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FORT WORTH, Texas—. Texas puede ser conocido como un estado de “Llaneros Solitarios”, pero Mons. Michael Olson, obispo de Fort Worth, espera que el V Encuentro que tendrá lugar en su diócesis esta semana, sea una oportunidad para que los católicos estadounidenses se deshagan del persistente individualismo para abrazarse en una comunidad mayor.
El V Encuentro, que se llevará a cabo desde hoy hasta el domingo, es la culminación de un proceso de discernimiento de 4 años en parroquias, diócesis y regiones episcopales en los Estados Unidos sobre el futuro de la Iglesia Hispana en este país.
En una entrevista exclusiva con Crux, antes del inicio del evento el jueves por la tarde, Mons. Olson describió sus esperanzas para el V Encuentro y los desafíos que enfrenta la Iglesia de los Estados Unidos, dentro de los que incluye:
- Su temor a un individualismo peligroso que sea un obstáculo para la comunidad;
- El riesgo de una Iglesia institucionalizada que sirve a sus propios fines en lugar de a Cristo;
- El potencial de este V Encuentro como punto de inflexión para que los líderes católicos que anteriormente hablaron de un “desafío hispano” —una manera políticamente correcta de referirse a un “problema”—, puedan verlo, en cambio, como una oportunidad;
- Por qué los obispos estadounidenses no deben esperar que el Papa Francisco va a resolver todos los problemas de abuso sexual en la Iglesia en EE.UU.
Crux: ¿Qué significa para usted, como obispo de Fort Worth, ser el anfitrión de un evento tan importante para la vida de la Iglesia en los Estados Unidos?
Mons. Olson: Es un honor. Cuando me pidieron que fuera obispo de Fort Worth ya era sacerdote de la diócesis, y el Santo Padre, a través del nuncio, me transmitió cuán consciente estaba de cómo Texas, y en particular Fort Worth, dado su crecimiento y desarrollo, es una parte muy importante de la Nueva Evangelización como puente dentro de una sola América.
Que me pidieran ser anfitrión del encuentro es un honor, pero más aún, una muestra de gratitud, especialmente para la gente de mi diócesis, que el próximo año estaremos celebrando el 50° aniversario del establecimiento de la diócesis. Espero y rezo por ello, que este sea un momento de renovación en el que realmente podamos crecer en un sentido de pertenencia.
Existe un gran celo entre los fieles y debe haber una renovación en nuestra vida familiar y en nuestra comprensión de la vocación y nuestro sentido de comunión.
Uno de los grandes desafíos que enfrentamos es un fuerte individualismo, que creo que realmente perjudica ese sentido de pertenencia, algo sobre lo que el Santo Padre ha hablado mucho como un problema crítico en nuestro mundo posmoderno. Lo veo todos los días. Espero que eventos como este Encuentro fomenten esa necesidad de que las personas estén abiertas a conocerse entre sí.
Creo que el enfoque del Encuentro como discípulos misioneros es importante, pero aquí en Texas la presencia hispana en la misión es importante porque es multigeneracional. En Texas la primera misa se celebró a finales del siglo XV (1400). Comparado con eso, ¿qué es Baltimore?[1]
Hay una tradición católica muy antigua que está imbuida en la cultura al igual que hay una nueva tradición católica. Y mi esperanza es que las personas provenientes de todos los Estados Unidos experimenten esa comprensión multigeneracional de la presencia y misión hispanas en los Estados Unidos.
Existe una sensación de renovación dentro de la comunidad hispana, pero hay que recordar, que existe una realidad muy diversa, que encuentro es un desafío generacional. Hay un sentido de la presencia e influencia hispana que es principalmente de habla inglesa, dentro de la generación más reciente, por lo cuál, si la Iglesia no tiene cuidado podemos confundir la cultura con el idioma, y la expresión religiosa y la fe con el idioma.
¿Cómo mediría el éxito del Encuentro tanto a nivel local como nacional, dentro de un año e incluso un quinquenio? ¿Qué aspecto tiene el éxito para usted?
Creo que el éxito no puede medirse simplemente por números, que es parte de la forma en que la cultura dominante mide las cosas, cualquier cosa luce cuantificable. Creo que nosotros, aquí en Fort Worth, nos enfocaremos en nuestro 50 aniversario, celebrando y agradeciendo nuestro pasado, mientras avanzamos firmemente en el presente hacia el futuro, con un sentido más profundo de pertenencia, donde las personas sean las que lideren nuestras instituciones, y no nuestras instituciones las que impongan el rumbo.
Hay una tendencia humana, especialmente dentro de la cultura dominante, en la que las instituciones pueden asumir una vida propia pero carentes de Cristo, en la que le pedimos a Cristo que se ponga al servicio de nuestra agenda en lugar de nosotros servir a la suya.
