“¿QUIÉN SE ACUERDA de los diez mandamientos?”, así examinaba la catequista a sus alumnos. También podría hacerse esta pregunta a los adultos al salir de misa. Aquí en Nueva York será difícil saber la respuesta. Sin embargo, el tema merece estudiarse a la luz de la Biblia.
Ya conocen la historia. Sobre todo, los que han visto la película “Los diez mandamientos”. En el monte Sinaí, entre truenos y relámpagos, Yahvé entrega a Moisés dos tabletas de piedra. En ellas se encuentran escritos los Diez Mandamientos. Nos lo dice la Biblia: “Yahvé escribió en las tablas las diez palabras, tal como le había dicho en el monte, en medio del fuego, el día de la Asamblea”. Las “diez palabras” son los Diez Mandamientos, también conocidos como “Decálogo”. Contienen unos principios éticos y de fe, importantes en el judaísmo y el cristianismo.
Moisés, consciente de la importancia de estas dos tablas sagradas, se las muestra al pueblo y las guarda en el Arca de la alianza. Con la destrucción de Jerusalén, desaparece el arca, pero el texto de los Diez Mandamientos se ha conservado en los libros del Éxodo y del Deuteronomio.
Los diecisiete versos escritos en las tablas no están organizados en grupos ni numerados. Solo hablan de diez palabras. Sin embargo, a lo largo de los años, biblias y autores los han ido ordenado de diferentes maneras. La iglesia católica sigue la división de los mandamientos establecida por san Agustín. Los protestantes doblan el primer mandamiento y unifican el noveno y décimo.
Los mandamientos surgieron en un mundo tribal. El cabeza de familia daba a sus hijos normas de comportamiento, que luego eran transmitidas a sus descendientes.
Según el Señor los mandamientos se pueden resumir en dos. El primero y más importante “Amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. A éste se refieren las tres primeras Palabras. El segundo mandamiento muy parecido: “Amar al prójimo como a ti mismo”. Las siete últimas Palabras quedan resumidas así. Jesús nos aclara: “Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos”.
A pesar de la enumeración específica de Diez Palabras, sin embargo, hay que interpretar todo el Decálogo leyendo su prólogo: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te ha sacado de Egipto, de la casa de la esclavitud”. Como se ve, Yahvé se define a sí mismo como liberador del pueblo. Efectivamente, el decálogo es una palabra de Dios libre, dirigida al hombre responsable. No es tanto una norma legal, jurídica, que lo encadena. Desde este punto de vista, su adhesión es una expresión de nuestra fe en Él.
¿Son obligatorios los mandamientos en nuestra sociedad? Antes de responder piensa y recuerda las palabras de Jesús al joven rico: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19:17).
Los Diez Mandamientos según el Catecismo de la Iglesia Católica son:
- Amarás a Dios sobre todas las cosas.
- No tomarás el Nombre de Dios en vano.
- Santificarás las fiestas.
- Honrarás a tu padre y a tu madre.
- No matarás.
- No cometerás actos impuros.
- No robarás.
- No dirás falso testimonio ni mentirás.
- No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
- No codiciarás los bienes ajenos.