“El Niño perdido y hallado en el templo”. Con esta frase se recuerda el viaje de la Sagrada Familia a Jerusalén. Los padres estaban muy preocupados al comprobar que su Hijo “no estaba en la caravana”, como dice el evangelio. Pero, ¿por qué dice caravana? El evangelio de Lucas nos lo aclara.
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén como mandaba la Ley. En su viaje de vuelta José y María se dan cuenta que su Hijo no estaba con la caravana. Los devotos judíos participaban masivamente en los viajes con motivo de las peregrinaciones religiosas. Los campesinos subían a la Ciudad Santa durante las fiestas de la Pascua, Pentecostés o las Tiendas. En sus aldeas, ya antes de salir, se organizaban en grupos o caravanas para recorrer juntos todo el trayecto.
Y, ¿por qué necesitaban ir en grupos? Por los peligros que había al viajar. San Pablo los menciona: “Viajes frecuentes, peligros de ríos, peligros de bandidos, peligros por parte de mis compatriotas, peligros por parte de los paganos, peligros en la ciudad, peligros en lugares despoblados, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos”. El peligro en el viaje estaba más en los caminos de poco tránsito, o en los que cruzaban lugares desérticos.
Aparte del peligro, viajar exigía ciertos preparativos. Para jornadas largas, empezaría al comienzo de la semana para no tener que detenerse el sabbat, cuando solo se permitía andar una milla. En Palestina las noches son frías y a veces había que dormir al aire libre, por eso se necesitaba un vestido grueso de pelo de camello o de cabra. Ese vestido se abrochaba vestido con la faja donde llevaban el dinero. Para los días calurosos se llevaba un pellejo de agua mezclado con vino y vinagre o la corteza de una calabaza seca para recoger agua en los manantiales, sin necesidad de pedirla a la samaritana.
No podía faltar una bolsita con comida y un buen bastón para defenderse de los salteadores y de animales salvajes. Si era piadoso también pondría el libro de la ley.
Para dormir, lo más común era encontrar lugar en una casa. No tenían mucho confort, unos patios sin techo para animales y una choza de madera para acomodar a la gente. La hospitalidad era una gran virtud entre judíos y el resto del mundo. Un viajero siempre encontraría posada, excepto durante las fiestas por las numerosas caravanas. En Belén la posada estaba llena, por eso Jesús nace en un establo.
El burro era el animal apropiado para montar, llevar carga, subir cuestas o caminar por terrenos pedregosos y estrechos. Había compañías especializadas en contratar burros y burreros. Aunque tercos, eran los más fuertes de todos. Los romanos viajaban a caballo, que se encontraban en sus postas militares. Pocos judíos tenían caballos y había una legislación para encadenarlos en el día de descanso. Lo mismo se hacía con los camellos en el sabbat con un anillo en sus narices. Generalmente se usaban para el comercio árabe o mesopotámico.
Medita el consejo de Jesús: A lo largo del camino proclamen: “¡El Reino de los Cielos está ahora cerca! Nada de provisiones para el viaje o vestidos de repuesto; no lleven bastón ni sandalias”.
¿Sueña usted viajar en la caravana de la Sagrada Familia?