EL PRÓXIMO 11 DE JUNIO miles de personas saldrán a las calles de nuestra ciudad para participar en el tradicional y multitudinario Desfile Puertorriqueño de Nueva York. Como es tristemente habitual en estos tiempos, la policía y los servicios de seguridad trabajarán sin descanso para evitar el horror de un ataque terrorista, que esta ciudad conoce tan bien; y para que los participantes disfruten la fiesta y regresen a sus casas sanos y salvos.
El 24 de enero de 1975, los clientes que almorzaban en la histórica Fraunces Tavern del Bajo Manhattan no tuvieron esa suerte. Ese día, a la 1:29 p.m., la hora a la que habitualmente el restaurante estaba más concurrido, explotó una poderosa bomba de fragmentación que lanzó clavos y metralla en todas las direcciones.
Cuatro comensales murieron y 43 resultaron heridos. La explosión fue tan potente que arrancó de su base una escalera de mármol y cercenó la cabeza de una de las víctimas. Fue el peor de los más de cien atentados con bombas perpetrados por las FALN (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional Puertorriqueña).
El comité organizador del Desfile Puertorriqueño ha decidido homenajear este año a Oscar López Rivera, dirigente y fundador de las FALN. Tras cumplir casi 35 años de prisión por conspiración sediciosa, robo con fuerza y transporte de armas de fuego y explosivos, Oscar López Rivera fue perdonado por el presiente Obama en enero pasado. Sus defensores aducen que nunca estuvo implicado en los actos de terrorismo y que, por el contrario, es un símbolo de la resistencia puertorriqueña ante el dominio estadounidense.
A su regreso a la Isla, Oscar López Rivera afirmó: “Solo vengo a trabajar por Puerto Rico, a luchar para que el futuro sea digno para Puerto Rico y que logremos la nación de lo que soñamos ser”.
No tiene sentido afirmar que el dirigente
de un grupo que puso más de 120 bombas
nunca haya estado implicado
en actos terroristas.
Sus críticos señalan que las FALN de Oscar López Rivera eran una organización marxista-leninista cuya meta era establecer un régimen comunista en Puerto Rico… y que su método de lucha era el terrorismo, y que no tiene sentido afirmar que el dirigente de un grupo que puso más de 120 bombas nunca haya estado implicado en actos terroristas. La decisión de homenajearlo ha hecho que el desfile pierda importantes patrocinadores. La empresa Goya, que ha financiado el evento desde sus inicios, la Sociedad Policías Hispanos y la Sociedad de Bomberos Hispanos de la Ciudad de Nueva, AT&T, los New York Yankees, la aerolínea JetBlue y la cadena televisiva Univision, entre otros, han decidido no participar este año.
El 25 de mayo, en declaraciones al programa radial “Pegao’s en la mañana”, López Rivera hizo un llamado a boicotear a todas las entidades que retiren su patrocinio al Desfile Puertorriqueño de 2017.
Una historia más larga
La decisión de homenajear a Oscar López Rivera no ocurre en el vacío. En estos momentos Puerto Rico enfrenta una catastrófica situación económica, financiera y política. El 3 de mayo el gobierno de la Isla se declaró en bancarrota ante la imposibilidad de pagar su deuda de 70 mil millones de dólares. Tras casi 120 años de dominio colonial y tortuosa cohabitación con Estados Unidos, la Isla del Encanto parece estar tocando fondo.
Estados Unidos arrebató la Isla a España tras la Guerra Hispano-Estadounidense de 1898. La relación colonial de más de un siglo ha supuesto un largo rosario de humillaciones para los puertorriqueños. La situación actual es el resultado de una historia en la que el gobierno de los Estados Unidos tiene una responsabilidad esencial.
Una reveladora coincidencia
El mismo 11 de junio, mientras los puertorriqueños celebran su identidad y su cultura desfilando en Nueva York, en la Isla se llevará a cabo un referendo para definir el estatus de Puerto Rico. Será la quinta vez que los boricuas votan para elegir entre ser un país independiente, convertirse en un estado de Estados Unidos o mantener la situación actual de “estado asociado”.
El primer plebiscito se realizó en 1967 y el más reciente en 2012. En este último, la independencia logró más votos que las tres veces anteriores, pero aun así quedó por debajo del 6% de los sufragios. Esa es quizás la consecuencia más traumática de los 120 años de dominio estadounidense: casi el 95% de los puertorriqueños de la Isla no optarían por la independencia.
Puerto Rico merece que su identidad y su dignidad sean respetadas —y que sus hijos decidan libremente el destino de la nación. Para lograrlo, se requiere tomar consciencia de lo que ha sido la historia puertorriqueña de los últimos dos siglos. Y se necesita también proponer un plan de futuro y una manera de implementarlo.
La lucha por la independencia comienza
por una refundación del proyecto de nación
que cambie los porcentajes de votos del plebiscito.
La lucha por la independencia comienza por una refundación del proyecto de nación que cambie los porcentajes de votos del plebiscito. Concebirlo, proponerlo e implementarlo es tarea dificilísima. En ese sentido, ponerse a fabricar la independencia con bombas parece no sólo inmoral, sino también una declaración de derrota.
Ese era el plan de López Rivera para Puerto Rico: lograr la independencia a fuerza de bombazos y establecer luego una dictadura comunista en la Isla. Cuatro décadas después, no ha cambiado mucho de opinión: ante la caótica situación que vive Venezuela, ha expresado su entusiasta apoyo al gobierno cada vez más dictatorial, corrupto e inepto de Nicolás Maduro. Este homenaje a López Rivera es —quiérase o no— un tributo a una doctrina retrógrada y antidemocrática, y a un método de lucha criminal.
La historia de Puerto Rico es dolorosa… y su situación actual desoladora. La búsqueda de soluciones será tan difícil como urgente. Este 11 de junio debería ser un día dedicado a buscar esas soluciones en las urnas y mirar al futuro, no a regodearse en la nostalgia de una ideología que hace 42 años sembró el caos y la muerte a la hora del almuerzo en Fraunces Tavern.