El padre Enrique Camacho ha vivido con sus padres en San Juan, Puerto Rico, desde 2017. Se mudó allí después de que el huracán María destruyera la casa parroquial donde vivía. Y como gran parte de la isla, todavía no ha sido reconstruida. El huracán María llegó dos semanas después de que el huracán Irma devastara gran parte de Puerto Rico.
A finales de diciembre de 2019, comenzaron los movimientos de tierra, cuando la isla fue asolada por una serie de terremotos que no han parado desde entonces. Ha habido tantos terremotos en Puerto Rico durante el último año y medio —más de 6.000—, que la sensación de temblor no abandona al arzobispo Roberto Octavio González Nieves, de San Juan.
A veces, confiesa el arzobispo González, le parece que la tierra tiembla incluso cuando no es así. “Todavía hay gente que no ha podido reconstruir su casa desde el paso de María. Entonces están las personas que fueron afectadas por el huracán y luego, con el terremoto, terminan perdiendo lo que les quedaba”, explicó el padre Camacho. “Después viene una pandemia… y se quedan sin trabajo. Es una gran cadena de problemas al mismo tiempo, que es difícil de resolver”.
Además de los desastres naturales, el territorio no incorporado de los Estados Unidos ha estado sufriendo una crisis económica desde 2006.
En una carta reciente, el arzobispo González, el obispo Rubén González Medina de Ponce, el padre Camacho y Jubilee USA Network (una organización de reforma financiera sin fines de lucro), se unieron a voces prominentes de otras religiones para pedir al presidente Joe Biden que ayude a Puerto Rico.
Están pidiendo que use órdenes ejecutivas que proporcionen ayuda financiera a pobres y discapacitados, e impulsar la ayuda federal por desastre, además de brindar oportunidades laborales.
Primero pidieron a Biden que instruyera al Departamento de Justicia para que retire una demanda presentada el año pasado por Donald Trump que bloquea 2.300 millones de dólares en pagos de ingresos suplementarios, medida que afecta a ancianos, ciegos y discapacitados con bajos o ningún ingreso en Puerto Rico a través de beneficios complementarios del Seguro Social (SSI).
El dinero ayudaría a 300.000 ciudadanos estadounidenses, según la carta. Un ciudadano estadounidense que viva en cualquiera de los 50 estados, Washington, D.C. y las Islas Marianas, pueden optar por los beneficios, pero no Puerto Rico y otros territorios de EE. UU., como Guam y las Islas Vírgenes.
La carta también solicita a Biden ampliar los programas federales como el Programa de Asistencia Nutricional y Medicare, Medicaid, el crédito tributario por ingresos del trabajo y el crédito tributario por hijos para “casi el 60 por ciento” de los niños de Puerto Rico y los ciudadanos estadounidenses que viven en la pobreza.
“Ha surgido un nuevo tipo de gente pobre. Antes eran clase media, y ahora mismo hay tantos trabajos que no están disponibles que se están adentrando en la pobreza”, explicó el padre Camacho, director ejecutivo de Cáritas Puerto Rico, parte de Catholic Charities USA (CCUSA, por sus siglas en inglés).
La pandemia es parte del motivo. Sin embargo, el padre Camacho también apunta a mejores condiciones laborales en otros lugares que sacan a la gente de Puerto Rico.
“Los profesionales, como contadores, médicos, abogados, hasta policías y maestros, por lo general no tienen otra opción que irse [de la isla] en busca de mejores oportunidades para sus familias”, dijo el padre Camacho. Su propio hermano, que es ingeniero, es un ejemplo.
Como recuerda el padre Camacho, su empresa le dijo que su trabajo no era seguro en Puerto Rico, pero que podía mudarse a Miami, mantener su puesto y duplicar su salario.
“No quería irse porque somos una familia muy unida, pero no le quedaba otra opción”, dijo el padre Camacho. “Todos los cerebros se están yendo, y eso es un problema grave”.
La carta llama explícitamente a Biden a implementar medidas para devolver la industria farmacéutica a Puerto Rico, lo que “estimularía la recuperación económica y la creación de empleos”. Eric LeCompte, director ejecutivo de Jubilee USA Network, señala que Puerto Rico ya tiene un importante sector de fabricación farmacéutica.
En 2006, cuando el gobierno federal eliminó la sección 936, una disposición del código tributario puertorriqueño que otorgó exenciones tributarias a las corporaciones estadounidenses en Puerto Rico, esto significó que “de la noche a la mañana 100.000 empleos bien pagados salieron de Puerto Rico”.
Finalmente, la carta afirma que Puerto Rico necesita otros 50 mil millones de dólares en ayuda para su recuperación. El padre Camacho señaló que muchas casas no tienen techos.
El arzobispo González también considera la educación como un área que necesita ayuda. “La ayuda será un apoyo enorme para los niños y jóvenes que necesitan regresar a la escuela en un ambiente seguro”, dijo el arzobispo González.
“Algunas de las escuelas han cerrado. Las paredes estaban agrietadas o los edificios semidestruidos desde el paso del huracán María. Hubieran tenido que tomar sus clases afuera del recinto, en tiendas de campaña, pero obviamente, eso ha disminuido con la situación del COVID”, añadió.
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Tanto el arzobispo González como el padre Camacho reconocieron el papel crucial que han jugado las organizaciones católicas en los esfuerzos de recuperación.
Según Brian Corbin, vicepresidente ejecutivo de servicios a los miembros de Catholic Charities USA, las oficinas de CCUSA han enviado a Puerto Rico 6 millones de dólares por la crisis en los últimos dos años. Caridades Católicas Brooklyn y Queens también habían enviado 32,000 libras de bienes recolectados por más de 56 parroquias y ha colaborado con CCUSA para recaudar 32,000 dólares en donaciones en efectivo.
El padre Camacho dijo que Cáritas Puerto Rico ha distribuido alrededor de 800.000 cajas de alimentos a través de un programa con el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos.
Y otro programa de Caridades Católicas Omaha, creará un programa para ayudar a emprendedores y dueños de pequeños negocios en el que podrán participar los puertorriqueños.
“Eso es muy importante porque lo que realmente necesitamos es tener herramientas. Si la gente no tiene herramientas para ponerse de pie, no vamos a salir adelante o será peor cada año”, reconoce el padre Camacho.
Cuando se les preguntó qué ha hecho que el pueblo de Puerto Rico haya podido superar todo por lo que ha pasado, el padre Camacho y el arzobispo González coincidieron con que eran la resiliencia y la fe.
“Los puertorriqueños son gente religiosa por definición, y esa religiosidad le da a uno la fuerza para vivir estas situaciones tan trágicas con un sentido de esperanza y con un sentido de confianza de que todo, al final, saldrá bien”, dijo el arzobispo González.
A lo que el padre Camacho añadió: “Gracias a Dios, nuestro pueblo es muy resistente. Podemos haber pasado por todo esto y seguimos sonriendo. Tratamos de ver el lado bueno de las cosas, qué podemos aprender y cómo podemos ser mejores”.
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