EN UNA CONVERSACIÓN entre estudiantes de una clase bíblica se discutía sobre Salomón. Unos decían: “Fue hijo de David”. Otro apuntaba: “Era rico y poderoso”. Uno les recordó la frase “Es más sabio que Salomón”. Yo me preguntaba quién tenía la razón, o si la tenían todos. Lo que sabemos de él está en la Biblia, pero no todo es conocido. Vamos a investigar con cuidado sus páginas.
Salomón consigue ser rey gracias a la manipulación de su madre Betsabé ante David. En aquellos tiempos era costumbre y ley, que el sucesor del monarca fuera su hijo mayor. Ananías, hijo de David, creyéndose heredero, alborotaba al pueblo en su carro con caballos. Y no le faltaba razón: era hijo primogénito de David y de su esposa Jaguit. En un momento de arrebato sus soldados le proclaman rey. Alarmada por esta noticia, Betsabé, madre de Salomón y también mujer de David, fue a recordarle al rey la promesa antes le había hecho: tu hijo llegará al trono. El viejo y desmemoriado David cedió a sus deseos y Salomón, entre aclamaciones, gritos y retumbos del cuerno, fue elevado al trono.
Salomón, una vez rey, tuvo detalles admirables. Durante su oración en el santuario de Gabaón mientras soñaba, el Señor le dijo: “Pídeme lo que quieras y te lo daré”. La respuesta del rey fue de lo más humilde: “Yo soy todavía muy joven y no sé actuar. Concede a tu servidor que sepa juzgar a tu pueblo y pueda distinguir entre el bien y el mal”. El Señor le respondió: “Te doy un corazón tan sabio e inteligente como nadie lo ha tenido antes que tú”. Este fue el principio de su universalmente conocida sabiduría.
En una de sus visitas al templo Salomón elevó una humilde oración: “¿Podría Dios en realidad habitar en la tierra? ¡Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, cuánto menos lo podrá esta Casa que he construido!” Y empieza su súplica: “Cuando el pueblo es aplastado por sus enemigos, cuando se cierra el cielo y no hay más lluvia, cuando el país sufre una peste y hambruna, cuando hayan pecado contra ti.” A todas estas calamidades terminaba con la súplica: “Escucha Señor desde lo alto de los cielos”. Así fue la religiosidad de Salomón.
¿La Biblia sólo nos presenta una imagen prestigiosa de Salomón? ¡No! Hay una segunda versión no tan complaciente. Llegó a ser como un pequeño faraón que tomaba decisiones despóticas. No fue un soldado valiente como su padre ni buscó granjearse al pueblo. Las riquezas de su palacio atraían a los príncipes orientales, cuando el pueblo estaba pasando hambre. Ciertamente construyó grandes murallas para la ciudad. Para realizar estas obras eligió Jeroboam, hombre fuerte y de gran valor. Él, por mandato del monarca, estaría encargado de someter a trabajos forzados a los obreros y constructores. A lo cual se resistió. Salomón reacciona brutalmente y trata de asesinar a Jeroboam, pero éste huye y se refugia en Egipto. Nos cuenta la Biblia, que al enterarse de la muerte del rey, regresaría a Jerusalén.
Y, así fue. Parece que Salomón tenía dos caras. Piadoso, sabio y rico. Explotador, déspota, cruel, brutal. O, ¿no fue así? ¿Qué opina usted de la figura de Salomón?