La misa ofrece un testamento renovado de fe y amor

PARK SLOPE – La devoción de Josefina y Cristóbal Rodríguez por rezar juntos el rosario todas las mañanas en la mesa de la cocina es tal que, si por casualidad llama su hija Yolanda, tienen siempre la misma reacción.

«¡Me cuelgan!» dice Yolanda.

Eso se debe a que nada interfiere en la devoción de la pareja por su fe católica. Eso vale no sólo para el rosario, sino también para el tiempo que pasan después viendo la misa diaria en español retransmitida por NET-TV.

Los Rodríguez dicen que siempre han puesto su fe en el centro de su matrimonio, y puede que sea la receta perfecta para una larga y feliz vida juntos.

La pareja lleva 71 años casada. Pasaron por el altar de la iglesia Reina de Todos los Santos de Fort Greene el 3 de julio de 1953.

Josefina, de 90 años, y Cristóbal, de 93, se encontraban entre las docenas de parejas de toda la diócesis de Brooklyn que renovaron sus votos matrimoniales en una misa especial celebrada el sábado 28 de septiembre en la iglesia de Santo Tomás de Aquino de Flatlands. La celebración estuvo dedicada a las parejas casadas desde hace mucho tiempo, así como a las parejas que celebraban aniversarios señalados.

El obispo emérito Nicholas DiMarzio celebró la misa y bendijo a las parejas.

«Se ve que estas personas son realmente fieles católicos y también fieles al matrimonio, y están muy contentos de estar aquí», dijo el obispo DiMarzio a The Tablet. «Están todos alegres».

Josefina y Cristóbal, que se conocieron siendo adolescentes en Moca, Puerto Rico – ella tenía 13 años y él 16 – dijeron que el secreto de un matrimonio feliz es anteponer la fe.

«Doy gracias a Dios por la preciosa hija que tenemos y por todas las bendiciones que hemos recibido de Dios», dijo Josefina. «Todos los días me levanto y doy gracias a Dios por todo lo que nos ha dado».

Cristóbal dijo que los rituales diarios, como rezar el rosario y ver la misa, les unen más. Aunque admitió que su esposa a veces tiene que darle un empujoncito.

«Si estoy tomando café, ella me dirá que deje el café y venga a ver la misa», explicó.

Los fines de semana, los Rodríguez asisten a misa en Brooklyn, en la iglesia de Nuestra Señora de la Paz o en la de Santo Tomás de Aquino.

Además de poner la fe en primer plano, la pareja tiene otros consejos para un matrimonio feliz.

«Creo que el amor, el respeto y la comunicación son lo más importante en un matrimonio. Cuando se tiene eso, se puede sobrevivir», dice Josefina.

Para Cristóbal, la clave está en evitar que las discusiones se salgan de control.

«Nunca se vayan a la cama enfadados», aconsejó.

También es importante evitar la terquedad, dijo.

«Los hombres españoles se creen machos, pero yo no creo en eso. Si tenemos una discusión y llego a la conclusión de que ella tiene razón, me controlo porque no tiene sentido seguir discutiendo», explicó Cristóbal.

El obispo DiMarzio tocó un tema similar en su homilía.

«Hice hincapié en el tema del divorcio hoy en día, por desgracia, que creo que se debe mucho a que la gente no es capaz de decir que lo siente. La gente tiene un problema y piensa que ya está. Dejan de intentarlo», dijo.

Josefina y Cristóbal nacieron y se criaron en Moca, Puerto Rico. Josefina llegó a EE.UU. continental a los 16 años y vivió en una pensión que regentaba su tía en Baltic Street, en el centro de Brooklyn.

Cristóbal, que quedó prendado de ella allá en Puerto Rico, siguió su ejemplo y se vino a Nueva York. «Tiene unos labios y unos ojos preciosos», dijo.

La pareja volvió a conectar y empezaron a salir en 1950.

Se casaron tres años después, cuando Josefina tenía 19 y Cristóbal 22. Yolanda, su única hija, nació en 1954.

Josefina tuvo varios empleos y más tarde encontró un puesto en el departamento de préstamos del Citibank, donde trabajó durante casi 30 años hasta su jubilación.

Cuando Cristóbal llegó por primera vez a Brooklyn, vivía en el sótano de una casa de la avenida DeKalb. Dormía junto a la caldera. «Antes de dormir, miraba por una ventanita y veía dos gatos que me miraban», recuerda.

Cristóbal consiguió un empleo en una panadería y trabajó allí durante casi 40 años. Luego encontró trabajo en el Citibank, mecanografiando documentos. Se jubiló hace 30 años, a los 63.

Recordaban el día de su boda como un día alegre, pero con percances divertidos. En el estudio fotográfico después de la ceremonia, el niño que hacía de portador de los anillos estaba jugando con la cámara del fotógrafo cuando se le cayó accidentalmente al suelo, haciéndola pedazos. A diferencia de la cámara, Josefina y Cristóbal siguen juntos de una pieza y siguen profundamente enamorados.

Mirando a su marido, Josefina dijo estar agradecida por su vida.

«Tengo suerte de haber vivido una larga vida con mi marido», dijo. «Y doy gracias a Dios porque nos queremos y seguimos juntos».

Paula Katinas

La Diócesis busca revertir las tendencias a la baja en matrimonios y bautismos

PROSPECT HEIGHTS – Hace un par de años, el matrimonio en la diócesis de Brooklyn parecía estar recuperándose. Las parejas, el clero y los proveedores de servicios de bodas expresaron su alegría de que la pandemia ya no fuera un problema. En 2020, en medio de los bloqueos y cierres, las parroquias de toda la diócesis celebraron 3.053 bodas, un aumento saludable con respecto al año anterior, que fue de 1.851. La especulación de los proveedores sugirió que las parejas tomaron en serio los cierres causados por la pandemia, lo que puede haber impulsado una renovada urgencia para casarse.

Pero los nuevos datos pintan un panorama diferente. En 2021, un año después del aumento de 2020, la diócesis solo celebró 1.164 bodas. Los datos para 2022 aún no están disponibles.

“Creo que muestra que hay una tendencia en la sociedad de que el matrimonio y la religión no están en primer plano para la mayoría de las personas”, dijo Christian Rada, director de Matrimonio, Formación Familiar y Educación en la Vida Respetuosa de la diócesis.

“Las personas esperan mucho más para casarse”, dijo. “Viven en casa mucho más tiempo hasta que pueden establecerse. Honestamente, creo que va a haber una disminución aún mayor… debido al costo de vida y a la economía”.

