Biblia

¿A quién amaba más el Señor, a Marta o a María?

Con esta pregunta el catequista suscitaba el interés de sus estudiantes. Al enfrentar a las dos hermanas amigas del Señor se organizaron dos grupos en la clase. Lejos de mí decantarme por ninguno de las dos.

El episodio de la resurrección de Lázaro es un buen momento para conocerlas. Los tres hermanos vivían en un pueblecito llamado Betania. Significa ‘Casa de la Aflicción’. Está situado a 3 kilómetros de Jerusalén, a los pies del Monte de los Olivos. Cuando llegó Jesús a su residencia, María se sentó a sus pies. Mientras tanto Marta, que estaba absorbida por los muchos quehaceres de la casa, se quejó con estas palabras: “¿Mi hermana me ha dejado sola para atenderte?”. El Maestro aprovechó la ocasión para darle una cariñosa reprimenda:

“Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas. María ha elegido la mejor parte”.

En otro momento, con ocasión de la muerte de Lázaro, las dos hermanas mandaron un simple ruego a Jesús: “el que amas está enfermo”. ¡Qué coincidencia! La misma discreta petición había hecho la Virgen en las bodas de Caná “No tienen vino”. Se entiende bien esta súplica de las hermanas, pues:

Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro.

A su visita, las dos mujeres reaccionan de forma diferente. Apenas Marta se encuentra con Jesús le dice: “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Marta representa las expectaciones, que el evento ha suscitado entre los presentes. El, que es bien conocido por sus milagros, debería haber curado a su amigo Lázaro. Jesús le hace una sorprendente respuesta:

“Tu hermano resucitará. “Yo soy la resurrección (y la vida). El que cree en mí, aunque muera, vivirá”.

Seguidamente Marta hace una profesión de fe, verdadera “perla” del evangelio y digna de ser repetida por todo creyente:

“Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.

Con esta afirmación, Marta es sin duda el ejemplo del fiel seguidor de Jesús, pues le reconoce como Mesías e Hijo de Dios.

María, la misma que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos, al enterarse de la llegada del Señor, no pierde un minuto, se levanta rápidamente y va donde Él, aunque todavía no había entrado en el pueblo. Le repite lo que le había dicho su hermana: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.”

Ante este espectáculo de Lázaro muerto y viendo la reacción confiada de las dos hermanas, Jesús se emocionó profundamente y lloró. Los judíos decían: “¡Miren cómo lo amaba!” No obstante, el Señor ordena: “Quiten la piedra”. Ante la razonable objeción de Marta: “Señor, ya tiene mal olor, pues lleva cuatro días.” Jesús gritó con fuerte voz: “¡Lázaro, sal fuera!”.

Las muestras de fe de estas dos mujeres en la resurrección de su hermano y el amor de Jesús hacia ellas, hicieron reaccionar a muchos judíos y creyeron en el Seňor. Así han pasado a la historia, Marta y María como modelos de fe en el Resucitado. Eran amigas del Maestro. ¡Qué dignidad!

¿Cree usted que el ejemplo de estas hermanas puede ser un estímulo para las jóvenes de hoy día?