Columna del Obispo

Un momento decisivo para nuestra iglesia

Columna QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS EN CRISTO:

Al regresar de la reunión general anual de obispos de Estados Unidos, celebrada el pasado mes de noviembre, pensé que por la importancia de la agenda de este año, debía compartir con ustedes mis impresiones. El primer día de nuestra reunión anual fue de retiro, donde tuvimos la oportunidad de orar juntos y celebrar la Liturgia de las Horas y la Eucaristía. Además, escuchamos tres charlas distintas; la primera de dos víctimas de abuso sexual, uno de las cuales forma parte de nuestra Junta Diocesana de Revisión y es miembro de nuestra diócesis. La segunda charla fue impartida por una laica que trabaja para la Iglesia en diversas funciones, y la tercera fue impartida por una religiosa. Todos estos oradores nos dieron mucho que pensar cuando comenzamos a contemplar cómo podríamos demostrar a nuestra gente que realmente están protegidos.

El primer día se vio ensombrecido por el anuncio del cardenal Daniel DiNardo, presidente de la Conferencia de obispos, de que la Santa Sede nos pedía que no votáramos sobre nuestros documentos. Se nos pidió, en cambio, que esperáramos por los resultados de la próxima reunión de febrero para obtener más orientación.

Cuatro documentos fueron considerados y están pendientes de presentación final ante la Santa Sede hasta después de la reunión con el Santo Padre de todos los presidentes de las conferencias episcopales del mundo en febrero. Nuestra principal preocupación era asegurarnos de que los Obispos rindieran cuentan por sus propias acciones y también por el manejo de los casos de abuso sexual en cada diócesis.

Falta de consenso

Hubo cuatro documentos que los obispos consideraron: 1) Línea de denuncia opera- da independiente, 2) Normas de conducta episcopal, 3) Comisión laica especial para investigar denuncias de abuso sexual contra obispos o su manejo de tales casos, y 4) Protocolos para obispos que renuncien o sean removidos.

Aunque realmente no se llegó a un consenso sobre todos los tópicos, hubo una revisión exhaustiva de todos ellos. Después de los resultados de la reunión de febrero de las conferencias episcopales con el Santo Padre, puede surgir un camino claro durante la próxima reunión de los Obispos de Estados Unidos en junio, que nos dará la oportunidad de completar todos estos documentos. Se ha nombrado un grupo de trabajo com- puesto por tres obispos, incluido el cardenal Dolan, para encargarse de la supervisión de estos documentos hasta su terminación.

Otro logro importante de esta reunión fue la ratificación casi unánime de un documento sobre el racismo: “Hermanos y hermanas unidos. Abriendo nuestros corazones al llamado permanente del amor”. Estoy muy orgulloso del resultado en nuestra propia diócesis de Brooklyn y Queens, en la que nuestro Comité Diocesano sobre Racismo, que ha estado trabajando durante casi un año, ha comenzado a examinarnos a nosotros mismos para ver si existe racismo en nuestras estructuras eclesiales y cómo podemos erradicarlo. Nuestro comité diocesano revisó este documento nacional e hizo varias recomendaciones para el documento final presentado a los obispos.

Aprovecho esta oportunidad para agradecer al obispo Neil Tiedemann, al padre Alonzo Cox, y a su comité por su dedicación implementando y dándole continuidad a esta importante misión. El seguimiento de esta carta pastoral sobre el racismo será muy importante ya que es un documento no solo destinado a ser leído, sino que debe ponerse en práctica con varias recomendaciones tanto a nivel parroquial como diocesano.