La oficina de Rada, que suministró los datos, forma parte del Secretariado para la Evangelización y la Catequesis. Su vicario es el padre Joseph Gibino, quien también es párroco de la Iglesia de la Santísima Trinidad en Whitestone.

Rada y el padre Gibino coinciden en afirmar en que la catequesis es la solución. También los feligreses de toda la diócesis lo creen así, como lo demuestra el reciente proceso del sínodo que pidió a las personas de la diócesis que ofrecieran sus opiniones sobre la Iglesia, dijo Rada.

El Renacimiento Eucarístico Nacional, que dirige a individuos y familias hacia devociones más profundas al cuerpo y sangre de Cristo, será una oportunidad importante para implementar la catequesis multigeneracional, dijeron ambos.

“Puede haber hasta tres generaciones de adultos que no se sienten adecuadamente preparados para catequizar”, dijo el padre Gibino. “Así que tenemos que volver a ayudar a las familias enteras en la tradición religiosa. Porque no es suficiente tener un hijo bautizado. Los padres deben ser los primeros y mejores testigos de la fe para los niños. Esa es una responsabilidad crucial”.

En respuesta, la diócesis está adoptando una tendencia nacional para alejarse de una catequesis basada en libros de texto y aulas, a un modelo en el que una familia entera asume la responsabilidad, junto con su parroquia, de la formación de la fe de los niños y jóvenes.

“Ciertamente, en la catequesis, enfatizamos la importancia de la relación que tenemos con Jesús, el modelo a seguir para todas nuestras relaciones”, dijo el padre Gibino. “Una vez que hemos comenzado esa relación con el Señor, podemos construir sobre eso nuestras relaciones con los demás”.

La información de la oficina también sugiere que menos matrimonios se traducen en menos nacimientos.

Los datos muestran un descenso en los bautismos que ha sido constante desde 2013, cuando 17,118 bebés recibieron el bautismo. Para 2021, ese número había disminuido constantemente a 6,850, dijo Rada.

El padre Gibino agregó que algunas parejas católicas son muy honestas al decir que no están interesadas en tener hijos.

“Lo que plantea un problema para la Iglesia”, dijo. “Porque creemos que el matrimonio ciertamente es para el amor mutuo y el apoyo de las parejas. Pero también es para la procreación, y eso es realmente importante”.

El vicario explicó que la Iglesia existe bajo una “premisa fundamental de que estamos aquí para construir una comunidad apostólica de amor y pasar eso a través de la evangelización y la catequesis a las generaciones”.

Pero, dijo, “no podemos transmitir la fe con menos personas en las generaciones futuras para escuchar el Evangelio. Así que tenemos que tomar muy en serio ese mandamiento de crecer en la fe y procrear”.

Los datos más recientes de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades muestran un ligero aumento en los nacimientos en todo el país en 2021 respecto a 2020, quizás otra consecuencia del bloqueo de la era COVID.

El Centro Nacional de Estadísticas de Salud de los CDC informó de 3,659,289 nuevos bebés nacidos en 2021 y 3,613,647 nacimientos en 2020.

Sin embargo, este aumento muestra un crecimiento escaso para la población general de EE. UU., considerando que 2021 es el primer año desde 2014 que la tasa de natalidad de la nación no ha tomado una tendencia descendente.

El padre Gibino confirmó que estas tendencias nacionales y locales son impulsadas por la economía y las trayectorias profesionales de las personas individuales. Pero, agregó, “creo que la gente está tardando más en madurar”. La nación puede estar presenciando una amplificación del “Síndrome de la Generación Yo” de los baby boomers más jóvenes a sus hijos, los millennials, agregó.

La transferencia parece estar sucediendo sin la debida instrucción sobre responsabilidad personal, compromiso, e incluso habilidades importantes para la vida, como la comunicación interpersonal. Como resultado, lecciones adecuadas sobre cosas como las citas pueden haber sido descuidadas.

El padre Gibino sugirió que la proliferación de la tecnología, a pesar de todas sus comodidades, parece haber dirigido a las personas hacia un aislamiento autoimpuesto.

“El modelado de roles y el aprendizaje de otra generación es muy importante”, dijo el padre Gibino. “Pero no estoy seguro de cuánto de eso está sucediendo en este momento”.

Mientras tanto, señaló que estas nociones narcisistas pueden tener un impacto negativo en la confianza parahacer compromisos.

“Porque el matrimonio es hacer un compromiso perpetuo con una persona por toda la vida”, dijo el padre Gibino. “No es solo hasta que te canses o hasta que las cosas se pongan difíciles. Y no se trata de ‘yo’. Se trata de nosotros: la unidad entre tú y yo”.

El matrimonio, vínculo sagrado establecido por Dios

El Concilio Vaticano II nos dice que “el mismo Dios es el autor del matrimonio” (GS 48,1). En efecto, la vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, creados por Dios. Por lo tanto, no es una realidad puramente humana y en todas las culturas existe un cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial. Esta realidad permite afirmar que “la salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana, está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar” (GS 47,1).

El presente artículo quiere ser solo una catequesis sobre el matrimonio, tanto en su realidad natural como sacramental. Por lo mismo, nos limitaremos a destacar algunos puntos esenciales del Catecismo de la Iglesia Católica, que tratan de este sacramento (cf. CEC 1601-1666). Comencemos con la Biblia, más concretamente con su primer libro: el Génesis.

El matrimonio en el plan original de Dios

La Sagrada Escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro: “No es bueno que el hombre esté solo”. La mujer, “carne de su carne”, le es dada por Dios como una “ayuda”. “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (cf. Gen 2,18-25). Esto representa – en el plan original de Dios – una unión indefectible de sus dos vidas. Cristo mismo lo muestra cuando le llevan la cuestión del divorcio, aprobada por Moisés, afirmando que Moisés permitió el repudio de la mujer en razón de “la dureza del corazón” pero, superando la Ley Antigua, se remonta, en su respuesta, recordando cuál fue “en el principio” el plan del creador y, por lo mismo afirma “lo que Dios unió, no lo separe el hombre” (Mt 19,6).

Cuando el Génesis habla de “ayuda”, no se refiere solamente al ámbito del obrar, sino también del ser. Femineidad y masculinidad  son entre sí complementarios no solo desde el punto de vista físico y psíquico sino ontológico. Solo gracias a la dualidad de lo “masculino” y de lo “femenino”, lo humano se realiza plenamente como la “unidad” relacional que permite a cada uno sentir la relación interpersonal y recíproca como un don enriquecedor y responsabilizante (cf Juan Pablo II, Discurso a las mujeres IV Conferencia de Pekín (26-6-1995) 7-8.

