El 26 de febrero pasado comenzamos con el Miércoles de Cenizas el sagrado tiempo de la Cuaresma que nos encamina hacia la Pascua. Durante la celebración de la Misa, tomando el Evangelio según San Mateo habíamos proclamado: “Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mateo 6,6).
La Palabra de Dios de aquel miércoles nos invitaba a entrar en lo más profundo de nuestro ser buscando la reconciliación con Dios y con nosotros mismos a la vez que con nuestros hermanos. Entrar en la profundidad de nuestras vidas con ayuda de la Palabra divina nos reorienta en el regreso a casa, a encontrarnos con el Padre de las misericordias.
El versículo mateano que antes mencioné (6,6) es la clave de lectura de todo el camino cuaresmal, pues es el tiempo propicio para convertirse, para un volverse adentro de uno mismo: no para encerrarse o buscarse vanidosamente en el propio espejo del ideal personal. Sino para descubrir dentro de uno mismo las propias necesidades vitales de conversión y de cambio que nos llevan a buscar la salida de nuestras propias fronteras y a pedir ayuda al buen Dios; procurando la transformación de nuestra voluntad que se hace visible en nuestras palabras, en nuestros actos. Sin bajar a las propias profundidades no se puede encontrar la luz ni la fuerza para cambiar de vida.
Orar también quiere decir entrar
“Tú, cuando ores, entra en tu habitación…” dice Mateo. La palabra cuando es un adverbio de tiempo que modifica al verbo orar. Se puede traducir también con la expresión: “cada vez que, en toda ocasión que…” dando énfasis a todas y cada una de las oportunidades que tengas para hacer lo que dice el verbo: orar. El siguiente verbo de la frase es entrar. Al estar en modo Imperativo significa un comando, una orden, un pedido que exige ser obedecido.
Por tanto, “cada vez que ores, ingresa en tu habitación, y habla con tu Padre…”. Es como decir: métete en tu lugar sagrado, en tu vida, en tus cosas… y desde allí habla a tu Padre que te escucha en lo secreto.
El camino cuaresmal es precioso en cuanto posibilita esta experiencia de profundidad que podemos alcanzar cada vez que oramos al Padre metiéndonos en el interior de la propia existencia. Es allí donde se retoman las fuerzas y las ganas para caminar juntos con nuestros hermanos en el servicio, en la caridad, en el testimonio de Jesús.
Cerrado después de Cenizas
Lo que aquel miércoles jamás imaginábamos es que esa frase del Evangelio “entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre…” sería casi una frase profética.
Pocos días después de LasCenizas la Emergencia Sanitaria Mundial por el Coronavirus (COVID-19) nos ha hecho obligadamente entrar en nuestros aposentos, en nuestras habitaciones, en nuestras casas… no sé si al principio para orar…creo que no. De manera abrupta, todo se ha cerrado, todo se ha suspendido. Y el tiempo de estar “adentro” se ha prolongado más de lo que estábamos acostumbrados…
Junto con el aislamiento domiciliario que produjo la emergencia han aparecido estrategias, protocolos, normas, consejos, pasatiempos y tantas otras cosas que intentan hacer del modo cuarentena un momento más llevadero…
De repente, cobra nueva fuerza y sigue aún vigente, el mensaje sencillo y poderoso de aquel miércoles último de febrero… entra…cierra…ora.
Estos días transcurridos en medio de la emergencia sanitaria y de los cuidados preventivos para no ser afectados por la enfermedad, la situación nos invita a entrar, cerrar, orar de una manera nueva a nuestro Padre del Cielo. Levantar la cabeza y buscar en Dios la confianza y la simplicidad de encontrarnos otra vez con Él, fuente de la Vida. Reanudar los lazos que tal vez hemos perdido u olvidado en el correr frenético de nuestros días.
Ya que hemos cerrado la puerta a todo poco más o menos por obligación, aprovechar la oportunidad de estar en casa y también allí renovar los vínculos, la manera de hablarnos, la manera de tratarnos. O aprender a hacerlo de nuevo. No está de más rejuvenecer nuestros esquemas. Aceptar el desafío de aprender una nueva forma de dialogo con Dios, también en tiempos difíciles como estos.
Cuaresma puertas adentro. ¿Todo cerrado?
La Cuaresma es el camino que conduce a la Pascua. Transitar esta vía tal vez hoy forzada por la situación de emergencia sanitaria que la convierte en una peculiar Cuaresma puertas adentro, nos invita a aprovecharla en sus otras propiedades: serenar los ánimos, desintoxicarse, limpiar la mirada, las actitudes, el corazón, los vínculos, redescubrir la fe en Dios.
¡Así también lo está haciendo la Madre Naturaleza! Según la Agencia Espacial Europea, han bajado los niveles de contaminación desde el bloqueo de las actividades por el COVID-19. Y entre otras cosas, las aves vuelan más libremente, los animales andan tranquilos por los bosques, las aguas se ven claras en los ríos, los peces vuelven a los cursos de agua…
El encierro y el cese de las actividades cotidianas por este especial momento que nos toca vivir no cierren la oportunidad de un renovación a gran escala en todos los aspectos de nuestra vida. Aprendamos de la Naturaleza que de los despojos sabe renovarse y ofrecer un nuevo rostro alabando al Creador.
En cristiano, eso se llama Pascua.