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En vísperas del Día Internacional de la Mujer, el Papa exalta a mujeres brutalizadas por ISIS

QARAQOSH, Irak (Crux) — Este domingo en Irak, en medio de abundantes huellas de la violencia, la guerra y el terrorismo, el papa Francisco le dijo a los cristianos iraquíes que ellos son una prueba tangible de la victoria de la vida sobre la muerte.

Al dirigirse a una multitud, parte de una comunidad que vio a sus niñas y mujeres vendidas como propiedad por terroristas del Estado Islámico, y en vísperas del Día Internacional de la Mujer, el Papa expresó un “sincero agradecimiento a todas las madres y mujeres de este país, mujeres valientes que continúan dando vida, a pesar de los males y las heridas”.

“Que las mujeres sean respetadas y protegidas”, dijo. “Que se les muestre respeto y se les brinden oportunidades”.

El pasado viernes, durante el vuelo de Roma a Irak, el papa Francisco recibió documentos de ISIS en los que se detallaba el precio de las mujeres durante su reinado de terror en Irak y Siria, entre 2013 y 2017. Los documentos, recuperado por la organización benéfica papal Aid to the Church in Need (Ayuda a la Iglesia Necesitada), muestran que una mujer mayor de 40 tenía un “precio de venta” de $42, mientras que con $173 se podía “comprar” a una niña de entre uno y nueve años.

En la lista de precios, en árabe e inglés, se equiparaban los “mercados” de mujeres y ganado, e incluso se lamentaba que ambos hubieran “disminuido drásticamente”, lo que “afectará los ingresos del Estado Islámico, así como la financiación de los combatientes en el campo de batalla, por lo tanto, hemos realizado algunos cambios”, y luego aparecían los precios actualizados para las esclavas yazidíes y cristianas.

“Los clientes pueden comprar sólo tres artículos, excepto en el caso de [artículos] procedentes de Turquía, Siria y los países del Golfo”. Las violación de estas reglas, de acuerdo al documento de ISIS, podían conllevar la pena de muerte.

Es posible que el Papa tuviera esta “lista de precios” en mente cuando escuchó la historia de Doha Sabah Abdallah, una mujer de Qaraqosh, que perdió a su hijo pequeño cuando un mortero cayó en la ciudad varios días antes de la entrada de ISIS.

Dijo que habían abandonado la ciudad cuando ISIS comenzó sus ataques para invadir Qaraqosh. Sin embargo, tres días después todos regresaron, porque “siendo cristianos, estamos listos para el martirio”.

El Papa Francisco llega para visitar a la comunidad en la Iglesia de la Inmaculada Concepción en Qaraqosh, Irak, el 7 de marzo de 2021. (CNS/ Paul Haring)

En la mañana del 6 de agosto de 2014, un proyectil de mortero mató a su hijo pequeño y a su primo, así como a un joven vecino que estaba a punto de casarse.

“El martirio de estos tres ángeles fue una clara advertencia. Si no fuera por eso, la gente de Bagdad se habría quedado e inevitablemente habría caído en manos de ISIS”, dijo. “La muerte de los tres salvó a toda la ciudad”.

El Papa se refirió en sus palabras al pedido de perdón de Sabah.

“Perdón, esa es una palabra clave”, dijo. “El perdón es necesario para seguir enamorado, para seguir siendo cristiano. El camino hacia una recuperación total puede ser todavía largo, pero les pido, por favor, que no se desanimen. Lo que se necesita es la capacidad de perdonar, pero también el coraje para no darse por vencido”.

“Confiamos en [Dios] y, junto a todas las personas de buena voluntad, decimos ‘no’ al terrorismo y la manipulación de la religión”, dijo, repitiendo un pedido que se ha convertido en un lema del viaje.

La historia reciente de violencia se puede ver en todas partes en Qaraqosh, una ciudad de la llanura de Nínive que contaba con 50.000 habitantes antes de la invasión de ISIS, el 90 por ciento de ellos cristianos. La mayoría de sus habitantes se vieron obligados a huir hacia Erbil, capital de Kurdistán, dejando atrás sus hogares y pertenencias.

Cuando se les permitió volver en 2016 al lugar conocido como la “Ciudad de las 10 iglesias”, los cristianos encontraron sus hogares devastados y las iglesias profanadas. Se estima que el 45 por ciento de los que huyeron han regresado.

En Qaraqosh se erige la iglesia más grande de Irak, dedicada a la Inmaculada Concepción de María. Cuando ISIS tomó la ciudad en agosto de 2014, la iglesia fue vandalizada, profanada y quemada. El campanario fue parcialmente destruido y las imágenes decapitadas. Sacaron los bancos al patio, y convirtieron el área del coro en un campo de tiro.

Grupo de niños sentados en el pasillo durante la visita del Papa Francisco a la comunidad en la Iglesia de la Inmaculada Concepción en Qaraqosh, Irak, el 7 de marzo de 2021 (CNS/ Paul Haring)

Fue dentro de esta iglesia, recientemente restaurada, donde el papa Francisco se dirigió a la comunidad cristiana de Irak.

“¡Cuánto se ha destruido!” les dijo el Papa. “¡Cuánto hay que reconstruir! Nuestro encuentro hoy aquí demuestra que el terrorismo y la muerte nunca tienen la última palabra. La última palabra pertenece a Dios y a su Hijo, vencedor del pecado y de la muerte. Incluso en medio de los estragos del terrorismo y la guerra, podemos ver, con los ojos de la fe, el triunfo de la vida sobre la muerte”.

El pontífice reconoció que hay momentos en los que la fe puede flaquear, “cuando parece que Dios no ve ni actúa… ¡No dejen de soñar! ¡No se rindan! ¡No pierdan la esperanza! Desde el cielo los santos nos protegen”.

Mounir Jbrahil, un profesor de matemáticas de 61 años que huyó de Qaraqosh hacia Erbil en 2016, pudo reconstruir el año pasado su casa. Mientras esperaba al papa Francisco, declaró a los periodistas: “Ahora es más seguro aquí. Es genial ver al Papa, nunca esperábamos que viniera a Qaraqosh. Tal vez eso ayude a reconstruir el país finalmente con su mensaje de amor y paz”. 

El padre Ammar Yako, vicario general de los católicos siríacos en Mosul, le contó al Papa cómo, la noche en que las fuerzas de ISIS se aproximaban a la ciudad donde él era sacerdote, Dios le dio fuerzas para ayudar a los que querían irse, mientras él se quedó en la ciudad a punto ya de caer en manos de los terroristas.

“Desde ese momento, nos hemos enfrentado a una prueba muy difícil y muy dura: vivir dispersos en las calles, plazas y parques públicos sin refugio ni comida”, dijo el padre Yako. “Con la fuerza de Dios, en nuestro servicio sacerdotal, hemos podido ayudar a las familias, estar con ellas, distribuir alimentos, ropa y otras ayudas. Los tres años que hemos vivido como refugiados no son ‘años malditos’, sino años de bendición del Señor”.

“El Señor no nos abandonó: fue un milagro ver el renacer de esta ciudad; ¡y aquí estamos hoy!”, añadió el sacerdote.