El matrimonio después del pecado original

El pecado original, que todos heredamos de nuestros primeros padres, nos trae la experiencia del mal, que se hace sentir, también, en las relaciones entre el hombre y la mujer. Hay, en efecto, en el hombre y la mujer, ¡un desorden! [ no una corrupción!], que no se origina en su naturaleza, ni en la naturaleza de las relaciones hombre- mujer, sino en el pecado. El primer pecado, ruptura con Dios, tiene como consecuencia una primera ruptura en la “comunión original” entre el hombre y la mujer [ agravios recíprocos sobre el causante de la culpa (cf Gen 3,2) que se extiende también a su vocación de multiplicarse y de dominar la tierra [los dolores del parto y los esfuerzos de ganar el pan] (cf Gen 3,16-19; cf cap. 1-3). Dada la realidad del pecado, para sanar las heridas del pecado, el hombre y la mujer necesitan la ayuda de la gracia que Dios, en su misericordia infinita, jamás les ha negado (cf Gen 3,21). Sin esta ayuda, el hombre y la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas en orden a la cual Dios los creó “al comienzo”.

La experiencia indica que, en todo tiempo, la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la discordia, el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que pueden conducir hasta el odio y la ruptura. Ello no obstante, cualquier atisbo de conflicto puede, con la gracia de Dios, ser subsanado y la alianza restablecida; el amor, en definitiva, cuando hay humildad y entrega entre los esposos, siempre triunfa sobre el conflicto.

Para decirlo en pocas palabras, el matrimonio – y la familia – son la célula básica de la sociedad. El “lugar” no meramente físico sino simbólico en el que se experimenta, de un modo del todo singular, la vocación social del hombre cuyo centro es la “relación”. Allí, en efecto, se vive la paternidad, la filiación, la fraternidad, elementos indispensables para salvaguardar la salud psicológica y espiritual de los seres humanos. Por ello mismo, todo atentado contra el matrimonio y la familia, no solo hiere una institución sagrada por naturaleza, sino que daña también a la sociedad (cf. CEC 2207-2207)

El matrimonio sacramental y la virginidad por el Reino de Dios

La alianza de Dios con Israel ha sido considerada, ya en el Antiguo Testamento, bajo la imagen de un amor conyugal exclusivo y fiel (cf. Os 1-3; Is 54.62; Jer 2-3.31). Así, los profetas fueron preparando al pueblo elegido para una comprensión más profunda de la unidad y de la indisolubilidad del matrimonio (cf Mal 2,13-17). Esta alianza – nueva y eterna – se da en el Hijo de Dios que, encarnándose y dando su vida, se unió, en cierta manera con toda la humanidad salvada por El (cf. GS 22) preparando así “las bodas del cordero” (Ap. 19,7.9).

El Apóstol San Pablo manifiesta el carácter “sacramental” del matrimonio entre un hombre y una mujer bautizados, haciendo de la entrega mutua entre el hombre y la mujer un “sacramento”: “Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia” (Ef 5,32 cf Ef 21-33). Los versículos 23-32 establecen un paralelo entre el matrimonio humano y la unión de Cristo con la Iglesia. Los dos términos de comparación se aclaran mutuamente: a Cristo se le puede llamar esposo de la Iglesia, porque es su Cabeza y la ama como a su propio cuerpo. Lo mismo sucede entre marido y mujer: “Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella para santificarla […] y presentársela a sí mismo santa e inmaculada” (Ef 25-27).

No todos, sin embargo, están llamados al matrimonio. El vínculo con Cristo ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos familiares o sociales (cf Lc 14,26; Mc 10,28-31). Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero donde quiera que vaya. Cristo mismo invitó a seguirle en este modelo de vida (cf Mt 19,12). La estima de la virginidad por el Reino (LG 42; PC 12; OT 10) y el sentido cristiano del matrimonio son inseparables y se apoyan mutuamente.

Conclusión, resumen, comentarios personales

Hay que afirmar que el matrimonio exige la indisolubilidad y la fidelidad de la donación recíproca definitiva; y se abre a la fecundidad (FC 13). No se pueden separar, en las relaciones sexuales matrimoniales, dos aspectos que van entre sí ligados: el factor unitivo y el procreativo. Este principio establecido por San Pablo VI en su Encíclica Humanae Vitae (1968) ha sido profético. El rechazo de algunos teólogos, pastores y fieles ha traído como consecuencia el abandono de la ley natural y la manipulación de la vida. La Iglesia rechaza el divorcio: alienta a comulgar a los divorciados no vueltos a casar, pero quienes han contraído nueva unión no pueden acercarse a la comunión. Tampoco pueden hacerlo quienes han constituido una pareja homosexual. La tendencia no es pecado, pero las relaciones sí.

El hombre de hoy cree definirse a sí mismo a su antojo con una libertad vacía, que niega su realidad de creatura. Esto salpica también a un amplio sector de los católicos. Hay mucha confusión doctrinal entre fieles y aun entre pastores. Pero no es la Iglesia quien tiene que cambiar su doctrina para adaptarse al mundo sino al revés. La Iglesia sirve a la Palabra de Dios revelada, al Evangelio que le fue confiado, del que no es dueña sino servidora y al que tiene que predicar y custodiar.

En este sentido valen las advertencias del Apóstol Pablo a los Gálatas: “me maravillo de que abandonando al que los llamó por la gracia de Cristo, se pasen tan pronto a otro evangelio – no que haya otro, sino que hay algunos que los perturban y quieren deformar el Evangelio de Cristo […] Si alguno les anuncia un Evangelio distinto del que han recibido ¡sea anatema! (cf Gal 1,6-9). Algunas afirmaciones no conformes con la Regula Fidei [ la norma de la fe] poco a poco se van introduciendo también en la Iglesia. ¡Estemos atentos!

Mons. Alfredo H. Zecca

Alarmante descenso de tasa de natalidad en EE.UU. preocupa a líderes católicos

NUEVA YORK — Cuando Mons. Jorge Rodríguez, obispo auxiliar de Denver se mudó desde Europa a los Estados Unidos, algo que le hizo considerar al país “excepcionalmente hermoso” fue la cantidad de familias con varios hijos que pasaban tiempo juntos, una distinción que teme podría estar desapareciendo.

La preocupación de Mons. Rodríguez surge de un nuevo informe del Centro de Control de Enfermedades del Centro Nacional de Estadísticas de Salud publicado a principios de esta semana que muestra que el número de nacimientos en los EE.UU., diminuyó el año pasado por sexto año consecutivo a 3.605.201, una caída del cuatro por ciento con respecto a 2019 y el número más bajo desde 1979.

