“Mi hermano dejó algo especial en cada persona que lo conoció”
ESTIMADO DIRECTOR: Me dirijo a usted en representación de la familia Ortiz-Garay, para agradecerle por todas las atenciones que han tenido con nosotros tras el fallecimiento de mi hermano, el Pbro. Jorge Ortiz-Garay.
Sobre todo, por todas las oraciones en las que nos tuvieron presentes. Gracias a estas, y a las de todas las personas que conocieron a mi hermano, porque nos sostuvieron y nos han estado fortaleciendo, y llenando de consuelo y esperanza.
Este tiempo ha sido muy difícil y al aceptar la voluntad de Dios, gracias a estas oraciones que han sido un pilar en nuestras vidas, hemos experimentado que el único que nos da la paz es el Señor; porque hemos sido testigos de que mi hermano dejó algo especial en cada cada persona que lo conoció.
Ya que esa era su misión: servir a los demás. Es un aliciente en nuestras vidas ver que cumplió su misión como un buen pastor. Agradecemos de todo corazón su bondad y que el Señor multiplique las bendiciones para usted y su familia.
Nuestras oraciones por usted. Muy agradecidos.
Sinceramente.
Irais Ortiz-Garay
Nota editorial: Irais Ortiz-Garay es hermana del padre Jorge Ortiz- Garay, quien fuera el director diocesano de la Pastoral Mexicana. El padre Ortiz-Garay fue el primer sacerdote en Estados Unidos que murió a causa del COVID-19.
¡Cada quien a lo suyo!
ESTIMADO DIRECTOR: Durante bastante tiempo he buscado que alguien con autoridad escribiera un artículo sobre las “formas” en que los laicos participan y responden en la Liturgia Eucarística.
Me refiero en particular a cómo respondemos a las oraciones, donde al parecer las palabras ya no son suficientes, si no que tenemos la necesidad de utilizar también las manos, añadiendo gestos que no son necesarios y que no pertenecen a la Liturgia católica, cuando lo que decimos debe bastar para expresar con convicción y fuerza lo que creemos.
La Liturgia tiene su propia estructura y no necesita de nuestra improvisación, ni tampoco utilizar nada que no pertenezca a la propia Liturgia. El celebrante tiene su parte perfectamente definida al igual que los laicos.
En el documento Redemptionis Sacramentum (El Sacramento de la Redención) de Juan Pablo II el párrafo número 45 dice: “Se debe evitar el peligro de oscurecer la complementariedad entre la acción de los clérigos y los laicos, para que las tareas de los laicos no sufran una especie de ‘clericalización’, como se dice, mientras los ministros sagrados asumen indebidamente lo que es propio de la vida y de las acciones de los fi eles laicos”.
Por tanto, el ministro ordenado nos representa ante Dios en la celebración y él es el único que debe levantar las manos en ciertos momentos de la celebración, como por ejemplo en el Padre Nuestro. Esa es la razón por la que el diácono durante la celebración eucarística nunca pone sus manos en la misma posición del Sacerdote para que haya un ejemplo en la diferencia.
En la circunstancia que estamos viviendo, y teniendo la oportunidad de celebrar nuestra misa diaria a través del canal de la Diócesis, sería una excelente oportunidad de que a través de la misa, en particular en español, nos enseñaran las formas correctas.
Le ruego a quien corresponda en la Diócesis que por favor nos eduquen en cuanto a lo que es correcto o no litúrgicamente. Para no terminar pareciéndonos a otros grupos con los cuales nada tenemos que ver.
La riqueza de nuestra Liturgia es bellísima e inigualable, démosle el realce y el lugar que se merece.
Humildemente y con todo el respeto en el amor de Cristo,
Joaquín González
Nadie debería tener miedo de inyectarse la vacuna del COVID-19
ESTIMADO DIRECTOR: Mi esposa Eva y yo recibimos nuestra primera dosis de la vacuna Pfizer contra el COVID-19 en el Aqueduct Racetrack en Queens, el viernes 26 de febrero.
Mi esposa tiene 67 años y yo 71 años y nos costó mucho tratar de conseguir una cita durante esta pandemia. Pero gracias a nuestro grupo de personas mayores en Commonpoint Queens, en Little Neck, pudimos conseguir una cita.
Cuando llegamos a nuestra cita, fuimos recibidos por miembros de la Guardia Nacional extremadamente serviciales, que verificaron nuestra identificación y el número de nuestra reservación.
Luego nos mostraron dónde ir y hacer fila a dos metros de distancia. La espera fue breve. Cuando llegó nuestro turno, una agradable joven, servicial y amable, nos hizo preguntas, nos dio una tarjeta de cita y nos indicó la siguiente estación, donde una enfermera nos puso las vacunas.
Esta enfermera también fue amable y atenta. Nos pidió que fuéramos a otra área y nos sentáramos durante unos 20 minutos para asegurarnos de que no tuviéramos reacción a la vacuna. Cuando nos íbamos a casa, vi a dos soldados de la Guardia Nacional y les dije: “Están haciendo un gran trabajo para protegernos del COVID-19”. Uno de los soldados respondió: “Gracias por sus amables palabras”.
Cuando mi esposa y yo nos subimos a nuestro automóvil para ir a casa, le dije: “Esto realmente salió bien”. Y mi esposa estuvo de acuerdo.
Según nuestra experiencia, nadie debería tener miedo de recibir la vacuna contra el COVID-19.
Frederick R. Bedell Jr.
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