Columna del Obispo

Nuestra batalla incesante contra el abuso sexual

La entrada en vigor de la Ley de víctimas infantiles (CVA, por sus siglas en inglés) aprobada en el estado de Nueva York a principios de este año, colocará en el punto de mira el crimen de abuso sexual en toda la sociedad. A partir del pasado 14 de agosto, se abrió este plazo de un año para que las víctimas presenten sus demandas civiles. El plazo de prescripción anterior establecía un límite de tiempo para presentar las denuncias, pero ahora las víctimas pueden entablar demandas contra individuos o entidades, independientemente de cuándo ocurrió el presunto abuso, así como solicitar indemnizaciones por los daños sufridos.

El abuso sexual es un crimen atroz y pecaminoso, y para las víctimas y sobrevivientes, el CVA es una forma de que se haga justicia. Los sobrevivientes tienen derecho a buscar la solución que ellos consideren que les sanará las heridas del abuso que han sufrido. Con el curso de los años, me he reunido con docenas de víctimas y sobrevivientes que fueron lo suficientemente valientes como para contar sus historias de traición y dolor. Estas reuniones han sido desgarradoras. Como alguien que ha sido sacerdote durante casi cincuenta años, lucho con la agonía de que tal horror haya ocurrido en nuestra Iglesia. Lo que muchos sobrevivientes confesaron que deseaban, más que nada, era el reconocimiento por parte de su Iglesia de lo que les sucedió. Una forma en que proporcionamos ese reconocimiento a principios de este año fue cuando publicamos nuestra lista de nombres de religiosos y sacerdotes sobre los que existe una reclamación u acusación creíble.

La lista completa, que puede consultarse en dioceseofbrooklyn.org/sex-abuse-cri-sis-response/list, muestra que el número de sacerdotes con una reclamación o acusación creíble representa menos del cinco por ciento de todos los clérigos de la Diócesis de Brooklyn en sus 166 años de historia. Alrededor de dos tercios de los sacerdotes acusados han fallecido; y la gran mayoría de los casos involucran a sacerdotes ordenados entre los años 1930 y 1979.

El 4 de agosto, nuestro Santo Padre, el papa Francisco emitió una carta a los sacerdotes de todo el mundo reconociendo la vergüenza y la frustración que siente por el abuso perpetrado por sus compañeros del clero. Al darse cuenta de lo abrumados que se sienten nuestros buenos sacerdotes, agradeció a todos los que fielmente han entregado sus vidas al servicio de los demás.

Algunos pronósticos publicados dicen que podrían recibirse miles de demandas civiles. Muchos abogados juzgarán sus casos en la prensa y les harán creer que esto es solo un problema de la Iglesia Católica. Pero los resultados que esos informes también arrojan revelan que los casos de abuso sexual han estado ocurriendo en toda la sociedad: en escuelas, hospitales, clubes juveniles, empresas comerciales, agencias gubernamentales, instituciones religiosas y dentro del propio hogar. El abuso sexual es un problema social nocivo que no muestra distinción de religión, raza o clase social. Es por eso que estamos unidos en esta lucha, ya que el abuso sexual tiene un costo devastador para las víctimas, sus familias y la sociedad en general.

No sabemos cuántas demandas enfrentaremos durante este año, ni si tendremos que declararnos en bancarrota al final de esta ventana legal. Lo que sí sabemos es que los litigios suelen ser procesos largos, costosos y extenuantes. Por eso desde hace años disponemos de un proceso directo y no contencioso de compensación financiera a través del Programa de Reconciliación y Compensación Independiente (IRCP, por sus siglas en inglés), otra opción que aún vale la pena considerar. Este Programa se estableció en junio de 2017 como un posible mecanismo de sanación, con la esperanza de ayudar en la recuperación de las víctimas de abuso sexual del clero.

El programa (IRCP) es administrado independientemente por las Oficinas Legales de Kenneth Feinberg, cuya firma también fue la encargada de manejar el Fondo de Compensación para las víctimas del ataque terrorista del 11 de septiembre. Feinberg describió recientemente los beneficios del programa en un artículo de opinión en el periódico Daily News: “Los fondos brindan a las víctimas una alternativa al litigio convencional, el cual toma mucho tiempo, es costoso, ineficiente e incierto… En los tribunales, donde se requieren estándares más altos de prueba, la ausencia de testigos que corroboren un caso, y los costos y la demora de un juicio hacen que el resultado sea impredecible. Para la mayoría [de las víctimas], los fondos de compensación son una mejor alternativa”.

