisamente para eso ha venido el Señor: “porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido” (v10).

Seamos árboles plantados a las orillas del río, caminos y barrios. Árboles con ramas fuertes y llenas de frutos. Árboles que den sombra y alivio. Árboles que sin juzgar abrirán sus brazos y dirán: “Sube de prisa, Jesús está de camino”. Te aseguro que cerca de ti hay un Zaqueo que necesita con urgencia un árbol. Si abres tus ojos y corazón lo verás. ¡Créelo!