Espero que [este V Encuentro] nos impulse a experimentar la fe de manera más entrañable, a escucharnos unos a otros y a la tradición vivida por la Iglesia. Espero que se desarrolle una forma de catequesis familiar que también tenga en cuenta a las familias que son extensas pero fragmentadas, en las diversas formas en que existen: madres solteras, parejas que cohabitan, aquellos que han unido sus vidas para avanzar por el camino juntos.
Espero que también sea medible: no solo que podamos resolver los problemas, sino que lo hagamos con corazón más agradecido por lo que somos y cómo hemos sido bendecidos, por lo que estamos llamados a ser y a quién estamos llamados a servir.
¿Qué parte del sentido latino de “somos Iglesia” que hemos sentido durante estos cuatro años de preparación del V Encuentro considera que tiene que ver con el hecho de que tengamos un papa sudamericano, que ha inspirado a la población hispana, y cuánto de eso es fruto natural del crecimiento de nuestra iglesia?
Probablemente tenga una respuesta “multidimensional”. La realidad en la diócesis de Fort Worth sobre la que puedo hablar es muy diversa. Siempre ha existido una realidad muy “tejana”, no solo de coexistencia, sino una relación más entrañable y familiar dentro de la comunidad católica.
También ha existido una segregación de facto, especialmente el castigo por hablar en español. Creo que esa es la experiencia de nuestra generación anterior. Me hace recordar el libro de Jimmy Carter sobre su infancia en Plains (Georgia), criado entre niños negros, cuando dice: “Nos enseñaban que estábamos separados pero éramos iguales , pero no éramos ninguna de las dos cosas”.
Creo que la Iglesia en Texas ha vivido una realidad histórica similar. La experiencia migratoria de la Hispanidad es algo nuevo en Texas, porque como decía, la frontera siempre ha sido muy fluida, los rancheros se conocen entre sí, van juntos a la iglesia, y siempre se ha creído, en la cultura dominante en los Estados Unidos, que el emigrante no solo tiene la obligación de aprender un idioma nuevo, sino también de olvidar su lengua materna, algo traumático y destructivo para la vida familiar.
Si miramos los Encuentros pasados, vemos que lo que diferencia a este de aquellos es que en los documento de los obispos de varias generaciones atrás, se refieren a la presencia hispana como “desafío”. Bueno, desafío, creo que fue una palabra suave para referirse a “problema”.
En cambio, el enfoque de este Encuentro es la experiencia de renovación que aporta la experiencia hispana, cualquiera que sea el idioma en el que se manifieste. Particularmente, espero mucho de la vida familiar, en el sentido de la vocación, porque hay una comprensión particular de la Iglesia como madre, que es una de las imágenes favoritas del Santo Padre, que aparece en su carta ‘Como una madre amorosa’, donde nos dice que cuando la Iglesia enseña, lo hace como madre. Y aunque a veces no esté feliz, uno no despide a su padre ni a su madre. Creo que eso es muy cierto. Incluso cuando haces cosas de las que tu madre no estaría orgullosa, no las alardeas. Creo que sin ser simplista o paternalista, esta es una realidad muy necesaria, en una iglesia que se ha institucionalizado de manera tal, que a veces soltamos el “lastre” de la fe, con tal de mantener a flote el “buen nombre” de las instituciones.
Usted acaba de mencionar que ha habido una segregación de facto de la comunidad hispana. ¿Cuál es el riesgo de organizar un evento como el Encuentro, en la comunidad hispana para la comunidad hispana? ¿No debería la Iglesia en los EE.UU. enfocarse en cómo la Iglesia hispana puede influir en la cultura predominante, en lugar de centrarse únicamente en mantener la cultura hispana unida?
Creo que ese es precisamente el enfoque de este Encuentro, pero también la lucha con este Encuentro, porque hay una tendencia a pensar que “finalmente nuestro tiempo llegó”, que está impulsada por las ansias de poder. Este es en gran medida un momento similar al de Aparecida, para estar en consonancia con el sentido que le ve el Santo Padre, y creo que ese ha sido el enfoque, al menos, nuestro intento de trasladar esto a la experiencia más amplia de toda la Iglesia. Para nosotros en Texas, ya está sucediendo. La cuestión ahora es interpretarlo de una manera consciente.
No es ningún secreto que este ha sido un verano difícil para la Iglesia Católica. ¿Teme que los escándalos de abuso sexual clerical puedan eclipsar este evento?