Informe sobre el Sínodo 2018

Los obispos recibimos un maravilloso in- forme de nuestro propio obispo Frank Caggiano sobre el Sínodo 2018 sobre la juventud, la fe y el discernimiento vocacional. Su informe claro y conciso abordó los diversos temas que se trataron en este Sínodo de un mes de duración. El obispo Caggiano mencionó especialmente la necesidad de proteger a las personas más vulnerables entre nosotros, a esos jóvenes marginados de la sociedad, que podrían estar siendo abusa- dos o que lo han sido en el pasado. Hubo seis o siete elementos que mencionó que hicieron que este Sínodo fuera muy diferente a los anteriores, como fue que la presencia de jóvenes y otros representantes guió las discusiones. Sin embargo, hubo un tópico en particular que no obtuvo la aceptación unánime de todos los Padres sinodales, y se trata del problema de la sinodalidad, que caracteriza a la Iglesia como una institución que opera a través de la modalidad de concilios o asambleas del clero. Algunos obispos parecían no ver esto como una nueva iniciativa de la Iglesia. Los sínodos han tenido lugar casi cada dos o tres años, desde el Concilio Vaticano II. Han habido muchos sínodos convocados por el Santo Padre para discutir temas importantes. Claramente, los sínodos son una consulta de los obispos de manera colegial y sinodal sobre temas pertinentes que requieren atención. El tema de la juventud y el discernimiento vocacional es verdaderamente uno de ellos y ha provocado mucha discusión.

En nuestra propia diócesis, hemos preparado un plan estratégico para acompañar el trabajo de nuestra Campaña Capital —Generaciones de Fe— dirigido al ministerio juvenil titulado: “¡Así que, atrévete…! Plan Pastoral para la Difusión a Jóvenes y Adultos Jóvenes en la Diócesis de Brooklyn”. Aprovecho para agradecer a Ted Musco, Secretario de la Oficina de Evangelización y Catequesis, y a Paul Morisi, Director de Formación de Jóvenes y Adultos Jóvenes, por su buen trabajo en esta importante iniciativa para los jóvenes de Brooklyn y Queens.

V Encuentro

También hablamos del V Encuentro. Nuestro propio Obispo Auxiliar Octavio Cisneros asistió a esta reunión en septiembre. Yo había asistido a la reunión regional que se celebró en Albany. El Obispo Cisneros nos proporcionará mayor información sobre el V Encuentro en las próximas semanas. Esta reunión fue verdaderamente un momento decisivo en la historia de la Iglesia en los Estados Unidos. Hubo una tremenda efusión de apoyo para el ministerio his- pano. El proceso del Encuentro guiará a la Iglesia hacia el futuro, especialmente con respecto a la contribución de nuestras hermanas y hermanos hispanos en la vida de la Iglesia.

Mons. Gustavo García-Siller, arzobispo de San Antonio, escuchar en el podio una pregunta mientras da un informe sobre el V Encuentro el 14 de noviembre en la asamblea general de otoño de la USCCB en Baltimore. (CNS/ Bob Roller)

Cada vez que los Obispos nos reunimos en la Conferencia episcopal, nos lanzamos realmente a las profundidades de los asuntos contemporáneos. Estas aguas ciertamente han sido turbulentas en los últimos meses. Una doctora en psicología de Los Ángeles que habló a los obispos creo identificó lo que estamos sintiendo frente a los acontecimientos que hemos experimentado, especialmente tras la acusación contra el arzobispo McCarrick. Ella dijo: “Estamos sintiendo trauma por traición”.

La traición es uno de los problemas más difíciles de superar en nuestras vidas. La traición personal de aquellos en quienes confiamos ha sido una característica de la historia del abuso sexual en nuestra Iglesia. El abuso sexual es uno de los traumas más difíciles de superar y enfrentar cada día. El informe del fiscal general de Pensilvania también contribuyó a nuestro trauma por traición al relatar los detalles gráficos del abuso sexual. Debemos unirnos como Iglesia para lidiar con nuestro dolor y sufrimiento, especialmente el de quienes han sido víctimas de abuso sexual. Al mismo tiempo, debemos reconocer que la traición de nuestra confianza es algo que todos sentimos y que debemos luchar por restaurar para que puedan continuar las buenas obras de nuestra Iglesia.