Mons. Jorge Rodríguez, obispo auxiliar de Denver, aparece en esta foto de archivo de 2016. (CNS/ Andrew Wright, católico de Denver)

“Cuando una generación no tiene suficientes hijos, no podremos garantizar el futuro y cómo será el mundo para nuestros hijos y nietos en términos de consecuencias sociales”, dijo Rodríguez a Nuestra Voz por correo electrónico. “Peor aún: la disminución de los nacimientos significa una disminución en nuestra capacidad de amar y apreciar la vida. Eso da mucho miedo”.

En conversaciones con Nuestra Voz, los líderes católicos y los expertos en el tema del matrimonio y la vida familiar identificaron una serie de factores que incluyen la disminución de las tasas de matrimonio, los matrimonios tardíos, las expectativas sociales y la cultura anticonceptiva como razones del declive.

El CDC no ha publicado datos para 2020, pero las estadísticas más recientes de 2019 muestran una disminución en el número de matrimonios cada año desde 2016. De 2018 a 2019, el número se redujo de 2,132,853 a 2,015,603.

Para Rodríguez, la cultura anticonceptiva es la principal razón del descenso en la tasa de natalidad.

“Cuando la sociedad ha creado una visión del bebé como un invasor o incluso un agresor que amenaza los planes, sueños y logros personales, se espera una disminución en nuestra disposición para recibirlos”, dice Rodríguez, quien es miembro del Comité sobre Laicos, Matrimonio, Vida Familiar y Juventud de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB).

Mons. Thomas Paprocki, obispo de Springfield en Illinois, quien también forma parte de este comité dijo a Nuestra Voz que la mentalidad anticonceptiva “cambia la forma en que las personas ven el matrimonio y cambia la forma en que las personas ven tener familias”.

Él cree que la “consecuencia última” del declive es el reemplazo de la población. La tasa de fecundidad total en 2020, que estima el número de nacimientos que un grupo hipotético de 1000 mujeres tendría a lo largo de su vida, estuvo por debajo del reemplazo, el nivel en el que una generación determinada puede reemplazarse a sí misma (2100 nacimientos por cada 1000 mujeres).

Específicamente fue de 1,637.5 nacimientos por cada 1,000 mujeres, un mínimo histórico para la nación. La tasa en los EE. UU. Ha estado por debajo del reemplazo de manera constante desde 2007.

Timothy O’Malley considera esta circunstancia “aterradora”. Una sociedad sin niños es una comunidad “sin esperanza, ni comunión”, dijo.

“Cuando vivimos en una época sin niños presentes en la sociedad, funcionalmente un poco borrados, también perdemos la capacidad de esperanza”, dijo O’Malley, autor de Off the Hook: God, Love, Dating, and Marriage in a Hookup World.

“Perdemos la alegría que surge cuando hay un niño cerca. La alegría de la vida. El hecho de que la vida no siempre es total y absolutamente seria. Con una tasa de natalidad en declive, eso es algo que todos perdemos como sociedad”, le dijo a Nuestra Voz.

O’Malley, director de educación del Instituto McGrath para la Vida Eclesial de la Universidad de Notre Dame, identificó la economía como otro factor que contribuye a la disminución de la tasa de natalidad.

Para algunas personas la realidad económica es desalentadora: tener hijos es realmente caro y “no hay mucho apoyo monetario”. Por otro lado, señaló que otras personas “piensan que necesitas más dinero para tener hijos de lo que realmente es necesario”.

Otro factor que contribuye al declive es el aumento del promedio de edad matrimonial.

Una mujer juega con su hijo de 1 año en 2017 en la casa de maternidad Our Lady’s Inn en St. Louis, Missouri. (CNS / Lisa Johnston, St. Louis Review)

“Si te casas a los 28, 29, 30 años, dispones de menos años de fertilidad”, señala O’Malley. “Creo que la mayoría de la gente no entiende eso”.

En la Diócesis de Brooklyn, Christian Rada, director de la pastoral de Matrimonio, Familia y respeto por la vida, también culpa a la pandemia de COVID-19. Rada le dijo a Nuestra Voz que la diócesis ha recibido más llamadas de consejería matrimonial durante este período. Al mismo tiempo, la violencia doméstica ha aumentado y mucha gente ha perdido su trabajo.

“La idea de traer vida a este mundo es lo último que está en la mente de la gente”, reflexionó Rada.

En cuanto al papel de la iglesia en revertir la tendencia de la tasa de natalidad de los últimos años, Rada reconoció que las parejas más jóvenes ya no están tanto en los bancos, por lo que es importante que la diócesis publique programas, clases, oportunidades y datos sobre el matrimonio en línea y en las redes sociales donde les llegará a este grupo demográfico.

Deanna Johnston, directora de vida familiar del Instituto St. Philip en Tyler, Texas, dijo a Nuestra Voz que a nivel parroquial y diocesano es necesario enfocarse más en mantener la comunicación e invertir en las parejas después de casarse.

“Si solo tratamos el matrimonio como un aro que atravesar, o la preparación del matrimonio como un aro que atravesar, y no como la comunidad parroquial está invirtiendo en ti y en la pareja, y queremos caminar contigo no solo hasta el día de la boda, pero queremos acompañarlos especialmente durante esos primeros cinco años, y luego queremos asegurarnos de que tenemos las cosas en su lugar”, dijo.

Mons. Paprocki también dijo que debe producirse un cambio en el enfoque de la iglesia. Quiere que la iglesia comience a reclutar para el sacramento del matrimonio de la misma manera que lo hace para el sacerdocio y la vida religiosa.

Es algo con lo que está comprometido en su diócesis. Mons. Paprocki nombró recientemente a un director asociado de vocaciones enfocado en el estado matrimonial.

“En nuestra sociedad actual, tenemos que reclutar a los jóvenes básicamente para que digan, ‘deberías pensar en el sacramento del matrimonio’ ​​y para enseñar qué es el sacramento del matrimonio”, dijo Mons. Paprocki. “Y la belleza de entregarse totalmente enamorado de su cónyuge y luego querer tener hijos y amar a sus hijos y traerlos al mundo y entregarse por el bien de su familia. Eso no sucederá automáticamente”.

Un nuevo marco pastoral para el ministerio del matrimonio y la vida familiar de Mons. Paprocki, Mons. Rodríguez y el resto del Comité de Laicos, Matrimonio, Vida Familiar y Juventud de la USCCB está listo para ser presentado en la reunión de junio de la Conferencia Episcopal, según Theresa Notare, la directora asociada del programa de planificación familiar natural, que es parte de la Secretaría de Laicos, Matrimonio, Vida Familiar y Juventud de la USCCB.

