HACE UNOS DÍAS, el 20 de noviembre, concluyó el Año de la Misericordia, que comenzó el 8 de diciembre de 2015.
El 13 de marzo de 2015, el papa Francisco anunció en la Basílica de San Pedro la celebración de un Jubileo de la Misericordia, un año santo extraordinario. Su preparación estuvo a cargo del Ponti cio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.
Para el padre Carlos Quijano, párroco de Santísimo Sacramento en Jackson Heights, Queens, el balance de este año es “que volvió a ponernos en el centro de nuestra actividad pastoral. Lo esencial es hablar de un Dios misericordioso, que no nos juzga, que no nos condena, sino que quiere nuestra redención. Si creemos en esa imagen, en un Dios positivo, bueno, que es solidario con nuestro sufrimiento y con nuestras culpas y que nos perdona, sobretodo, nuestras culpas, así podemos entender el sentido de la misericordia”.
“Como sacerdote es un compromiso, una invitación para no perder de vista que debemos trabajar con y para la gente, estar con la gente, lo que dice el Papa, que los pastores huelan a sus ovejas, que no nos creamos que somos burócratas de una palabra abstracta sin encarnarnos con la gente, estar con ellos, caminar junto a ellos y sentir sus sufrimientos”, agrega el padre Quijano.
Para el padre Jason Espinal, vicario parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles, este Año de la Misericordia nos debe dejar en claro que “todos ponemos en práctica nuestra fe y creo que eso es lo que el Santo Padre quiere, que ya no es suficiente llamarnos cristianos católicos, que en verdad para ser un cristiano, un seguidor de Cristo, nuestra fe tiene que ser seguida con acciones. La fe es algo vivo y la fe es una expresión de la caridad. Con el Año de la Misericordia, eso fue una expresión física de esa realidad que cada uno de nosotros estamos llamados de vivir la fe, no solamente de decir yo creo”.
“Yo creo que el papa Francisco es un hombre que ha sido una bendición para la Iglesia y para cada uno de nosotros los cristianos porque nos está recordando lo que es la misión esencial del cristiano hoy”, concluye el padre Quijano.