El obispo auxiliar emérito de la Diócesis de Brooklyn, Mons. Octavio Cisneros, lidera la causa de canonización del “hombre renacentista” de la Iglesia
RICHMOND HILL — Hay dos relatos sobre el padre Félix Varela (1788-1853), y ambos son ciertos.
En su Cuba natal, Varela es considerado como filósofo, maestro, patriota y luego un político condenado a muerte por la corona española por haber apoyado la independencia de la América Latina colonial.
Pero en la ciudad de Nueva York, Varela se convirtió en párroco y personificó el amor y el cuidado de Dios en el estridente vecindario de Five Points. Aquí, los inmigrantes irlandeses marginados sufrieron enfermedades y soportaron la miseria, el hacinamiento y la hostilidad hacia su fe católica. Aún así, fueron consolados y sostenidos por el trabajo de este exiliado cubano.
El Papa Benedicto XVI lo declaró “venerable” en 2012. Ahora el siguiente paso es la beatificación, a la espera de los milagros. Este año se celebra el bicentenario de la llegada del Padre Varela a Manhattan, y su causa de santidad cobra un nuevo impulso.
Inmerso en la promoción del padre Varela se encuentra el vicepostulador de la causa, el obispo auxiliar emérito de Brooklyn, Mons. Octavio Cisneros. El 24 de febrero, será coanfitrión de una cena de gala con la Fundación Félix Varela en el Union League Club de Manhattan. Está previsto que asistan los cardenales Timothy Dolan de Nueva York y Seán O’Malley de Boston.
“Todo lo que necesitamos ahora es un milagro”, dijo Mons. Cisneros. “Por eso seguimos impulsando la figura de Varela. Y con la cena, no se trata solo de recaudar fondos para la causa de canonización. Es para que la gente sepa sobre él, especialmente los irlandeses.
“Si los irlandeses siguen rezándole a Varela, sé que algo pasará”.
Un hombre renacentista
Félix Varela y Morales nació en una familia de militares en La Habana, Cuba, que entonces era una colonia de España.
Pero a los 3 años, sus padres habían muerto, por lo que fue criado por su abuelo materno, el teniente coronel Bartolomé Félix Morales y Ramírez, comandante de la guarnición colonial en St. Augustine, Florida. Allí, los sacerdotes irlandeses instruyeron al niño en latín y escritura.
Las colonias de España dependían de la mano de obra esclava, y en Florida, las atrocidades estaban siempre presentes. A los 14 años, Varela protestó por el deseo de su abuelo de que ingresara a una academia militar en España. En cambio, puso sus ojos en el sacerdocio para servir a los marginados.
Varela ingresó al Seminario de San Carlos y San Ambrosio en La Habana y fue ordenado sacerdote en 1811. También asistió a la Universidad de La Habana, donde reunió inmensos conocimientos en matemáticas, filosofía y química.
El padre Varela se convirtió en profesor y autor de libros de texto. También investigó la democracia constitucional y cómo ella podría funcionar en América Latina.
“Realmente fue un hombre del renacimiento”, dijo Mons. Cisneros.
Para 1821, sus escritos políticos y su oratoria resultaron en su nombramiento para representar a Cuba en el organismo gubernamental, “Cortes Generales”, en España. Mientras estuvo allí, abogó por la democracia y la independencia de América Latina. También escribió un importante ensayo contra la esclavitud.
“El énfasis en Cuba no estaba en su ministerio apostólico”, dijo Mons. Cisneros. “En mi escuela primaria por supuesto que escuché de Félix Varela. Pero nunca hubo realmente un énfasis en la persona completa de Varela. Siempre lo tuvieron como Varela el filósofo, un maestro, un patriota y luego un político”.
Pero en la España del siglo XIX, se le conocería como un alborotador.
Persona non grata
El rey Fernando VII había estado dentro y fuera del poder, después de haber sido derrocado por Napoleón Bonaparte de Francia, pero se le permitió regresar en 1823. Posteriormente, el rey tomó medidas enérgicas contra los oradores a favor de la democracia como el padre Varela.