Notare le dijo a Nuestra Voz que si bien hay una cantidad “notable” de creatividad por parte de las diócesis para abordar el tema del matrimonio y la vida familiar, espera que el documento ayude a crear una visión consistente en todas las diócesis que traiga consigo a algunos que están “repitiendo lo mismo de siempre, y sin hacer todo lo posible por plantar las semillas para que el Espíritu Santo las riegue”.

También reconoce que se necesitará más que un marco pastoral para propiciar el cambio.

“Cuando se habla de algo tan importante como el matrimonio y tan profundamente personal como tener hijos, es un verdadero viaje de fe”, dijo Notare. “Tenemos que encontrar mejores formas de alentar a nuestros jóvenes a tener esperanza en el futuro, aceptar los dones que Dios nos dio y casarse”.

O’Malley quiere ver a los líderes de la iglesia presionando a los políticos sobre la importancia de crear algún tipo de beneficio económico, o apoyo, para tener hijos, para que la economía no sea tan disuasoria. Y también poner énfasis en las comunidades parroquiales.

“No se trata solo de instar a las personas a tener muchos hijos, que es lo que a menudo se escucha, sin propiciar una red de apoyo”, dijo O’Malley. “Tener muchos niños es genial, pero asegúrese de que su vecino sea alguien a quien pueda confiar sus hijos cuando tenga que salir corriendo para el hospital porque alguno de ellos se acaba de fracturar un brazo. Este es el tipo de apoyo que se necesitan”.

Matrimonio y esquizofrenia

¿Puede una persona con esquizofrenia contraer matrimonio válidamente?

Aparentemente, la combinación de estos dos factores en una ecuación matemática puede equivaler al fracaso matrimonial e invalidez sacramental.

Sin embargo, esta expectativa convencional se ve desafiada cuando basamos nuestro cálculo en la vida del profesor John Forbes Nash Jr., el matemático estadounidense que recibió el Premio Nobel de Economía de 1994. Su vida aparece en una biografía titulada “A Beautiful Mind”, escrita por Sylvia Nasar.

Esta biografía premiada se convirtió posteriormente en una película que se estrenó hace veinte años. En la que, por cierto, el papel del psiquiatra que trató al profesor Nash lo interpreta Christopher Plummer, quien acaba de morir hace muy poco. Para fines de nuestro estudio, tenemos varias advertencias y limitaciones:

1) El matrimonio que se está considerando no es católico y, por lo tanto, está fuera de los dominios del derecho canónico, y

2) los hechos que consideramos son solo los que se dan en la película.

Nuestra interesante historia de amor comenzó cuando el profesor John Nash conoció a Alicia Larde, una alumna suya, y ambos se enamoraron. Aunque brillante, el profesor Nash, requirió de gran esfuerzo para pulir sus habilidades sociales.

Y creyendo ambos en el amor, contrajeron matrimonio. No se dan datos sobre la boda en sí, solo una escena de celebración frente a la iglesia donde supuestamente se intercambiaron los votos.

En dicha escena, justo después de la boda, el profesor seguía teniendo ilusiones de ser un descifrador de códigos contratado por el Pentágono. Sufría alucinaciones de estar bajo vigilancia y perseguido todo el tiempo por los rusos.

Luego, se le diagnosticó con esquizofrenia paranoide y fue internado en un centro psiquiátrico. Su esposa supo que su esposo perdió el control de la realidad al descubrir su extraña oficina y sus actividades.

El Código de Derecho Canónico establece que “quienes no pueden asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica” (canon 1095, 3) son incapaces de contraer matrimonio.

Es cierto que la esquizofrenia entraría en esta categoría, pero no es una causa psíquica automáticamente invalidante. Habrá que ver.

Como se describe en la biografía, “alguien con esquizofrenia no está permanentemente desorientado o confundido como lo estaría un individuo con una lesión cerebral o Alzheimer. Puede que tenga —y de hecho lo tiene— un control firme sobre ciertos aspectos de la realidad presente.

Mientras estuvo enfermo, Nash viajó por toda Europa y América, obtuvo ayuda legal y aprendió a escribir sofisticados programas de computadora” (cf. A Beautiful Mind, p. 18).

Dicha enfermedad psíquica se podía tratar con medicamentos, aunque sus efectos sean una espada de dos filos. Las píldoras controlarían sus delirios, pero obstaculizarían su capacidad para ser productivo profesionalmente y realizar actos conyugales. Si dejaba de tomar la medicación, recuperaría sus capacidades, pero su delirio estaría fuera de control.

El profesor finalmente reconoció que sus alucinaciones eran irreales cuando la niña de sus delirios no envejecía. Alicia lo ayudó a saber qué es real, al hacer que ambos sintieran sus respectivos corazones.

El factor más importante para el éxito de esta historia de amor es la convicción de Alicia resumida en estas palabras: “Necesito creer que algo extraordinario es posible”.

La película concluye con un conmovedor discurso ficticio del premio Nobel que describe bellamente la validez variable de la esquizofrenia y el matrimonio. Refiriéndose a su esposa, el profesor Nash declara:

“Siempre he creído en los números, en las ecuaciones y la lógica que llevan a la razón. Pero después de toda una vida de tales actividades, pregunto, ¿qué es realmente la lógica? ¿Quién decide la razón? Mis preguntas me han llevado a través de lo físico, lo metafísico, lo delirante y de regreso. De hecho, el descubrimiento más importante de mi carrera, el descubrimiento más importante de mi vida, es que solo en las misteriosas ecuaciones del amor se puede encontrar alguna razón lógica. Estoy aquí esta noche por ti. Tú eres la razón por la que yo soy. Tú eres todas mis razones. ¡Gracias!”.

En resumen, existe la posibilidad de que el matrimonio y la esquizofrenia puedan coexistir de forma válida. Sin embargo, dada la complejidad de la situación, cada caso debe ser evaluado y determinado por un experto.

En su aplicación al Derecho Canónico, cualquiera que sea la evaluación psiquiátrica o psicológica, siempre debe examinarse a la luz de los conceptos de la antropología cristiana que subyacen en la ciencia canónica.

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Mons. Jonas Achacoso es canonista y autor de “Due Process in Church Administration. Canonical Norms and Standards” (Pamplona 2018). Premio Arcangelo Ranaudo (Vaticano), y Administrador de la Iglesia Corpus Christi en Woodside, NY. Su columna Derecho y vida puede leerse en la edición mensual de Nuestra Voz. Síguelo en Twitter.

¿Se pueden bendecir los anillos para la boda civil?