Hasta la fecha, el IRCP ha resuelto los re clamos de casi 500 víctimas de la Diócesis de Brooklyn. Tenemos la intención de que el Programa de Reconciliación y Compensación Independiente continúe paralelamente a esta nueva ventana legal. Hasta ahora la diócesis ha pagado estas compensaciones vendiendo e hipotecando propiedades. Nada del dinero utilizado proviene de donaciones. Si bien es cierto que ninguna suma de dinero podría curar las cicatrices del abuso, el programa de compensación ha sido una forma de mostrar una expresión concreta de nues-
tra contrición y nuestro deseo de ayudar a reparar el daño.

Otra forma en que hemos tratado de ayudar a las víctimas y sobrevivientes es a través de nuestro Ministerio de Asistencia a las Víctimas. La Diócesis de Brooklyn paga el costo de las terapias —alrededor de $2.6 millones desde 2003— para víctimas sobrevivientes a través de terapeutas independientes licenciados. Disponemos y hemos ofrecido varios grupos de apoyo para ayudar a las víctimas a pasar por las etapas de sanación, de la mano de personas que han sufrido la misma experiencia. Cada año, celebro la Misa de Esperanza y Sanación para que toda nuestra diócesis tenga la oportunidad de rezar por las víctimas directas y demás afectados por el abuso sexual clerical. Nuestra Coordinadora de Asistencia a Víctimas, Jasmine Salazar (LMSW), trabajadora social clínica licenciada, atiende a las víctimas y trabaja incansablemente en nuestros continuos esfuerzos de reconciliación entre los inocentes sobrevivientes de abuso sexual celrical y nuestra diócesis.

De las cenizas de nuestro pasado vergonzoso, la Diócesis de Brooklyn también ha instituido los programas más agresivos para prevenir futuros abusos y proteger a los niños. Nuestro presente y futuro son muy diferentes debido a los numerosos programas implementados por la Carta para la Protección de Niños y Jóvenes (Dallas Charter), promulgada por los Obispos en el año 2002. Hasta el día de hoy, la evidencia muestra que la Carta ha funcionado. Desde 2002, se han reportado solo dos casos creíbles dentro del estatuto contra sacerdotes activos en nuestra diócesis. Aunque un solo caso es algo totalmente inaceptable, demuestra que estamos tomando las medidas correctas para garantizar que el abuso sexual sea erradicado de la vida de la Iglesia.

La Oficina de Entorno Seguro, dirigida por Maryellen Quinn, gestiona todos los mandatos establecidos por la Carta de Dallas, incluida la capacitación de concienciación sobre abuso sexual apropiada para niños y adultos; específicamente, todos los miembros del clero, maestros, empleados de parroquias y academias/escuelas, catequistas y voluntarios que trabajan directamente con niños. Los empleados y voluntarios también deben aceptar las verificaciones de antecedentes penales iniciales y continuos, y firmar un Código de Conducta.  Para ver videos de nuestra Oficina de Entorno Seguro y del Ministerio de Asistencia a Víctimas, visite dioceseofbrooklyn.org/sex-abu-se-crisis-response.

Lo que quedará claro cuando las demandas sean presentadas es que el abuso sexual de menores ha sido durante décadas un problema trágico y frecuente en toda la sociedad. Demasiados niños han sufrido a manos de depredadores. La vida de muchos niños ha sido atormentada durante demasiado tiempo debido al abuso. Algo especialmente atroz cuando sucede en la Iglesia, adonde las víctimas vinieron en busca de esperanza y compasión y, en estas situaciones, lo que encontraron fue traición y desolación.

Desde el año 2003, cuando fui nombrado Obispo de Brooklyn, he estado profundamente comprometido a cambiar la cultura que alguna vez dio cabida al abuso sexual de menores en nuestra Iglesia. Durante años, hemos tenido dos laicas, que son madres, al frente de los ministerios más importantes de la Diócesis de Brooklyn: la protección de los niños y la ayudar a las víctimas. La Diócesis de Brooklyn nunca dejará de luchar y condenar el delito de abuso sexual. Esta crisis es un momento de purificación para la Iglesia, que nos ha ayudado a reformarnos para proteger a los más vulnerables. Debe reconocerse que la gran mayoría de los sacerdotes son hombres buenos y fieles que hacen el trabajo de Dios aquí en la tierra todos los días. Rezo por su perseverancia durante estos tiempos difíciles.

Mientras remamos mar adentro en nuestro empeño por sanar a quienes han sido lastimados por el clero, empleados o voluntarios de nuestra diócesis, reconocemos que es una misión que tomará años. No es algo que pueda solucionarse a través de un acuerdo en legal. Pero continuaremos caminando del lado de las víctimas con los numerosos programas que hemos implementado. Ruego por que los sobrevivientes del abuso sexual clerical puedan sentirse plenos a pesar de la Cruz que han estado cargando durante tanto tiempo.