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‘¡Es un infierno!’: La vida en Egipto para una mujer cristiana

EL CAIRO—. Ser mujer en un país donde la mayoría de la gente te ve como una desgracia, y en el mejor de los casos te mira con alguna intensión sexual, es una carga pesada, aún peor cuando eres una mujer cristiana. ¡Es un infierno!

Cuando eres una mujer copta, eres víctima de muchas injusticias tanto por parte de la sociedad como de la iglesia. Las coptas en Egipto enfrentan dos dilemas: su género como mujer y su religión como cristianas.

El acoso sexual se puede describir como una epidemia que se ha propagado por todo Egipto. Según un estudio de 2013 de las Naciones Unidas, más del 98 por ciento de todas las mujeres egipcias han sido víctimas de acoso.

Quizás el caso más escandaloso y conocido mundialmente sea el de la violación grupal de la periodista sudafricana Lara Logan, el 11 de febrero de 2011, cuando reportaba para el programa ’60 minutes’ de la cadena CBS, desde la plaza de Tahrir, durante la renuncia de Hosni Mubarak.

Pero ese estudio no muestra cómo el acoso difiere de una mujer que usa hiyab a otra que lleva su cabello descubierto. La mayoría de las mujeres musulmanas en Egipto usan hiyab, por tanto, las que no lo usan son muy probablemente coptas. Esto significa que el hombre egipcio cree que tiene derecho a acosarla, simplemente porque la ve como una ramera y una infiel.

Ustedes pudieran pensar que estoy hablando de cierta clase de hombres, pero de hecho, la mayoría de los hombres musulmanes (no todos, pero si una abrumadora mayoría) ven a la mujer copta como una presa fácil. Ellos piensa que tendrán una recompensa religiosa si pueden manipularla emocionalmente y persuadirla de que se case con él o se convierta al Islam, un fenómeno que prevalece en el Alto Egipto.

Como mujer liberal, siempre me cuido de aquellos hombres con quienes trabajo o me reúno en cualquier lugar, porque la sociedad mira a la mujer liberal y de mente abierta, especialmente si es copta, con muchos prejuicios.

‘Serás la culpable’

Sobre el tema del acoso, la realidad descarnada y sorprendente es que la comunidad siempre defiende al acosador. Si la víctima intenta denunciar al acosador, siempre escuchará la advertencia “mejor no te enredes en un escándalo… que serás la culpable”.

Y si la víctima es cristiana o no usa un hiyab: “Debes ser decente y tapar tu cuerpo”.

Según un estudio de la ONU, el 84 por ciento de las mujeres egipcias cree que “las mujeres que se visten provocativamente merecen ser acosadas”. Desafortunadamente, las mujeres juegan un papel importante en la opresión de otras. El fanatismo religioso y el reclamo de la virtud hacen que las mujeres culpen a la víctima.

Otro caso que indignó y alarmó a la opinión pública occidental fue el asalto en masa del que fue víctima la periodista de France 24 Sonia Dridi.

Aunque el artículo 306 del código penal egipcio establece que el acoso sexual es punible con hasta 50,000 libras egipcias (unos 2,800 dólares) o una pena de prisión que va de seis meses a cinco años, la verdad es que las mujeres egipcias no confían en la protección de la ley porque cuando una niña intenta que se haga justicia, es regañada o amenazada. Por lo general, los perpetradores salen impunes.

En el caso de las mujeres cristianas, incluso temen presentar denuncias debido a la discriminación contra ellas por parte de la propia policía.

Tal vez el ejemplo más extremo sea el de Souad Thabet, una mujer copta de 72 años que fue desnudada por una turba musulmana y exhibida por las calles de su pueblo en el Alto Egipto en mayo de 2016. Ninguno de los perpetradores fue sentenciado por este ataque.

Hablando con ella hace unos meses me dijo: “Me siento humillada. Estoy aterrorizada por el futuro de mis nietos”.

Viviendo en Dualidad

No quiero caer en la trampa de la generalización, pero la impactante realidad en Egipto es que la sociedad, incluidos la mayoría de los intelectuales o la llamada elite intelectual, vive en dualidad. Hablan de liberación e iluminación sin vivir esos ideales. Miran a las mujeres que intelectualmente liberadas como si fueran quizás desviadas morales.

El papa Francisco junto a Teodoro II, patriarca de Alejandría, durante la visita de dos días del pontífice romano a Egipto en abril de 2017. (CNS/Paul Haring)

La Iglesia Ortodoxa Copta no es diferente de la sociedad y el estado en su práctica contra las mujeres coptas. Aunque la Constitución egipcia brinda igualdad de género, existe un gran vacío legal e injusticia social. Por ejemplo, cuando se trata de las herencias, se impone una doble injusticia sobre las mujeres. La ley Sharia, que otorga a las mujeres la mitad de la cuota de reciben los hombres, se aplica a todos los egipcios por igual.

Lo que empeora las cosas es que la mayoría de las familias coptas usurpan deliberadamente la herencia de las mujeres. A pesar de que el gobierno egipcio le pidió a la Iglesia que redactara una ley familiar para los cristianos, la Iglesia pasó por alto el tema de la herencia.

Otro ejemplo es que si un esposo muere, la tutela de los hijos se otorga al abuelo, no a la madre, de modo que, en muchos casos, los suegros privan a los hijos de sus madres.

La Iglesia en Egipto se rige por la misma cultura machista que prevalece en la sociedad. Además de la cuestión de la herencia, hay más injusticia en lo que respecta al divorcio. A las mujeres coptas no les está permitido solicitar el divorcio.

Sacrificio constante

Aunque sean víctimas de abuso físico o psicológico a manos de sus maridos, es vergonzoso pedir el divorcio. En aquellos casos en que las mujeres piden ayuda a la Iglesia, la respuesta habitual del sacerdote es: “Tienes que sacrificarte por tu familia… solo reza por tu marido y todo estará bien”.

La Iglesia Ortodoxa Copta en Egipto no permite el divorcio, excepto en el caso de adulterio. En los casos de divorcio civil, la Iglesia no permite que los divorciados vuelvan a casarse. Según estimados de 2012, existen más de 300,000 casos de divorcio que involucran a cristianos en los tribunales.

Clérigos ortodoxos durante el servicio ecuménico presidido por el papa Francisco y Teodoro II, patriarca de Alejandría, en la Iglesia de San Pedro en El Cairo, el 28 de abril de 2017. (CNS/Paul Haring)

En mi caso gasto aproximadamente la mitad de mi salario mensual pagando los gastos de la escuela internacional de mi hija para que pueda obtener una buena educación. Sin embargo, me siento decepcionada solo de pensar que cuando crezca, por ser una mujer cristiana, le será imposible ocupar cualquier posición de liderazgo.

Cuando sea hostigada o agredida sexualmente, no tendrá derecho a que se haga justicia, y tal vez se mantendrá en silencio. Como hija única, sus primos compartirán la herencia de su padre. Si su matrimonio falla un día, no tendrá una segunda oportunidad.

Todos estos pensamientos se me agolpan en el pecho sofocándome cuando pienso en el futuro que le espera a mi hija.

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Engy Magdy es una periodista egipcia y cristiana copa residente en El Cairo, Egipto, y colaboradora de The Tablet, el semanario de la diócesis de Brooklyn. Aquí nos relata cómo es la vida de una cristiana copta ortodoxa en Egipto. Este artículo fue publicado originalmente en inglés en The Tablet.