A la salida de la misa dominical, muchos de mis feligreses suelen pedirme que les bendiga crucifijos, imágenes, rosarios, escapularios, aguas, etc. La mayoría del tiempo las bendiciones se dan rápidamente para no atascar la avalancha de fieles. Pero otras veces no hay forma de evitar un atasco cuando algún feligrés te cuenta un problema o te pide una cita privada.

Una vez hubo una congestión en la puerta de la iglesia por causa de una pareja. Ellos me enseñaron los anillos matrimoniales y me pidieron que los bendijera.

Les expliqué que los anillos se bendicen durante la boda. Entonces insistieron en que la boda será por lo civil por eso quieren la bendición ahora. Esta vez les pedí que se apartaran para dejar pasar a la gente que iba saliendo de la misa y que esperaran porque necesitaría un buen ratico de plática.

Entonces les expliqué que la bendición propia que un sacerdote hace para los anillos de boda es en la ceremonia matrimonial. Es entonces cuando el sacerdote, haciendo la señal de la cruz sobre los anillos, dice: “El Señor bendiga estos anillos que van a entregarse uno al otro en señal de amor y de fidelidad”.

Los novios se entregan los anillos con la misma promesa de amor y fidelidad invocando el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La bendición y entrega de anillos hecho con la invocación trinitaria eleva el rito a un nivel muy solemne y los anillos se convierten en un signo sagrado de alianza.

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En la mayoría de los casos, los católicos saben muy bien de su obligación de celebrar su boda en la iglesia y que la boda civil solo responde a una exigencia legal terrenal. Entiendo que los que recurren a una boda delante de una autoridad civil tienen diversas razones.

Unos tienen poco aprecio del valor y dignidad de una ceremonia religiosa. Otros huyen del gasto exorbitante y de un espectáculo en que está envuelto comúnmente el rito eclesiástico.

Dentro del terreno ministerial en que me encuentro, las razones siempre tienen que ver con la situación migratoria. Algunos celebran su boda civil para solucionar una carencia documental que les permita resolver su estatus migratorio.

Otros lo hacen por lo civil primero y postergan lo eclesiástico para poder ahorrar dinero para cubrir los gastos para tener la boda con todo el lujo que sueñan.

Las razones pueden ser sustanciales pero todas redundan al mal entendimiento del sacramento del matrimonio. Muchos fieles ya se olvidan de la obligación de casarse en la iglesia.

Pude notar que la pareja se quedó pensativa y disgustada ante mi negativa de bendecir sus anillos. Por supuesto, insistieron en que hiciera la bendición pero me mantuve firme en mi posición precisamente para no enviar una señal errónea de facilitar un boda híbrida.

Por otro lado, aprovechando el hecho de que quieren hacer lo correcto, razón por la cual pidieron la bendición, les prometí mi ayuda para acompañarles en la preparación que les permita llevar su amor al nivel del sacramento. Al final los bendije individualmente —no como pareja— para que Dios les dé sabiduría y valentía de poner en práctica lo que nos enseña nuestra Madre, la Iglesia católica.

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Mons. Jonas Achacoso es canonista y autor de “Due Process in Church Administration. Canonical Norms and Standards”, Pamplona 2018. Es Juez Eclesiástico, Delegado de los Movimientos Eclesiales y Administrador de la Iglesia Corpus Christi (Woodside, NY). Su columna Derecho y vida puede leerse en la edición mensual de Nuestra Voz. Síguelo en Twitter.

La sencillez que hace brillar lo esencial

En este año 2020, voy a celebrar 20 años de mi ministerio sacerdotal. Por la gracia y misericordia de Dios, puedo decir que son 20 años realmente felices. Para más coincidencia numerológica, el día de mi vigésimo aniversario cae en un día 20 de un mes primaveral. Ya son muchos 20. ¡Ojalá que mi visión sea de 20/20 también para servir mejor a la Iglesia hasta el fin de mi vida!

Hablando de una visión perfecta, he hecho un propósito de enfocar en este año en cosas esenciales y no dejarme llevar por las numerosas cosas que enturbian el rumbo de la vida. Quisiera contarles cómo he llegado a este propósito. Era una boda sencilla que me inspiró para hacerlo. No fue una boda de otro mundo. Al contrario, todo fue muy sencillo pero su sencillez hace brillar lo esencial del matrimonio. Esa sencillez me conmovió profundamente.

(Foto: CNS/Paul Haring)

Haciendo un repaso mental de todas las bodas que he estado en estos 20 años, podría decir que cada boda tiene su carácter propio. Hay unas tristes y alegres, otras graciosas y nerviosas, y otras muy lujosas y elegantes. De esas tantas que he visto, puedo presumir que ya he visto todo. De hecho, he celebrado varias veces bodas en unos barrios pobres o en una isla misional e insignificante. Estuve también en un enlace nupcial en la catedral de San Patricio con la fiesta en el hotel The Plaza. Me acuerdo también algunos de esas súper coreografiadas  y más estrambóticas está la de la novia que al entrar en la iglesia al son de “tan-tan-tara” se soltaron 100 mariposas blancas saliendo de una humareda. Aquella vez pareció estar presenciando un rodaje de una película de fantasía.

Ya he dicho que la boda que más me conmovió no eran aquellas de mucho gasto, sino aquella que era bien sencilla.  Sencillez no significa triste, ni pordiosero. Llegaron puntuales, cosa que se agradece mucho porque no es usual ya que siempre alguien llega tarde por mil razones. No tuvieron muchos acompañantes en el cortejo. Mi homilía, por el hecho de que no había muchas cosas que ver, ha sido como un coloquio intimo saboreando lo bello que es el sacramento de matrimonio.

Al escribir este artículo, tengo en mente a muchos que no se han casado por lo eclesiástico teniendo prejuicio que casarse supondría mucho gasto y trabajo. Cuando se habla de la boda se empieza a calcular cuánto se gastaría en la fiesta, los trajes, las flores, el video, etc. Digo que en ningún documento de la iglesia se ha dicho que en la boda se tendría que gastar mucho para que la unión sea más duradera. Desafortunadamente, lo contrario ha sucedido muy a menudo que una boda en que se gastó un disparate de dinero termina en el divorcio.

Aquí está la gran lección de la sencillez y enfocar más en lo esencial porque, cuando se descuida en las muchas cosas, puede desviar el rumbo. Gracias a la pareja que me ha enseñado la lección. Todos tenemos que aprender también de esto. Ya lo decía el Principito, “Lo esencial es invisible para los ojos”.

