ROMA (CNS) – Después de dar un recorrido por un complejo de viviendas públicas en las afueras de Roma, el Papa Francisco tuvo un emotivo encuentro con los niños del vecindario.
Las sesiones de preguntas y respuestas con los jóvenes forman parte del programa regular de las visitas pastorales del Papa Francisco. Y, en la parroquia San Paolo della Croce a Corviale, el 15 de abril, le hicieron preguntas usuales al estilo de “¿Cómo te sentiste cuando fuiste elegido Papa?”
Pero cuando le tocó el turno a Emanuele sucedió uno de los eventos más emotivos de la jornada. Al principio el niño le sonrió con timidez al Papa mientras se acercaba al micrófono. Pero luego algo sucedió que lo petrificó. “No puedo hacerlo”, repetía Emanuele.
Mons. Leonardo Sapienza, ayudante papal, alentó al pequeño a hacerle su pregunta al pontífice, pero este seguía diciendo: “No puedo”.
“Ven, ven a mí, Emanuele”, le instó el Papa. “Acércate y susúrramela al oído”.
Con la ayuda de Mons. Sapienza, Enmanuel subió sollozando a la plataforma donde estaba sentado el Papa Francisco, quien lo recibió con un cálido abrazo, acariciando su cabeza y hablando en voz baja con él.
Con sus cabezas tocándose, el Papa y el niño hablaron en privado unos segundos antes de que Emanuele regresara a su asiento.
“Si todos pudiéramos llorar como Emanuele cuando tenemos un dolor en nuestros corazones”, dijo el Papa a los niños. “Estaba llorando por su padre y tuvo el coraje de hacerlo delante de nosotros porque en su corazón hay amor por él”.
El Papa Francisco dijo que le había pedido permiso a Emanuele para compartir en público su pregunta y que el niño estuvo de acuerdo. “Hace un tiempo mi padre falleció. No era creyente, pero bautizó a todos sus cuatro hijos. Era un buen hombre. ¿Papá está en el cielo?”
“Qué hermoso es escuchar a un hijo decir de su padre que ‘era bueno'”, les dijo el Papa a los presentes. “Y qué hermoso testigo de un hijo que heredó la fortaleza de su padre, que tuvo el coraje de llorar delante de nosotros. Si ese hombre fue capaz de educar a sus hijos así, entonces es cierto, él era un buen hombre. Él era un buen hombre”.
“Aunque no era creyente, no tenía el don de la fe, bautizó a sus hijos. Tenía buen corazón”, continuó el Papa Francisco.
“Dios es quien decide quién va al cielo”, explicó el Papa.
El siguiente paso para responder la pregunta de Emanuele, dijo, sería pensar cómo es Dios y, especialmente, qué tipo de corazón tiene. “¿Qué piensas? El corazón de un padre. Dios tiene el corazón de un padre. Y con un padre que no era creyente, pero que bautizó a sus hijos y les dio esa valentía, ¿crees que Dios podría dejarlo lejos de sí mismo?”
“¿Dios abandona a sus hijos?” el Papa preguntó. “¿Dios abandona a sus hijos cuando son buenos?”
Los niños gritaron: “No”.
“Ahí, Emanuele, esa es la respuesta”, le dijo el Papa. “Seguramente Dios estaba orgulloso de tu padre, porque es más fácil como creyente bautizar a tus hijos que bautizarlos cuando no eres creyente. Sin duda, esto agradó mucho a Dios”.
El Papa Francisco animó a Emanuele a “hablar con tu padre, reza a tu padre”.
Anteriormente, una joven llamada Carlotta también le hizo al Papa una delicada pregunta: “Cuando nos bautizamos, nos convertimos en hijos de Dios. Las personas que no están bautizadas, ¿no son hijos de Dios?”
“¿Qué te dice tu corazón?” el Papa le preguntó a Carlotta. Ella dijo, ellos también lo son.
“Correcto, y lo explicaré”, le dijo el Papa. “Todos somos hijos de Dios. Todos. Todos”.
Los no bautizados, miembros de otras religiones, aquellos que adoran ídolos, “incluso los mafiosos”, que aterrorizan al vecindario alrededor de la parroquia, son hijos de Dios, aunque “prefieren comportarse como hijos del diablo”, dijo.
“Dios creó a todos, ama a todos y pone en el corazón de todos una conciencia para que puedan reconocer lo que es bueno y distinguirlo de lo que es malo”, dijo el Papa.
La diferencia, dijo, es que “cuando fuiste bautizado, el Espíritu Santo entró en esa conciencia y reforzó tu pertenencia a Dios y, en ese sentido, te hiciste más hija de Dios porque eres un hijo de Dios como todos, pero con la fuerza del Espíritu Santo “.