El sacerdote estaba marcado para morir, pero escapó y llegó en la ciudad de Nueva York. Nunca volvió a Cuba.
“Se convirtió en persona non grata”, dijo Mons. Cisneros. “No podía volver a Cuba porque eso era parte de España. Lo más cerca que podías estar de Cuba era Estados Unidos”.
Al llegar en la ciudad de Nueva York, el padre Varela contempló la violencia, la falta de saneamiento y el hacinamiento de inmigrantes de todo el mundo, especialmente los irlandeses. Su número aumentaría durante los próximos años debido a la Gran Hambruna en Irlanda.
En ese momento, solo había dos estructuras católicas en Manhattan: la Iglesia St. Peter, que es también la parroquia más antigua del estado de Nueva York, y la antigua Catedral de San Patricio.
“Había muy pocos sacerdotes en Nueva York, solo un puñado”, dijo. “Pero aquí tenías a Varela, que había sido muy bien educado. Tenía un doctorado. Era un filósofo y se puso a trabajar”.
El padre Varela creó tres publicaciones, incluido “El Habanero”, el primer periódico en español en los EE. UU. Escribió editoriales que pedían tolerancia religiosa y derechos humanos.
En 1825, el padre Varela se unió al personal de la parroquia de St. Peter como pastor asistente, pero a medida que llegaron más católicos irlandeses, estableció dos nuevas iglesias. La parroquia de St. James en James Street se estableció en 1833.
Tres años más tarde, compró una iglesia presbiteriana en Chambers Street que se convirtió en la Iglesia de la Transfiguración. Esa parroquia se trasladó a Mott Street en el actual barrio chino, donde tiene la distinción de ser la iglesia madre de la comunidad católica china de Nueva York.
El sentido de responsabilidad pastoral del padre Varela lo llevó a la tarea inaudita de pasar largos períodos en hospitales atendiendo a pacientes de cólera. También liquidó sus herencias personales de Cuba para ayudar a los pobres.
En 1850, con mala salud, regresó a St. Agustin (FL) para recuperarse , pero murió tres años después.
Para elevar a la gente
Mons. Cisneros dijo que no sabía nada del ministerio de Nueva York del padre Varela hasta después de que hizo su propio viaje a los Estados Unidos.
Llegó en 1961 durante la Operación Peter Pan, un esfuerzo humanitario católico que trajo a 14.000 niños no acompañados a los EE. UU. desde Cuba, que había caído bajo el paraguas del comunismo. Una década más tarde, fue ordenado sacerdote.
Al llegar a Nueva York, otro sacerdote cubano, Mons. Raúl del Valle, le contó a Mons. Cisneros sobre el padre Varela “el sacerdote”.
Así Mons. Cisneros vino a compartir el aprecio de Raúl del Valle por el Padre Varela. Los tres en efecto, eran sacerdotes que abandonaron Cuba en contra de sus deseos pero que encontraron nuevos propósitos en Nueva York.
“Fundó una escuela de huérfanos para que las madres pudieran trabajar”, afirmó Mons. Cisneros refiriéndose el padre Varela. “Intentaba ayudar a las mujeres dándoles trabajo, dándoles costura. Trató de elevar a la gente para que no entraran en el crimen o la prostitución.
“Es un ejemplo de entrega a la gente, a los inmigrantes. Y eso es exactamente lo que se me ha pedido. Así que él es verdaderamente un ejemplo para mí como sacerdote cubano en Nueva York”.
También es un ejemplo para los papas.
En enero, el Papa Francisco escribió para animar al pueblo de Cuba que viene enfrentado la escasez de alimentos y medicamentos en los últimos años, especialmente durante la pandemia de COVID-19.
Esta escasez ha provocado las protestas antigubernamentales más grandes en décadas. El Papa Francisco recordó a los cubanos el mensaje de esperanza del padre Varela. Citando al padre Varela, el Papa escribió: “Poco después de que un árbol eche raíces, extenderá sus ramas y la virtud descansará a su sombra”.