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Mons. Jonas Achacoso es canonista y autor de “Due Process in Church Administration. Canonical Norms and Standards”, Pamplona 2018. Es Vicario Judicial Adjunto de la Diócesis de Brooklyn, juez del Tribunal de la Diócesis de Brooklyn, y Vicario parroquial de la iglesia Reina de los Ángeles, en Sunnyside, Queens; además de delegado de los Movimientos Eclesiales de la Diócesis de Brooklyn y Queens.  Su columna Derecho y vida puede leerse en la edición mensual de Nuestra Voz.

Boda colectiva en South Ozone Park

Puede llamarlo “Cinco bodas y un funeral”, o para ser más exactos, un funeral y luego cinco bodas.

Cuando Matilde Meza Lucana, madre de 10 hijos, falleció el pasado mes de enero, cinco de sus hijos sintieron un llamado para finalmente casarse por la Iglesia Católica.

Y ese llamado se hizo realidad.

El pasado 29 de septiembre, cinco hermanos celebraron el sacramento del matrimonio con sus cónyuges simultáneamente. (Foto: Andrew Pugliese)

El 29 de septiembre, cinco de sus hijos: Augusto, de 59 años; Sonia, de 55; Mario, de 50; Juana, de 46 y Carlos, de 36, recibieron el sacramento del matrimonio con sus cónyuges en una “boda colectiva” en Santa Teresa de Ávila, South Ozone Park. Pero todo comenzó con un funeral.

El invierno pasado, Matilde falleció en un viaje a Perú, el país natal de la familia. Sus hijos lograron traer sus restos a White Plains, en Nueva York, donde ellos residen, para hacer el funeral. Un día, mientras oraban en familia, su primo Manuel Mendoza sintió que el Espíritu Santo lo llamaba a invitar a los hermanos —que llevaban años casados ​​civilmente— a unirse en matrimonio en la fe.

Sonia fue la primera en aceptar la invitación de Manuel. Pronto, Carlos la siguió, y luego Juana. En muy poco tiempo, las cinco parejas estaban asistiendo a las clases de Pre-Cana con los Mendoza.

“Lo quería para mí, para Dios y para mi madre”, dijo Sonia.

Manuel Mendoza y su esposa, Mery, son feligreses de la iglesia de los Santos inocentes (Holy Innocents), en Pleasantville, en el condado de Westchester. Han sido mentores de parejas durante cuatro años a través del programa Pre-Cana. Las parejas comenzaron el proceso en Holy Innocents con el entonces pastor, padre Hugh Burns, OP, que había celebrado la misa del funeral de su madre. En marzo, cuando el padre Burns fue trasladado a Santa Teresa de Ávila, cambiaron los planes para casarse en Queens.

“Esto es asombroso porque la Biblia dice que si una persona se convierte a Dios, todos los ángeles cantarán”, dijo Manuel. “Pues ahora no tenemos una persona, sino 10”.

Las parejas llevan entre 12 y 35 años de casados. Tienen hijos y algunos hasta son abuelos. Cada miembro de la familia, de cada generación, fue parte de la ceremonia.

Boda colectiva
Foto: Andrew Pugliese

Donny Garate, de 30 años —el hijo mayor de Sonia y los tres hijos de su esposo Efrain Garate— dijo que el día le trajo emociones que nunca antes había sentido.

“Nos criaron como católicos”, dijo Donny. “A veces te alejas de la iglesia, pero hoy, haciendo todo esto, escuchándolos decir lo que sienten, incluso cuando has esperado, siempre puedes volver y estar cerca de Dios, y Él te ayudará a superarlo”.

Unidos por un rosario de lazo. (Foto: Andrew Pugliese)

La preparación para este día especial fue mucho más extensa que para la mayoría de las parejas. El padre Burns dijo que la mayoría de las parejas se reúnen con un sacerdote y un diácono en los seis meses previos a una boda, y pasan una tarde de Pre-Cana. Manuel y Mery, que han preparado docenas de parejas para el sacramento en los últimos cuatro años, querían tomarse un poco más de tiempo con sus propios parientes.

Las parejas se reunieron durante ocho meses en lo que el Padre Burns describió como más bien un programa de Rito de Iniciación Cristiana para Adultos. De hecho, en medio de la preparación de la boda, tres de los hermanos están en RICA, y serán confirmados en la vigilia pascual del próximo año.

Para los encuentros, todas las parejas condujeron desde el condado de Westchester hasta Queens para ver al sacerdote, cuatro veces durante los seis meses posteriores a su traslado. Ha reconocido muchos matrimonios en la iglesia, pero estos fueron diferentes.

“Fue maravilloso ver lo dispuestos que estaban. O sea, tenían que venir de Westchester”, dijo el padre Burns. “No es fácil, pero lo hicieron para que pudiéramos reunirnos. Están realmente comprometidos con esto, lo cual es algo hermoso”.

El día de su boda, los hermanos se aseguraron de que un retrato de su madre estuviera junto a ellos en el altar. Todos sintieron su presencia. Ella fue su inspiración.

“Estoy muy feliz”, dijo Sonia. “Me casé junto a mis hermanos y mi hermana. Estoy muy feliz por mi madre, por mi familia, por todos”.

¿Pueden casarse los primos hermanos?

Con esta edición, estrenamos una nueva columna titulada DERECHO Y VIDA. Reflexionaremos sobre las preguntas y anhelos de la vida cotidiana de los fieles e intentamos iluminarlos con respuestas que reflejan las enseñanzas de la Iglesia Católica. Por ende, intentamos poner orden por el derecho y disfrutamos desgranando temas interesantes de la vida.

Me vino como anillo al dedo una consulta de una señora para desarrollar el primer tema. Ella se casó con un primo hermano suyo y luego se divorció de él. Más tarde, cada uno de ellos se casó de nuevo por lo civil; y por eso ya no pueden comulgar. Al menos ella está anhelando recibir al Señor en la comunión por eso planteó la posibilidad de pedir la nulidad de su matrimonio eclesiástico con su primo. Me preguntó: “Padre, ¿qué debo hacer?”, dicho con el acento inconfundible de su país.

La pregunta me pareció inquietante y novedosa. Aunque conozco la provisión canónica sobre el matrimonio de primos hermanos, desconozco hasta ahora este tema plasmado en la realidad, palpable y a la vista. No es común en el lugar de donde vengo porque, si se hiciera, podría desatar un escándalo. Por lo que he visto, los matrimonios de primos hermanos son más comunes en otros países.

Para empezar a dar una solución a la pregunta, hice una entrevista a la peticionaria. ¿Se pidió una dispensa eclesiástica del obispo para realizar ese matrimonio? La respuesta de ella me dejó un poquito boquiabierto. “Padre, ¿para qué es la dispensa eclesiástica? Nosotros ni siquiera sabemos lo que es. Eso no se hace en mi país. El obispo está muy lejos. Nuestros padres nos encontraron abrazados y en menos de una semana ya nos habían casado”.