Realmente no. Y lo digo sin ninguna ingenuidad. Hablando primero de la Diócesis de Fort Worth, hemos estado vigilantes de estos asuntos más allá de los límites de la Carta. Hemos respondido al tema del abuso sexual clerical con transparencia. Desde 2007, hemos publicado los nombres de esos clérigos en nuestro sitio web. Hemos estado activamente vigilantes y proactivos protegiendo a las personas a través de programas de ambiente seguro y ampliando más allá del alcance de la Carta la vigilancia de nuestros voluntarios, nuestro equipo y nuestros empleados. Es nuestra preocupación constante y un problema social que la Iglesia estar a la vanguardia de resolver con el Evangelio. Ese ha sido mi enfoque como obispo, y el de mi gente y mis sacerdotes, así que esta no es la batalla de un llanero solitario.
Creo que donde abunda el pecado, abunda aún más la virtud, como dice San Pablo. Espero realmente que este sea un momento de gracia, especialmente para los laicos, clérigos y religiosos, para todos por igual. Es un momento para la rendición de cuentas, pero una rendición de cuentas que comienza con Cristo y el Evangelio, y con integridad.
También está el tema de la responsabilidad de la jerarquía, especialmente en los Estados Unidos, pero no exclusivamente. Es algo que sucede en todas partes porque es parte de la condición humana. Este es un momento de solidaridad y comunión entre todos nosotros. Encontramos eso en Pedro, en el sucesor de Pedro y en Cristo.
Como obispo, y como Iglesia, tenemos que poner de nuestra parte para ayudarlo a cargar con esto, porque en parte, ayudamos a poner esta carga sobre él. Tenemos que poner de nuestra parta con la oración, pero también en la acción. De la forma en que veo esto es que es insuficiente que simplemente nos deshagamos de McCarrick pasándoselo al Papa, porque aquí tenemos una gran responsabilidad que abordar.
Usted acaba de mencionar la importancia de la solidaridad y la comunión con el Santo Padre y entre los obispos, entonces, ¿cómo garantizamos que la solidaridad no interfiera con la responsabilidad? En los últimos meses, con respecto a McCarrick, muchas personas se han quejado de que están cansadas de escuchar a otros decir “todos habían oído los rumores”. ¿Por qué nadie dijo algo?
También estoy cansado de escuchar eso. Francamente, si sabes algo, ¿por qué no lo dijiste? ¿Y qué exactamente era lo que no sabías? Si tienes conocimiento de una situación, tienes la responsabilidad de averiguar más en lugar de dejarlo en el área destructiva de los chismes. Por mi parte, en el momento en que alguien firmó un cheque de compensación financiera en 2005, la mala conducta dejó de ser un chisme. Por lo menos, a partir de ahí hay que actuar acorde. Es lo que podemos documentar. Entonces las preguntas de “¿quién sabía qué, cuándo y qué hicieron?”, son hechos que preceden al Santo Padre de manera significativa, por lo que tienen que cambiar de manera sistémica. Una de las cosas que deben implementarse son vías de rendición de cuentas por quejas explícitas, por ejemplo, de los seminaristas, por mala conducta contra los obispos.
Tenemos que ser directos y responsables de denunciar los delitos a las autoridades civiles, esa es nuestra responsabilidad como ciudadanos, ya no digamos como pastores de los más débiles e indefensos.
[1] La cuna del catolicismo estadounidense. La arquidiócesis de Baltimore fue fundada por John Carroll el 6 de noviembre de 1789, celebrando la primera misa hace 229 años.
*Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Crux, bajo el título “Texas bishop wants to turn ‘Hispanic challenge’ into opportunity”. Para leer el original haga clic en el enlace. Publicado bajo acuerdo editorial. San Martín y Christopher White estarán reportando para Crux desde Grapevine, Texas, todos los detalles del V Encuentro. Sigue su cobertura continua a través de Twitter (@inesanma / @CWWhite212) y en CruxNow.com.
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Inés San Martín es una periodista argentina, jefa del Buró de Noticias de Crux en Roma. Antes de unirse a Crux, Inés fue mánager de redes, directora de contenido y diseñadora gráfica de Contá con Nosotros, y trabajó como reportera y editora de Valores Religiosos en Buenos Aires. También dirigió la oficina de prensa internacional para la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro en 2013. Inés es licenciada en comunicaciones sociales y periodismo por la Universidad Austral en Buenos Aires y la Universidad de Navarra en Pamplona, España.
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Christopher White es corresponsal nacional de Crux y The Tablet. Tiene una Maestría en Ética y Sociedad de la Universidad de Fordham y un B.A. en Política, Filosofía y Economía de The King’s College. Es exdirector de Catholic Voices USA y sus artículos han aparecido en The Wall Street Journal, USA Today, Washington Post, Philadelphia Inquirer, Forbes, New York Daily News, International Business Times, The American Interest, First Things y Human Life Review, entre muchas otras publicaciones impresas y en línea. Síguelo en Twitter en @ CWWhite212