Dicen que París es la ciudad del amor, que es el mejor destino turístico para compartir con el ser amado, y precisamente en París la madre María Amador tuvo su encuentro personal con Jesús.
La madre María Amador nació en Fuente de Oro, una población en el departamento del Meta, en Colombia, el 10 de febrero. Es la cuarta de siete hermanos y a Bogotá llegaron cuando tenía diez años, cuando su padre envió a sus hijos a estudiar a la capital del país.
Ella viajó a París en 1991 para estudiar francés y especializarse en Odontopediatría, ya que se había graduado un año antes de Odontología en la Universidad El Bosque en Bogotá, Colombia. En la ciudad luz iba a vivir con su hermana menor.
“Cuando llegué a París mi hermana estaba en un encuentro con Jesús tremendo. Yo me asusto. Recuerdo que lo primero que me dijeron sus amigos era que ella estaba hecha una fanática, y que se iba a ir de monja. Aunque al principio quise alejarla, empecé a ver su testimonio y es a través de ella que voy encontrándome con Jesús”.
¿Qué es la santidad? Conversaciones con la Madre María
¿Qué es la santidad? En sus #ConversacionesdelAlma, la Madre María Amador, fundadora de Predicadoras de Cristo y María, reflexiona esta vez sobre ese "llamado universal a la santidad"que tienen todos los cristianos. "La santidad es un proceso humano que no significa ser perfectos ni estar libres de pecados", nos advierte.
Posted by Nuestra Voz on Wednesday, August 1, 2018
Durante ese tiempo, todos los viernes iba a la Catedral del Sagrado Corazón en Montmartre. “Me sentaba en las últimas bancas de esa iglesia y le preguntaba, ¿Señor tú qué quieres de mí?”.
En esa época estaba comprometida, y al sentir el llamado de Dios a la vida religiosa oró mucho para encontrar el camino a seguir. En 1992 regresó a Colombia. En Bogotá empezó a atender de manera gratuita a niños del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, la entidad estatal que trabaja por la protección integral de niños y adolescentes y el bienestar de las familias.
Un día estaba en el consultorio trabajando y descubrió un pasaje de la Biblia (Isaías 62:5), “‘ahora tu creador se desposará contigo como el joven se desposa con su novia’. Yo quedé fría y me asusté y dije: ‘Señor me estás llamando’”.
Finalmente terminó con su prometido y se mudó a Villavicencio, donde trabajó como odontóloga del Hospital Regional. Allí, en 1995, conoció la Comunidad Religiosa que cambiaría su vida.
“El Señor siempre utiliza un apóstol para llegar a otro. Llendo a misa conocí a varios sacerdotes y seminaristas. Como algunos necesitaban ayuda en su higiene oral, les dije que vinieran a mi consultorio”, recuerda la Madre María.
“Un día los seminaristas iban tarde a una reunión de su comunidad y les dije que los llevaba. Cuando llegué estaban en reunión comunitaria, en la que el padre les daba una charla y me invitaron a que me quedara. Él leyó un cuento del padre Rafael García Herreros, una persona muy importante en la vida de nosotras, que se llama ‘la sombra del bien y del mal’, y que habla de una mujer que había viajado y había muerto, y que cuando empezó a caminar hacia el Señor su sombra del bien era pequeña y la sombra del mal era grande, porque no había hecho nada por nadie. Dentro de mí algo se movió y le pedí al Señor que mi sombra del bien no fuera pequeña”.
El 3 de julio de 1996 decidió finalmente ingresar al convento de la comunidad de Predicadores y Predicadoras de Cristo y María.
La toma del noviciado fue el 17 de mayo de 1997, y recuerda que ese momento fue sublime.
“Sentí que me iba a caer, pensé que mis piernas eran de caucho. Después tuvimos una reunión y mi hermana mayor me dijo ‘aquí te vas a quedar toda la vida porque esa felicidad que vi en ti nunca la he visto’”, dice.
Los votos temporales los hizo en el año 2000 y en 2004 los votos perpetuos. Su nombre pasó a ser María Teresa de Jesús porque Santa Teresa de Ávila es su patrona y la de la Comunidad.
“Nosotras iniciamos la comunidad. Fui elegida fundadora de las Religiosas de Cristo y María luego de una votación con el obispo, los sacerdotes y las cinco religiosas que recibimos los votos perpetuos”.
Mons. Octavio Ruiz Arenas, entonces Arzobispo de Villavicencio, le dijo que en Estados Unidos necesitaban una comunidad como la de ellas y les dio su bendición para venir a la Diócesis de Brooklyn.
“El 10 de noviembre de 2003 llegué a Lafayette, en Louisiana, a dar unas charlas, y recibo la noticia que una de nuestras novicias había fallecido en un accidente de tránsito”, dice la Madre María. Esta circunstancia la obliga a regresar a Colombia sin siquiera llegar a la parroquia del Santísimo Sacramento.
Un mes después, el 11 de diciembre de 2003, regresó a Estados Unidos, y el 18 de mayo se instalaron en la parroquia Santísimo Sacramento.
“Llegamos cuatro, yo me quedé por tres meses y desde Colombia viajó otra hermana”, recuerda.
En 2016 la comunidad Predicadoras de Cristo y María se traslada del Santísimo Sacramento a la Concatedral de San José, para trabajar allí y en San Bartolomé.
En medio de este trayecto meteórico, la Madre María confiesa que aún tiene metas por realizar: “que la comunidad crezca, que lleguen hermanas y novicias, poder hacer un festival de arte católico, que vengan muchos artistas y compartan nuestra misión evangelizadora”, dice.
“Para mí Jesús es la persona que puede abrir el tesoro de tu vida y tú empiezas a descubrir cosas que ni te imaginabas que podías hacer”.