Para que haya un matrimonio de primos hermanos, hay que tener la dispensa sin la cual no debe haber boda. Le expliqué que el matrimonio entre primos hermanos está prohibido por la ley divina, la ley natural y la ley eclesiástica.

Sorprendida de lo que acaba de saber, me interrogó: “¿Y dónde está escrito que Dios lo prohíbe? Es que no lo sabemos”.

Le expliqué el asunto, comenzando por la ley eclesiástica. El Código de Derecho Canónico, canon 1091 §2 prohíbe el matrimonio de padres con hijos, entre hermanos biológicos, entre tíos/ tías y sobrinos/sobrinas, y finalmente matrimonio entre primos hermanos.

Queriendo saber más, ella me preguntó si esto está también escrito en la Biblia. Le contesté con un gesto afirmativo. En el libro del Génesis 2,24 podemos leer: “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne”. Entendemos que el significado de esta frase —“dejar a su padre y madre”— es que debemos salir del ámbito de la familia para crear otra familia.

Para acabar, rematé la discusión con un argumento del ámbito de la ley natural. Está ya probado por la ciencia que hay mucha posibilidad de problemas genéticos de los niños que nacen de personas que son primos.

Inglaterra: multa a los novios que lleguen tarde

Las parejas que se casen en la Santa Cruz en Bearsted deberán llegar temprano para no pagar la multa de 100 libras esterlinas.

En Bearsted, una pequeña población de poco más de ocho mil habitantes en el sureste de Inglaterra, está la parroquia Santa Cruz, una pequeña iglesia anglicana.

El párroco, luego de tener que esperar a dos novias en dos celebraciones diferentes, decidió pedirles a las parejas un depósito de £100 (libras esterlinas), unos $135 dólares.

Si las parejas llegan puntuales, al momento de buscar el certificado de matrimonio les será devuelto el depósito. Si, por el contrario, las parejas llegan tarde, pues este dinero se repartirá entre el organista, los campaneros y los niños del coro quienes se vieron obligados a esperar.

La única manera de evitar esta multa es que las parejas lleguen tarde por demoras debido al tráfico o por acontecimientos imprevistos o fuera de lo normal.

En el condado de Kent, donde está ubicada la pequeña parroquia ha habido reacciones encontradas: unos apoyan la medida, mientras que otros la critican.

Para el padre Jorge Ortiz Garay, párroco de Santa Brígida en Brooklyn, la opción de imponer una multa a los novios es un absurdo. “Eso no quiere decir que no me moleste que lleguen tarde, la cosa es que muchas veces los novios llegan tarde y la razón es el fotógrafo, porque les dice que se tomen una foto aquí, otra allá, es por el fotógrafo, créemelo”.

El padre Ortiz se reúne con las parejas varias veces antes del matrimonio, en esas charlas les explica algo que los novios entienden y hacen que no lleguen tarde. “Les digo es el día más importante de sus vidas, si la boda es a las 3:00 p.m., pues es a las 3:00 p.m., si llegas a las 3:15 p.m., está bien yo no me enojo, no hay problema pero en lugar de hacer dos lecturas, será una; si llegas a las 3:30 p.m., pues no hay lecturas y si llegas a las 3:45 p.m. pues solamente haremos el consentimiento y ya está, todo depende de ustedes, y así llegan a las 3:00 p.m.”.

Así que lo mejor es salir más temprano, entender, como dice el padre Jorge Ortiz Garay, que es el día más importante de sus vidas y que las fotos pueden hacerse más temprano o después de la ceremonia.

Las arras, el velo y el lazo

lazo-nupcial

“Padre, ¿podemos incluir las arras, el velo y lazo?” Esto es lo que me pidió la novia en la reunión para preparar su boda. Ella es de origen mexicano. Me lo pidió con cierta insistencia: parecía que era algo importante para ella. En cambio, al novio, que es anglosajón, parecía darle igual y se quedaba en silencio, como aprobando lo que mejor complaciera a su futura esposa.

Con las últimas mejoras de la liturgia, ya tengo mucha confianza para poder responder su pregunta. La confianza mía proviene del nuevo Ritual del Matrimonio aprobado y promulgado desde el 30 de diciembre de 2016. Antes del ritual nuevo, siempre tenía reservas de incorporar el rito de las arras, el velo y el lazo, no porque lo desconociera, sino porque no están previstos en el rito. Tenía todavía que bajar el rito de la red e imprimirlo. Ahora, ¡gracias a Dios!, ya no hace falta de todo eso porque ya está reconocido e incorporado al ritual actual.

Ahora preguntamos: ¿qué importancia tienen las arras, el velo y el lazo en el ritual del matrimonio? ¿De dónde viene esta tradición? ¿Un matrimonio sin las arras, el velo y el lazo es válido?

Las arras suelen ser trece monedas emblemáticas. La tradición enseña que cada moneda representa la provisión para los doce meses del año y una más como acto de generosidad con los más necesitados. La bendición y entrega de las arras significa la comunidad de vida y de bienes que los esposos establecen como proyecto común y vitalicio.

El marido entrega las arras a la mujer y la mujer hace lo mismo con su marido. Esto me parece muy bonito y muy de acuerdo con el matrimonio católico. Aquí no vale pues un acuerdo de que cada uno con lo suyo. Pues esa separación de bienes es todo lo contrario de lo que significan las arras de un matrimonio católico.

La bendición e imposición del velo y el lazo significan la unidad y la indisolubilidad del matrimonio. Bien lo describe el Evangelio: “De manera que ya no son dos sino una sola carne” (Mt 19,6). El velo y el lazo se colocan antes de la bendición nupcial y se mantienen hasta después de la comunión. Esto es muy significativo porque el nuevo matrimonio recibe el Cuerpo y Sangre de Cristo arropado de los símbolos de la gracia que espera de Cristo. El velo y lazo marcan la exclusividad y descartan la infidelidad.

El uso de los dichos en el rito de matrimonio tiene su origen en la antigua liturgia mozárabe que se celebra en España hasta nuestro tiempo. Los misioneros españoles introdujeron esa liturgia en las tierras donde evangelizaron y así se ha quedado en uso.

El uso de estos tres símbolos no es preceptivo, es decir, no es un requisito para la validez del matrimonio. Es solamente de tipo facultativo, o sea, se hace solamente cuando los novios los quieren incorporar a su celebración nupcial. Como tradición, me parece que esto es algo hermoso y significativo. Por eso le dije a la novia: “¡Por supuesto!”