Opinión

¿Es la deportación la solución para la Mara Salvatrucha?

El libro “This Is for the Mara Salvatrucha: Inside the MS-13, America’s Most Violent Gang” de Samuel Logan, narra la historia de Brenda Paz, una joven de Honduras que llegó a los Estados Unidos a la edad de tres años. Creció como una niña bien portada en San Bernardino, Los Ángeles. Su madre cuidaba de ella con esmero y su papá trabajaba largas horas para mantener dignamente su familia. Lamentablemente la mamá enfermó gravemente y decidieron regresar a Honduras. Cuando cumplió 15 años su papá la envió a Texas con unos tíos para que continuara sus estudios. Ella no fue feliz allí. Por una parte extrañaba mucho a su madre y, por otra, se sentía intrusa y relegada en su nuevo hogar. Ansiaba tener amigos que la apreciaran y la hicieran sentir importante. Conoció a un joven salvadoreño fuerte y decidido llamado Veto que la escuchaba con atención, que le preguntaba cómo se sentía, que la hacía reír, que la hacía sentir importante. El joven pertenecía a la Mara Salvatrucha. Al saber que no podía seguir con él a menos que ingresara a la organización, ella se sometió al rito cruel de iniciación, y a sus reglas.

El 13 de julio de 2003, los periódicos publicaron que Brenda Paz, una joven de 17 años de edad, miembro de la Mara Salvatrucha e informante del FBI, fue encontrada apuñalada en las orillas del río Shenandoah en el estado de Virginia (Estados Unidos). Dos de sus antiguos amigos fueron posteriormente condenados por el asesinato.

De acuerdo a un estudio hecho por la cadena de televisión Univisión, se calcula que las ‘maras’ —grupo de jóvenes pandilleros— se originaron a mediados de los años 80 en distintas ciudades del oeste estadounidense, principalmente en Los Ángeles. Fueron fundadas por emigrantes centroamericanos, la mayoría, salvadoreños que huyeron de su país en guerra y se instalaron en barrios californianos impactados por la pobreza, el crimen y el tráfico de drogas. Algunos se agruparon en la “Mara Salvatrucha” (también conocida como la MS-13) y otros en la Barrio 18 (o Mara 18). Con el tiempo se consolidaron como las dos grandes pandillas rivales, como explicó a Univisión el antropólogo estadounidense Thomas Ward.

Los miembros de la Mara Salvatrucha se distinguen por tatuajes significativos que expresan su lealtad y amor a la mara. Tienen su propio lenguaje de señas y su propio código moral que consiste mayormente en crueles actos de venganza. Sus actividades incluyen venta de drogas, extorsión, venta de armas, secuestro, robo y asesinatos por encargo, entre otras. Se dice que para mantenerse en la mara es necesario cometer estos actos de violencia y que sólo muertos pueden salir de la organización.

Las maras han crecido, y se han expandido a otras regiones de Estados Unidos, Canadá, México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Italia y España. En Centroamérica su presencia se debe a la deportación de delincuentes realizada por el FBI y la DEA, desde Estados Unidos a sus países de origen.

En Estados Unidos, Alex Sánchez, un antiguo pandillero salvadoreño que ahora dirige una organización que ayuda a los jóvenes que abandonan estos grupos, dice que es posible que durante las redadas de ICE en los vecindarios controlados por la Mara Salvatrucha se arresten inmigrantes que no son el objetivo de esos operativos, y advierte que estas deportaciones tendrían un impacto negativo particularmente en Centroamérica. “Más gente va a ser deportada a nuestros países, donde no hay oportunidades de empleo y hay más posibilidad de que la gente se meta en algo delictivo para comer”, expresó.

También el activista y escritor Randy Jurado Ertll cree que el grupo más afectado por los “daños colaterales” debido a las redadas migratorias sean aquellos que han cometido delitos menores. Él también teme que las deportaciones de miembros de la MS-13 solo trasladará el problema a otras regiones. “Creará más caos en México y en Centroamérica”, manifestó Jurado Ertll, originario de El Salvador. Ante esta triste realidad, ¿qué podemos hacer? ¿Qué haría Jesús?