Un domingo de septiembre, cuando el otoño asomaba en las calles de Nueva York, subí al tren 7 en Queens casi vencida de sueño. Unas tonadas de guitarra me despertaron para darme cuenta que mi destino estaba a solo dos estaciones.
Mientras oía una versión instrumental de Hotel California me sacudí el cansancio y sospeché que allí, tras esa guitarra, había una historia digna de conocer.
Dejé que la chica de la guitarra terminara su canción para abordarla y pedirle una entrevista pero salió tan rápido del vagón que no me quedó otra opción que perseguirla hasta la siguiente puerta del tren donde acababa de entrar. La tomé del brazo para llamar su atención y para no caerme a causa de la falta de aire por la carrera.
La asusté, sin querer, pero fue amable y así supe que se llama Cynthia, que nació hace 30 años en Nueva York y que su madre nació en Ecuador y su padre en España.
Ella, Cynthia Blade, toca su guitarra unas cuatro veces por semana en el metro y aprendió de manera autodidacta a interpretar este instrumento hace 13 años.
“Empecé a hacer esto es porque quise retarme a mí misma porque era muy tímida, no hablaba con la gente y era muy introvertida, así que comencé a venir al tren no solo para aumentar mi confianza sino para interactuar mejor con las personas”, me cuenta mientras hablamos sentadas en un vagón casi vacío.
“Es difícil encontrar lugares para tocar para la gente. La música es muy sanadora y yo vengo al tren a tocar porque la gente quizás han podido tener un mal día en el trabajo o simplemente no se sienten bien y toco para sacarles una sonrisa. Es genial ver cómo son de receptivos, si estoy aquí es porque me encanta compartir mi música con ellos”, dijo Cynthia con su guitarra todavía entre los brazos.
Esta joven talentosa ha visto gente sollozar porque una interpretación les recuerda a sus padres o quizá a un viejo amor. Especialmente recuerda a alguien que le dijo “yo antes tocaba guitarra, lo haces muy bien, muchas gracias por compartirlo aquí”, esta y muchas tantas expresiones de quienes la escuchan, hacen que Cynthia siempre quiera volver al metro con su eterna compañera de seis cuerdas.
La gente puede pensar que lo está haciendo por dinero, para sobrevivir, y aunque no habría nada de malo en ello, la verdad es que eso no es lo principal. Cynthia lo hace para regalarles a los demás un poco de esa sensación de alivio y sanación que produce la música.
“Yo toco en mi guitarra lo que genuinamente siento, si tengo un día bueno, malo o fantástico también obtengo sanación. La música lo es todo para mi”, me confiesa mostrándome su anillo con una clave de sol, mientras añade: “estoy casada con la música”.
Le emociona saber que hay tantas personas que aprecian su talento, la experiencia ha sido genial y, como ella misma dice, con guitarra en mano ha conocido también a otros artistas.
“Vivimos en un mundo hermético, donde todo el mundo está en pendiente de su celular, encerrado con sus auriculares con o sin Bluetooth, pero la gente te escucha cuando la señal en el tren no les permite acceder a YouTube, Spotify o Pandora. En ese momento tienes la oportunidad de entregarles otra clase de música”, dice.
Frecuentemente le preguntan por qué no canta. La razón es que el tren es muy ruidoso y su voz se perdería entre el barullo de la gente y el estrepitoso sonido. “Pero si alguien, por ejemplo, me pidiera que cantara alguna canción yo lo haría”, asegura.
“A algunas personas no les gusta la expectativa y dicen ‘deberías cantar, deberías hacer esto o aquello’ y yo no tengo que hacer nada. He tocado guitarra más tiempo del que he cantado. Con mi guitarra es como expreso mis sentimientos”, concluye @NYCGuitarGirl, una chica cuya personalidad relajada es fácil de entender.